Abascal había venido a Barcelona a abrazarse con Torra, y no a otra cosa. Un abrazo gladiador, entre el combate a muerte y el amor viril, de dos gladiadores de la Patria, de dos soldados enemigos por la misma mujer entoallada de banderas, o por mujeres vecinas o hermanas. Mujeres en todo caso de otro tiempo, de ésas que ya sólo están en las películas del neorrealismo italiano, la mujer nación, recia, sufriente, heroica y maquillada de agua hervida. Quiero decir que son los dos unos antiguos, capaces de hacer de Barcelona una Roma de Rossellini y hasta de su antagonismo una avenencia de cosmovisiones. ¿Quién es más rancio, más de derechas, más xenófobo, más mitológico? ¿Abascal o Torra? Los dos tienen su Patria herida, sus héroes de peto y alabarda y hasta su Colón particular. Los dos tienen el pendón suelto ante otro pendón suelto.
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