Por fin. Por fin hemos tenido el relato preciso, real, de lo que ocurrió en los días previos al sucedáneo de referéndum ilegal del 1 de octubre en Cataluña y en el propio día 1. El entonces secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto contó con todo detalle cómo aquellas reuniones previas al día de marras con los representantes de la Generalitat eran, como él mismo ha dicho, algo tan decididamente "surrealista" como el tratar de acordar la suspensión de un referéndum con los mismos que lo habían convocado y que estaban determinados a celebrar.

A partir de esa situación se encadenan todas las reticencias de los independentistas y se evidencia que su pretensión es precisamente que el Gobierno no envíe a la Guardia Civil y a la Policía porque, dicen ellos, los Mossos se bastan y se sobran para garantizar la tranquilidad en las calles. Omitieron, naturalmente, que los Mossos se iban a bastar porque no tenían la menor intención de cumplir el mandato judicial que les obligaba a impedir la celebración de ese referéndum y que por lo tanto, la votación se iba a celebrar con toda tranquilidad, incluso en un ambiente festivo y con la ausencia total de incidentes. Porque lo que se proponían hacer era desobedecer el mandato judicial que les obligaba a cumplir la ley e impedir una convocatoria manifiestamente ilegal.

La prioridad de los jefes políticos independentistas no era cumplir la ley y obedecer las ordenes

Todo esto es lo que vio y escuchó el secretario de Estado de Seguridad lo cual le dio, a él y a sus acompañantes enviados del Gobierno, la certeza de que se les iba a tender una trampa como así sucedió. Lo explicó Nieto ayer por la mañana con toda claridad: "Los Mossos no hablaban nada del plan operativo para evitar el 1-O pero sí excusas para justificar que no se iba a hacer". La conversación que él mismo celebró con el mayor Trapero se lo confirmó de plano: Nieto le preguntó que qué habría hecho él si se hubiera encontrado con que la multitud había destrozado los coches de la policía autonómica y Trapero le contestó que si había niños y mayores no intervendría. Pues blanco y en botella: por eso había tantos niños y tantas personas mayores bloqueando las entradas de los colegios, porque la prioridad de los jefes políticos independentistas no era cumplir la ley y obedecer las ordenes judiciales sino "preservar la convivencia" es decir, permitir y proteger la votación ilegal.

Son cosas que ya sabíamos pero que no tenían valor hasta que no fueran formuladas ante el tribunal que está juzgando los hechos acaecidos entre septiembre y octubre de 2017  en  Cataluña. Y ha sido José Antonio Nieto, en una intervención serena, valiente y nulamente condescendiente con las pretensiones de las defensas de llevarle por caminos confusos o contradictorios, el que ha puesto las verdades del barquero  sobre la mesa. Porque hasta el momento no habíamos escuchado más que declaraciones escapistas de miembros del anterior gobierno que parecieran querer a toda costa eludir no sus responsabilidades operativas, que no eran suyas, sino las políticas, que son las que les correspondían.

Pero es que además Nieto ha contado como los Puigdemont y otros se comportaban como si las leyes aprobadas y suspendidas por el Tribunal Constitucional estuvieran en vigor y  defendían la tesis de que parte de la población catalana ya no respetaba la ley española vigente sino la aprobada por el Parlament, la que se aprobó el referéndum como paso previo para declarar la independencia de Cataluña. Es decir que estos señores daban  ya por instaurada la república catalana que días mas tarde el entonces presidente de la Generalitat proclamó y dejó inmediatamente en suspenso antes de salir huyendo por la frontera para escapar de la acción de la justicia. La república ya era para ellos un hecho, es evidente, y eso es un dato muy importante a la hora de examinar sus afirmaciones de que se trató en realidad de una figura sin consecuencias jurídicas ni traducción real.

El ex secretario de Estado de Seguridad nos proporcionó unas cuantas alegrías más porque negó toda verosimilitud a la  milonga de que aquel día habían acudido a votar dos millones de personas. "No se sabe si votaron dos millones de personas", contestó Nieto a uno de los defensores haciendo referencia así al desbarajuste de votos, al hecho contrastado de que cualquiera pudo votar varias veces en distintas urnas, al hecho de que hubo colegios que contabilizaron muchos más votantes que el censo de esa población, al recuento no controlado por ninguna autoridad independiente y acreditada, en definitiva al esperpento al que los independentistas pretendieron,  sin éxito alguno, presentar como una votación con todas las garantías . "Nadie puede certificar que votaran dos millones. Habrá quien se lo acepte. Yo no", dijo Nieto con toda contundencia y toda la razón.

Pero hubo más.  José Antonio Nieto destrozó la pretensión de las defensas de presentar la acción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que ya digo que tuvieron que actuar metidos en el fondo de una trampa preparada con engaños por los jefes políticos de los Mossos, como una intervención que excedió todos los parámetros considerados aceptables en cualquier actuación policial. Y eso también lo desmontó limpiamente el secretario de Estado. Primero dijo: "Nunca conocimos el dispositivo de Seguridad que iban a emplear los Mossos", cuando Josep Lluis Trapero presentó un documento con los efectivos que emplearía para impedir el 1-O, se le dijo que ese despliegue era insuficiente. A partir de ese momento"nunca volvieron a presentar un nuevo documento". Y después añadió algo que se está viendo todos los días en este juicio y que por primera vez se denuncia de viva voz:  "Ustedes intentan hacernos ver que la fuerza ejercida por quienes no pueden usarla está bien y la ejercida por quienes pueden usarla policial está mal. Y eso no se lo puedo admitir".

En definitiva, dejó claro que la única fuerza legítima en un Estado de Derecho es la que ejercen las Fuerzas mandatadas para ello  por ese mismo Estado y que el intento de darle la vuelta a ese principio es una estafa moral y política de primer orden. Y, como él, muchos españoles no están dispuestos a admitir una estafa y un fraude político de semejante calibre.

No fue ayer un día nada bueno ni para los independentistas, ni para los procesados ni para sus defensores

No fue ayer un día nada bueno ni para los independentistas, ni para los procesados ni para sus defensores que se toparon con alguien que defendía a pecho descubierto la verdad de lo sucedido y que no se dejó enredar en sus tretas. Y no fue tampoco un buen día porque detrás de Nieto testificaron los letrados del parlamento catalán que dejaron meridianamente claro que tanto la Mesa como la presidencia de la Cámara habían cometido, con pleno conocimiento de lo que estaban perpetrando y habiendo sido advertidos de que podrían incurrir en responsabilidades penales, todas las irregularidades imaginables en la tramitación de leyes ilegales contraviniendo las órdenes del Tribunal Constitucional.

En cambio, la jornada si proporcionó un gran alivio a quienes hemos asistido horrorizados durante los últimos meses  a tanto desmán, a tanta trampa y a tanta mentira. “Se le dio la vuelta a la realidad, había una legalidad paralela, una alteración de la realidad”, dijo Nieto en un momento de su intervención.

Ayer, sin embargo, la realidad desnuda volvió a brillar ante los magistrados del Tribunal Supremo.