Un reciente estudio publicado en la revista del MIT demuestra algo que llevábamos mucho tiempo sospechando. No es fácil distinguir un hipster de otro. Con tantas barbas y camisas de franela confunden a cualquiera. Y este estudio, curiosamente, tal vez pueda también ayudarnos a entender mejor cómo Vox está transformando la derecha española.
La conclusión recogida en la MIT Technology Review, que analiza el llamado "efecto hipster", es que paradójicamente, pese al empeño de los inconformistas en cualquier ámbito actuar de manera diferente a lo convencional para diferenciarse, como a su vez suelen reaccionar contra lo establecido de la misma manera, los alternativos terminan a al final siendo el nuevo mainstream. Los outsiders de cualquier corriente pueden terminar convergiendo, porque si uno tiene éxito dejando claro que su estilo no es como el de los demás y estos le imitan, paradójicamente, al final esa nueva manera de hacer las cosas acabará siendo la norma de la que huía.
Algo así les está pasando a los inconformistas con la derecha tradicional que reniegan del PP de Rajoy. De tanto quererse diferenciar de la "derechita cobarde", en su afán por buscar una derecha alternativa, los extremos se están convirtiendo en norma.
Algunas propuestas de Pablo Casado, empiezan a ser indiferenciables de las de Santiago Abascal. Y, a su vez, Vox tiene tanto interés en diferenciarse del PP para dejar patente su diferencia, que se va a quedar ya sin espacio para seguir girando a la derecha.
No hay más que ver sus últimos fichajes. Fernando Paz, número uno de Vox por Albacete, cree que la homosexualidad es una enfermedad, da conferencias en Falange y niega que España fuera una dictadura con Franco. Espinosa de los Monteros, número tres del partido de Abascal, ha afirmado que habría que expulsar a los partidos “que no creen en la unidad de España o no renuncian al marxismo”. De los que no renuncian al franquismo, claro, no dijo nada.
Pero volvamos a la revista del MIT que publicaba la teoría de que todos los inconformistas acaban pareciéndose. La comprobación más poética le llegó porque la publicación utilizó la foto de un hipster de manual, un hombre con pinta de alternativo con una camisa a cuadros y un gorro. Y, después de la publicación del artículo, MIT Technology Review recibió un correo electrónico de alguien que afirmaba ser el hombre de la foto, quejándose de la falta de ética periodística porque se utilizara su imagen suya, sin consentimiento, para reírse de los hipsters.
Tras hacer las comprobaciones oportunas, la revista del MIT descubrió que el lector indignado resultó no ser el hombre de la foto, quien tuvo que reconocer su error y pedir disculpas. Él mismo se había confundido con otro hipster de barba y camisa de cuadros clavadita a la suya que, indudablemente, se parecía tanto a él como para confundirlo consigo mismo.
También en el partido de Santi Abascal están empezando a mezclarse los militantes que se indignan porque se les llame nostálgicos del franquismo con los fichajes de la formación que se enorgullecen de serlo. A este paso va a pasar en el ala derecha Hemiciclo como con los hipster en los festivales de música. Se parecen tanto unos a otros que va a ser difícil no confundirlos.
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