Un grupo de veganos llora sin consuelo a las puertas de un matadero. Así titula una cadena de televisión y varios digitales la acción que se repite a las 8 de la mañana en Getafe, en Madrid, cuando decenas de animalistas detienen los camiones repletos de cerdos camino del matadero y se despiden de ellos acariciándoles, grabando con sus móviles sus miradas, ofreciéndoles el último cariño que no recibieron nunca, antes de su sacrificio para el consumo humano.
Este ritual animalista ha recibido las mofas de muchos medios de comunicación y, en redes, lo más suave es calificar como frekes a quienes asisten. Esta costumbre que se inició hace nueve años en Canadá se ha extendido por España y son ya 30 grupos los que la organizan en distintos lugares.
A quienes se ríen de estas acciones les planteo una situación: ¿qué harían ustedes si los camiones fuesen hacia el matadero repletos de perros y gatos? En Vietnam o China se comen los perros como hacemos aquí con los cerdos, en Hawai y Thaití los gatos, o en Estados Unidos no comprenden cómo en España comemos conejo cuando para ellos es una mascota. Por lo tanto, llevar un camión de cerdos al matadero o convertirlos en mascotas, es solo una cuestión de tradición.
En EEUU no comprenden cómo en España comemos conejo. Llevar un camión de cerdos al matadero es solo una cuestión de tradición
En España hay más cerdos que personas, ellos son 50 millones, nosotros 46,5. Y se sacrifican para el consumo humano 26 millones de cerdos al año. Somos el segundo país que más carne de cerdo consume de la Unión Europea, después de Luxemburgo. Aquí devoramos 61 kilos por persona y año; Cataluña es la comunidad que lo hace en mayor medida, llevándose un 25% del consumo nacional.
Lo que hemos aprendido en los últimos años es que nos comemos a uno de los animales más inteligentes del planeta. Según los últimos estudios de la Universidad de Cambridge, su inteligencia es comparable a la de los delfines o los elefantes, son animales conscientes de su propia existencia. Su nivel de comprensión es como el de un niño de tres años. Según este estudio, memorizan situaciones para luego utilizar lo aprendido y son más inteligentes que los perros o los gatos, incluso resuelven problemas con mayor rapidez que los primates. Son seres sensibles, afectivos y sociales, muy protectores con sus crías. Y en la naturaleza son animales extremadamente limpios. Viven de 15 a 20 años de media.
En España los sacrificamos habitualmente siendo unos cachorros de seis meses que han vivido siempre encerrados, hacinados en poco espacio y sin ninguna limpieza. El estrés que les causa esta forma de engorde les hace propensos al canibalismo. A menudo les cortan la cola para evitar que por esta causa sea devorada por otros, incluso les rompen los extremos de los dientes para evitarlo. Los que en estas condiciones resultan heridos, tullidos, se les colocan juntos en un espacio común para su sacrificio, jamás son curados. Cuando la madre da a luz a unos diez lechones por parto, a menudo son aplastados por otros o por ella misma por el poco espacio del que dispone y el engorde excesivo del animal.
El transporte hasta el matadero se realiza en las mismas condiciones de hacinamiento y el sacrificio, con aturdimiento previo no siempre efectivo, les lleva al posterior desangrado y pone punto y final a una mala vida de un animal más inteligente que la mascota que tenemos en casa. En el resto de los países europeos no lo hacen mejor que aquí.
Exigir a las autoridades que legislen mejores condiciones para el engorde y sacrificio de los cerdos conllevará un aumento del precio de su carne
La mayoría de las granjas que engordan cerdos en España tratan a los cerdos de forma lamentable. Más allá de consideraciones éticas hacia un ser vivo inteligente, ofrecerles una vida y sacrificio en mejores condiciones produce también una carne de mejor calidad para el consumo. En una conocida multinacional acusada de trabajar con granjas en malas condiciones, se instaló recientemente un espacio con música y luz tenue donde los cerdos bajan su nivel de adrenalina tras el transporte y se relajan antes del sacrificio. Eso produce una carne de mejor calidad.
Exigir a las autoridades que legislen mejores condiciones para el engorde y sacrificio de los cerdos conllevará posiblemente un aumento del precio de su carne. Igual que sucedió con los huevos ecológicos y de corral, y sin embargo una gran parte de los consumidores están dispuestos a asumirlo si se le garantiza la dignidad del animal.
Una famosa presentadora de televisión me contaba que fue invitada a la matanza de un cerdo en una finca de Extremadura, y mientras el animal era sacrificado, quien gritaba sin consuelo era su compañero que seguía en la granja esperando su día. Nunca más comió carne de cerdo.
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