Que el PSOE va a ganar las próximas elecciones generales es algo que nadie duda a estas alturas. Es más, la contención declarativa de sus dirigentes se debe a dos factores. Uno, que la seguridad absoluta en la victoria socialista -que tiene casi toda la población- acabe por generar una abstención que perjudique sus magníficas perspectivas actuales. Y dos, que aun alcanzando los más de 130 diputados que le aseguran sus propios sondeos, le sea imposible al equipo de Pedro Sánchez cerrar un pacto con Podemos, incluso sumando al  PNV, que le asegure la investidura.

Y, efectivamente, el inmenso salto socialista en escaños puede no ser suficiente para compensar el descalabro que los sondeos auguran a Podemos, con lo que el escenario más deseado por los socialistas, siempre dentro de un orden, podría ver truncado por incomparecencia del aliado previsto. Si los resultados del partido morado se quedan en la parte de la horquilla baja que dibujan las encuestas, ese pacto de la izquierda española no podría convertirse en un hecho. Y esta no es una especulación gratuita porque lo cierto es que las perspectivas electorales del partido de Pablo Iglesias se hunden con los días, aunque no debemos descartar que el oscuro y escandaloso episodio de investigación a que ha sido sometida esta formación por agentes de la policía supuestamente alentados por el anterior gobierno le dé algún apoyo suplementario que los sondeos no hayan podido todavía detectar.

Pero si esto es así, si la suma PSOE-Podemos no da lo suficiente, lo cual sería en mi opinión lo más deseable porque si el partido morado tuviera opción de influir en las decisiones de un gobierno, intentaría por todos los medios crecer a su costa, haría gala de su izquierdismo populista y radical y en consecuencia llevaría al país al desastre político y económico, digo que si la suma PSOE-Podemos no da lo suficiente, el equipo de Pedro Sánchez buscará la otra alianza posible, la que podría darse con Ciudadanos.

Sería muy deseable que Albert Rivera y los suyos dejen de repetir que "con Sánchez jamás" porque, para empezar, eso no es verdad y no lo ha sido nunca

De hecho, en el Pactómetro que publicaba Miguel Riaño el pasado viernes en El Independiente, ese acuerdo  es el que se acerca más a la mayoría absoluta imprescindible para que Pedro Sánchez  fuera elegido presidente del gobierno en la primera vuelta de la sesión de investidura. Esa fórmula parece más deseable porque acerca al PSOE a ese centro desde el cual los españoles quieren, a tenor de su comportamiento histórico, ser gobernados.

Y no hay que hacer caso a las declaraciones de los dirigentes del partido naranja porque no alberguen ninguna duda de que, si tienen la oportunidad de ejercer un papel en la gobernación de España, no la van a desdeñar. Por eso sería muy deseable que Albert Rivera y los suyos dejen de repetir que "con Sánchez jamás" porque, para empezar, eso no es verdad y no lo ha sido nunca. De nuevo habría que recordarle al líder naranja el grado de satisfacción, incluso de euforia, que exhibía hace ahora tres años cuando firmó con el mismo Sánchez su acuerdo de 140 puntos. Puntos que podrían ser rescatados sin problema y que constituirían la base de una colaboración positiva entre dos partidos constitucionalistas.

Al fin y al cabo, desde el PSOE se dice ahora con aparente convicción que "con los independentistas no se puede hacer nada", cosa que ya sabíamos pero que los socialistas del Gobierno parecen estar descubriendo ahora. Y ésta sería la ocasión perfecta para impedir que regresaran a la casilla de salida y, necesitados de apoyos para seguir en el poder, volvieran a rondar al secesionismo catalán cada vez más dispuesto, en medio de su derrota política y previsiblemente judicial, a bloquear rotundamente cualquier opción de un gobierno efectivo de España.

En una palabra, Ciudadanos debería ayudar al PSOE a gobernar desde el centro del espectro político porque esa suma es la opción que se apunta como más probable. No hay ningún sondeo que en las últimas semanas apunte la probabilidad de que las fuerzas sumadas del PP y Ciudadanos alcancen ni de lejos las proximidades de la mayoría absoluta, ni siquiera añadiendo a Vox. Pero es que además, dadas las propuestas que va haciendo estos días el partido de Santiago Abascal y dado el tono retador, quizá propio de "valientes" pero en absoluto de "prudentes", resulta muy difícil que ya no Ciudadanos sino el propio PP pueda alcanzar acuerdos estables con la formación verde.

De ninguna manera sería admisible que si los resultados no facilitan pactos rápidos, nuestros políticos tengan la tentación de repetir las elecciones

Vox se lo está poniendo muy difícil a Pablo Casado y directamente imposible a Albert Rivera. Y como no es creíble que sus dirigentes ignoren este hecho, hay que pensar que Abascal y los suyos no tienen en realidad intención ninguna de ayudar a cualquiera de estos dos políticos a ocupar el palacio de La Moncloa, posibilidad que por otra parte están por el momento lejos de alcanzar. Lo que Vox parece pretender es hacerse presente en la vida política española, que su voz sea oída y provocar el debate. Aspiran a crecer y a hacerse un sitio, pero no aspiran a influir directamente en un gobierno al que, si exigieran de verdad la aplicación de muchos de sus planteamientos, solo contribuirían a bloquear.

La consecuencia de sus exigencias sería, pues, la misma que la que provocarían, en este caso deliberadamente, los independentistas catalanes sobre un hipotético Ejecutivo del PSOE. Por lo tanto, no sirven para un pacto de gobierno de centro derecha. Pero es que la combinación PP-Cs no aparece ahora mismo en los sondeos con la más remota posibilidad de sumar lo suficiente como para alcanzar el poder. Por lo tanto, y mientras permanezcamos en el terreno de las especulaciones electorales, más nos vale fijarnos en el partido socialista, que es el que con toda seguridad va a ganar las elecciones y el que tendrá que iniciar los contactos para recabar apoyos para la investidura de Sánchez. Y ahí habría que exigir implacablemente a Rivera que, si los números dan, cerrara un acuerdo con su antiguo socio de firma.

Para la investidura de Sánchez habría que exigir implacablemente a Rivera que, si los números dan, cerrara un acuerdo con su antiguo socio de firma

Puede que el PSOE intente conformar un gobierno en minoría y volver otra vez a aquella fórmula incierta de la "geometría variable" que aplicó el equipo de José Luis Rodriguez Zapatero, algo que en su segunda legislatura se convirtió en una clara inestabilidad parlamentaria, lo cual llevó a aquel gobierno a abusar del recurso a los decretos-ley, una medida con la que se buscó eludir los debates más complicados y unas seguras derrotas gubernamentales. En definitiva, volveríamos a más de lo mismo, a una repetición nada deseable de los últimos nueve meses de Gobierno de Pedro Sánchez. Una opción que debería descartarse porque ya hemos visto hasta qué punto desgasta al Parlamento y facilita las tentaciones de una moción de censura.

Ahora bien, lo que de ninguna manera sería admisible, pero bajo ningún concepto, es que si los resultados electorales no facilitan pactos rápidos, nuestros políticos tengan la tentación de reproducir la jugada de repetir las elecciones. Ya ha sucedido en junio de 2016 y no se puede consentir que vuelva a suceder. Es del todo exigible a los líderes de los partidos que hagan todo el esfuerzo, el posible y el imposible, por alcanzar una fórmula que garantice un gobierno estable. Los ciudadanos están preocupados y cansados. No les den más motivos para abandonar, que ya tienen bastantes.