La necesidad aprieta, y eso que todavía no hemos entrado de lleno en la campaña electoral. Pero los datos de los sondeos hablan del probable descalabro de un partido como Podemos que parece encaminarse directamente a una dramática pérdida de apoyo electoral y, en consecuencia, de escaños. Pablo Iglesias y los suyos -los que aún le quedan- son muy conscientes de que el viejo votante del PSOE que había emigrado hacia las filas del partido morado está haciendo masivamente un viaje de vuelta a casa y se está refugiando de nuevo bajo las siglas socialistas, aquellas que nunca debió dejar, seguramente está pensando ahora.
Por esa razón, y por ninguna otra, Pablo Iglesias se acaba de descolgar con una reflexión hecha ante sus próximos pero con la intención de que sea conocida cuanto antes y por cuanta más gente mejor, según la cual está considerando la posibilidad de que su partido se abstenga en la sesión de investidura si esa sesión se plantea sobre la base de un pacto de gobierno entre Ciudadanos y el PSOE.
Con una actitud colaboradora, Iglesias trata de tranquilizar al sector más moderado de sus votantes
Esa actitud pretende dos cosas importantísimas para la supervivencia política de Podemos. Una, frenar la huida de votos que se está produciendo a mansalva desde su partido hacia el Partido Socialista. Con el anuncio de una actitud colaboradora y favorable a la estabilidad de un gobierno socialista está intentando tranquilizar al sector más moderado de sus votantes que, sabiendo como saben que los resultados de Iglesias van a quedar muy por debajo de los escaños que ahora tiene en el Congreso, no están dispuestos a darle su apoyo para evitar que repita la operación de marzo de 2016.
Fue entonces cuando Iglesias sumó sus 71 votos negativos a los del PP para tumbar la investidura de un Pedro Sánchez que, con 90 diputados, contaba por entonces con el apoyo de los 40 escaños de Ciudadanos, partido con el que había firmado en febrero un pacto -el famoso Pacto del Abrazo- que aspiraba a abrir una “segunda Transición” en España y que serviría, según dijeron los firmantes, para dirigir el país a través de un Gobierno “reformista y de progreso”.
Esto es lo que Iglesias promete que no volverá a pasar porque ya no está en condiciones de augurar seriamente unos resultados electorales lo suficientemente sólidos como para jugar con la hipótesis de un gobierno de coalición Podemos-PSOE. Otra cosa es lo que diga en los mítines pero él sabe ya que, o las cosas cambian mucho en lo que queda hasta el 28 de abril, o su papel en el futuro gobierno tendrá que limitarse a no impedirlo. Por eso hace circular la información que hoy publica en El Independiente Ana Cabanillas.
Pero hay otra razón de peso que le empuja a evitar una posible repetición electoral, que fue lo que provocó su negativa a apoyar el pacto PSOE- Ciudadanos: que esa operación le costó un millón de votos porque, si en las elecciones de diciembre de 2015 Podemos obtuvo más de cinco millones e Izquierda Unida, que se presentaba por separado, recibió más de novecientos mil apoyos, en la repetición electoral de seis meses más tarde, la suma de ambas formaciones apenas superó los cinco millones. Un millón de votos había perdido Iglesias por el camino. Y eso es lo que va a querer evitar al precio que sea.
Y ahora viene la segunda parte, que afecta a Ciudadanos. Albert Rivera acaba de proponer a Pablo Casado un gobierno de coalición para "expulsar a Pedro Sánchez de La Moncloa". Pero así como Vox se rió de la petición del líder del PP de que no se presentara en las circunscripciones de seis o menos escaños porque eso iba a favorecer al PSOE, Ciudadanos desdeñó en su día la sugerencia de Casado de sondear la posibilidad de pactar en ciertos lugares listas conjuntas. Y a estas alturas ya no se pueden modificar las cosas porque el plazo se ha cerrado.
El problema de Rivera surgirá inmediatamente si sus escaños y los del PP no suman una mayoría suficiente
El problema que se le va a plantear a Rivera surgirá inmediatamente si sus escaños y los del PP no suman una mayoría suficiente, ni siquiera incluyendo los escaños de Vox, lo cual sería ya de por sí problemático habida cuenta de las posiciones que está adelantando en los últimos días el partido de Santiago Abascal y el uso que previsiblemente se proponga hacer de sus escaños. Porque no está claro, ni muchísimo menos, que PP y Cs se acerquen a la mayoría absoluta ni contando con Vox.
Lo que podría ser más probable es que los escaños de los socialistas y de Ciudadanos sí puedan sumar esa mayoría. Y entonces el dilema de Rivera va a ser mayúsculo porque se ha pasado toda la precampaña -ya veremos si lo mantiene en la campaña- diciendo que nunca jamás pactará con Pedro Sánchez porque se ha entregado a los independentistas catalanes y se ha sometido a sus exigencias.
Independientemente del juicio crítico que merezca el comportamiento del Gobierno socialista en esta materia, la cuestión está en saber qué hará el líder naranja si es precisamente él con sus escaños el que puede evitar que Pedro Sánchez opte por recurrir al secesionismo para componer una segunda edición, esta vez en formato investidura, de la moción de censura que aupó al socialista al poder.
Porque si fuera así, si la suma de escaños de ambos partidos, con algún pequeño añadido como el de Coalición Canaria, diera para formar Gobierno, Albert Rivera estaría política y moralmente obligado a cerrar un pacto de gobierno con su en otro tiempo socio del Pacto del Abrazo. Tampoco puede resultarle tan difícil, al fin y al cabo ellos dos, Sánchez y Rivera, son los mismos interlocutores que firmaron en febrero de 2016 aquel acuerdo de 140 puntos que, según dijo el propio Rivera, "sentaba las bases para los próximos 40 años".
Esa es una hipótesis que de ninguna manera se puede descartar tras las elecciones del 28 de abril y a la que Rivera debe dar una respuesta sólida y creíble. Porque es precisamente ese pacto el que podría librar a los españoles del yugo insoportable que supondría para el país el que los independentistas catalanes tuvieran la posibilidad de influir en el futuro Gobierno. Y, en ese caso, sería estricta responsabilidad del líder de Ciudadanos evitar ese riesgo.
Y otra cosa. Del mismo modo que Pablo Iglesias apunta la posibilidad de abstenerse ante un hipotético acuerdo PSOE-Ciudadanos, al Partido Popular de Pablo Casado se le debería exigir exactamente lo mismo si finalmente Podemos no cumple lo ofrecido: que si, tras el recuento electoral, no está en condiciones de formar gobierno con cualquiera de las fórmulas a su alcance pero en cambio sí resultara posible un gobierno fruto de un pacto entre Sánchez y Rivera, el líder del PP debería abstenerse para facilitar la formación de ese Ejecutivo como única vía posible de mantener a quienes quieren destrozar España lejos de toda opción de intentarlo.
Aquí el mayor problema y la mayor amenaza a la que se enfrenta nuestro país es la amenaza secesionista. Y todos los líderes políticos que se llaman patriotas tienen la obligación de poner, pero de verdad, no de boquilla, los intereses de España por delante de los intereses de su propio partido. Quizá después del 28 de abril tengan ocasión de demostrar que el hondo compromiso con su país era verdaderamente sincero y hagan entonces honor a él aunque eso les cueste un doloroso sacrificio.
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