En un mundo perfecto, la desinformación no sería un problema. Cualquier mentira o manipulación sería rápidamente detectada por los medios, señalada por las empresas de las grandes redes sociales, y si no fuera así, unos ciudadanos perfectamente racionales tendrían el tiempo suficiente para contrastar y descartar. Por desgracia, este mundo perfecto no existe.
El ecosistema mediático tiende al caos, estamos saturados de información, los gigantes tecnológicos miran su cuenta de resultados antes que nada y todos somos víctimas de nuestros sesgos y de nuestros prejuicios. Y en este mundo real las democracias y su sistema de libertades son vulnerables. Un autócrata siempre intentará -y a menudo conseguirá -controlar los medios, las noticias y, con ellos, las mentes de sus súbditos. En una tiranía, todo es desinformación.
La Unión Europea tiene ante sí unas elecciones cruciales. Y seríamos unos irresponsables si no diéramos por hecho que sufriremos el ataque de la desinformación (término más adecuado que el de fake news o noticias falsas).
Lo sabemos porque ya ha sucedido en elecciones nacionales como las francesas de 2017 o en el referéndum del Brexit en 2016. También ocurrió en las presidenciales de Estados Unidos ganadas por Donald Trump. En el 80% de los casos la responsabilidad apunta a Rusia.
El objetivo de Moscú y de otras autocracias es crear un clima de división y enfrentamiento que debilite a las democracias
El objetivo de Moscú y de otras autocracias que recurren a esta siniestra arma es crear un clima de división y enfrentamiento que debilite a las democracias, las paralice y les impida tomar decisiones mientras otros aprovechan la ocasión para llevar a cabo sus planes.
En ocasiones, aparece incluso un cierto aire de venganza. Como ha explicado David Alandete en su libro Fakenews, el Kremlin vinculó el golpe secesionista de Cataluña con la oposición de la Unión Europea, y en particular de España, al apoyo a Ucrania frente al expansionismo ruso que terminó con la anexión de Crimea. Alandete demuestra que los secesionistas recibieron apoyo en modo de desinformación procedente de Moscú.
La Unión Europea ha decidido actuar. Después de evaluar el informe del Grupo de Expertos creado al efecto, la Comisión Europea ha lanzado el Plan de Acción contra la Desinformación.
Para que nos hagamos una idea de la complejidad de la materia, este plan ha necesitado la implicación del vicepresidente y comisario de Mercado Único Digital, Andrus Ansip; de la comisaria de Justicia, Vera Jourova; del comisario de Seguridad, Julian King; y de la comisaria de Economía Digital y Sociedad, Mariya Gabriel.
La próxima Comisión deberá configurarse asumiendo de forma inequívoca que la lucha contra la desinformación ha de ser una prioridad suficientemente reconocida.
El Plan de Acción se centra en cuatro áreas clave. La primera es mejorar la detección de la desinformación dotando de nuevos recursos al Servicio Europeo de Acción Exterior y a las delegaciones de la UE en los Estados vecinos, con el compromiso por parte de los gobiernos de la Unión de que también reforzarán sus estructuras y medios.
El Sistema de Alerta Rápida permitirá compartir los avisos sobre amenazas de desinformación en tiempo real y activar una acción conjunta
La segunda área es la respuesta coordinada, para lo cual se acaba de lanzar el Sistema de Alerta Rápida, que permitirá compartir los avisos sobre amenazas de desinformación en tiempo real y activar una acción conjunta.
En tercer lugar, se trata de implicar a la industria y las plataformas digitales, que se apoya en el Código de Buenas Prácticas suscrito por las compañías, que deberán implantar con la vista puesta en las elecciones de mayo.
Entre las medidas contempladas en el código está la transparencia en la publicidad, el cierre de cuentas falsas, el etiquetado de interacciones mediante bots, y la cooperación con académicos y fact-checkers para detectar y contrarrestar campañas de desinformación.
El pilar más importante se basa en concienciar y dar herramientas a los ciudadanos para detectar la desinformación
Por último, se trataría de concienciar y dar herramientas a los ciudadanos para detectar la desinformación, aumentando la alfabetización digital a través de programas específicos en colaboración con las autoridades nacionales.
Este último pilar del plan tiene objetivos a largo plazo pero es tal vez el más importante. Nadie es invulnerable a las mentiras y nadie alcanzará nunca un criterio perfecto, pero es mucho lo que se puede hacer para mejorar la calidad del debate público y el sentido crítico en su más afinada acepción: la de ponderar adecuadamente la información prescindiendo de factores que distorsionan nuestro criterio.
No siempre es así, pero en este caso creo que las instituciones europeas han sabido movilizar el talento y la experiencia que atesoran y diseñar un plan que, a priori, cubre todos los aspectos del fenómeno con mucho cuidado de no socavar la libertad de expresión.
Por supuesto, habrá que valorarlo cuando sea puesto a prueba. No tendremos que esperar mucho, esto sucederá en Europa entre el 23 y el 26 de mayo (periodo en el que se celebrarán las elecciones al Parlamento). Y antes todavía en España.
Espero que el Gobierno se tome muy en serio este problema y atienda al trabajo que se ha realizado en la Unión. España ha sido ya objetivo de la desinformación rusa en relación con el golpe secesionista en Cataluña.
Puede ser tentador para un partido o para un político denunciar la desinformación cuando le perjudica y mirar para otra parte si sirve a sus intereses. Pero no nos engañemos: la mentira sólo se sirve a sí misma y a quien la propaga.
La democracia es tan inseparable de la verdad como lo es de los derechos y libertades fundamentales
La democracia es tan inseparable de la verdad como lo es de los derechos y libertades fundamentales. Es más: libertades y derechos terminan vacíos de contenido cuando se vuelve imposible separar lo verdadero de lo falso.
No se trata sólo de Rusia, la amenaza va más allá y en muchas ocasiones está dentro. Tampoco se trata de sellar una verdad oficial e inamovible, ni mucho menos.
Se trata de marcar un perímetro en el que la pluralidad de sensibilidades que caracterizan a las sociedades modernas pueda establecer un diálogo fructífero.
Se trata de que los hechos puedan ser discutidos y evaluados, de que podamos decir qué sabemos y qué no sabemos.
Se trata de salvar, en los tiempos de Facebook, el espíritu de la Enciclopedia y de la Ilustración en la que tomaron forma el liberalismo y la democracia tal y como hoy los entendemos.
Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE). Es autora de Eres liberal y no lo sabes (Deusto).
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