Es tremendo el espectáculo no ya político sino estrictamente parlamentario que llevan dando demasiado tiempo ya las fuerzas independentistas, con el gobierno catalán en primera fila y, a la cabeza de todo esta ceremonia de locura e incompetencia, el sin par Joaquín Torra.
Es un Parlamento dominado, como toda la marabunta alrededor del secesionismo, por la falsedad. Nada de lo que allí sucede tiene que ver con la realidad para la que está destinada en principio su actividad: para hacer leyes que mejoren la vida de los ciudadanos y para debatir y en su caso aprobar las iniciativas legislativas que presente el gobierno de turno. Pero nada de eso sucede.
Este es un Parlamento que se cierra cada vez que al señor Torra y los suyos no les interesa que esté abierto. Es, por tanto, una cámara al servicio directo de las conveniencias del presidente del govern, que literalmente no sabe qué hacer con ella porque ya no le sirve para lo único para lo que se la utilizó hace ahora año y medio: para declarar una independencia non nata y hacer en torno a esa farsa unos cuantos aquelarres vistosos y provocativos.
Y ahí sigue el gobierno catalán, atascado en las proclamas independentistas cada vez más huecas como la que ha hecho hoy el señor Torra después de que las fuerzas de la oposición consiguieran sacar adelante una moción en la que se le instaba a convocar elecciones o plantear una cuestión de confianza: "Continuaremos gobernando con la ambición republicana intacta" ha dicho.
Cataluña es un desierto parlamentario, un paisaje lunar en el que nadie gobierna ni asume la dirección política de la administración
No señor Torra, usted no gobierna nada y sobre nada, usted solo sobrevive en mitad de la inundación provocada por el independentismo, abrazado a un madero que lleva impresa la palabra independencia y esperando a ver si las aguas se retiran lo suficiente gracias a una sentencia condenatoria del Tribunal Supremo a los dirigentes secesionistas procesados y puede usted aprovechar esa circunstancia para convocar nuevas elecciones envuelto en el victimismo y en la reivindicación.
Porque eso es lo único que tiene Torra. En Cataluña no hay gobierno, no hay presupuestos -ni siquiera se atrevió a presentarlos a la cámara- y no hay parlamento. Es una institución en desuso y la prueba es el espectáculo que se desató este miércoles con motivo de la intervención de Inés Arrimadas, una escena que se ha visto mil veces repetida en las redes sociales y que no produce más que un intenso bochorno porque da una idea precisa del esperpento que se desata allí en las escasas ocasiones en que retoma su "actividad", por llamarla de alguna manera.
Cataluña es ahora mismo un desierto parlamentario, un paisaje lunar en el que nadie gobierna ni asume la dirección política de la administración ordinaria. Y así seguirá porque los independentistas ya no tienen más argumentos que conciten algún tipo de interés entre los suyos que los que se derivan del destino penal de los procesados. Y todo lo demás está al servicio de esa esperanza con la que pretenden volver a galvanizar a una población que no ve avances de ninguna clase en el camino hacia aquella Tierra Prometida en la que en otro tiempo tantos creyeron cierta y cercana.
Algunos de entre los suyos empiezan a no tragar y empiezan a estar indigestos de ficción. Es el caso de las CUP
Esa frustración es la que acusan las CUP, que han sido las artífices de que la moción del PSC haya salido adelante porque se ausentaron de la cámara en el momento de la votación y por eso el gobierno perdió por 61 votos contra 62. ¿Le importa eso al señor Torra? En absoluto: el vicepresidente del parlament, Josep Costa, el mismo que intentó impedir a la líder de Ciudadanos que pudiera intervenir libremente en el pleno, ha dicho que en realidad la votación ha sido "políticamente ganada" porque hay que sumar los votos de los cuatro diputados de JxCat que no están en el parlamento, votos imposibles de emitir porque esos cuatro -Puigdemont, Jordi Sánchez, Turull y Rull- están inhabilitados por los tribunales y ninguno de ellos aceptó en su día ser sustituido.
Pero da igual. En esto, como en todo, los independentistas se confeccionan un traje argumental a la medida de sus necesidades y envueltos en él tratan de convencer al mundo de que ésa es la realidad. Lo que sucede es que algunos de entre los suyos empiezan a no tragar y empiezan a estar indigestos de ficción. Es el caso de las CUP que, con ese gesto de ausentarse del parlamento a la hora de la votación han querido dejar patente el grado de debilidad en que sobrevive el gobierno.
Es un aviso, pero un aviso serio porque los anticapitalistas ya han comprendido que el independentismo se ahoga en su pulso frente al Estado y no están dispuestos a seguir comprándole a Quim Torra los abalorios argumentales de la independencia irredenta como si fueran joyas del mismísimo Tiffany's. Y exigen acción y quieren resultados, justamente lo que Torra no les puede dar porque no tiene ya nada que ofrecer. De modo que la izquierda radical tiene al gobierno catalán literalmente en sus manos y va a llevarle del ronzal hasta la convocatoria de elecciones anticipadas, lo cual se producirá previsiblemente antes de que acabe este año.
La izquierda radical tiene al gobierno catalán literalmente en sus manos y va a llevarle del ronzal hasta la convocatoria de elecciones anticipadas
Pero, ay, resulta que a las CUP le ha salido una facción respondona, el Poble LLiure, que se ha incorporado a una plataforma más a la izquierda que las propias CUP llamada Front Republicá, que, por primera vez en la historia de estas formaciones de la extrema izquierda catalana, se va a presentar a las elecciones generales con un propósito: quitarle un par de escaños a ERC y, según sus propias palabras, "ir a hacer un bloqueo del Congreso y evitar que ERC y los sucesores de Convergència puedan pactar con el Gobierno español".
De modo que a los independentistas burgueses les han salido unos contrincantes que están dispuestos a hacer leña de los restos del barco varado de la secesión y quieren venir a prenderles fuego al Congreso de los Diputados. Es lo que pasa cuando se abandona el camino de la moderación, que siempre aparece alguien más radical que el más radical, que busca desacreditar las ínfulas independentistas de ERC, JxCat, la Crida y demás formaciones secesionistas.
Y esto es lo que le está pasando al gobierno de Joaquin Torra, que está paralizado e inerme, sin acción de gobierno posible, sin presupuestos y sin apoyos parlamentarios que le permitan aguantar hasta ver si con la sentencia condenatoria del Supremo le llega un poco del oxígeno que ya le falta para volver a intentar vender la mercancía averiada que algunos ya no le quieren comprar. Y en manos de quien puede hacerle morder el polvo en cuanto así lo decida. Éste es su panorama.
Torra es ya sólo un cadáver que aún respira.
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