Y vive/con este engaño mandando, disponiendo y gobernando…". Utilizo el célebre monólogo de Segismundo en "La vida es sueño" para acotar, constitucional y políticamente, la actividad desarrollada por nuestro presidente del Gobierno en estos escasos -seguro que, para algunos, largos e intensos- meses de ocupación del cargo hasta el día de hoy, ya en puertas de una campaña electoral decisiva. Una actividad que, considero, escapa, por activa y por pasiva, de los límites constitucionales, ya que obvia las tareas legislativas y de control de las Cortes y está "presidencializando" la política, pretiriendo de esta forma al Parlamento y a la propia Jefatura del Estado
Es cierto que el presidente del Gobierno goza de competencias muy relevantes y numerosas recogidas, sobre todo, en los Títulos IV y V de la Constitución y en la Ley 50/97, del Gobierno. Ello es debido a consideraciones tanto políticas, al ser el líder político con mayor apoyo parlamentario -apoyos, en este caso, tan deplorables ética y políticamente como nazionalistas, golpistas y comunistas-, como a razones jurídicas, ya que el entramado institucional por el que se optó en 1978 fue muy similar al alemán, conocido como "régimen de Canciller", debido a la absoluta preeminencia del jefe de Gobierno dentro del poder ejecutivo y también en relación con el Legislativo, de cuya confianza depende.
Pero lo anterior no quita para que a) el presidente del Gobierno deba cumplir con las obligaciones que la Constitución establece como límites a sus funciones. Recuérdese la famosa frase de que "el poder controle al poder", pauta básica para que el ciudadano pueda disfrutar de sus derechos ante un poder que siempre tiende a absolutizarse; b) que el jefe del Ejecutivo no pueda asumir funciones atribuidas a, o compartidas con, otros órganos constitucionales; y c) que la ética y las costumbres políticas democráticas deben respetarse en beneficio del sistema y, sobre todo, del ciudadano de a pie.
El entramado institucional por el que se optó en 1978 fue muy similar al alemán por la absoluta preeminencia del jefe de Gobierno en el poder ejecutivo
Veámoslo con algunos ejemplos que denotan cómo Sánchez, que escribiría Calderón de la Barca, "manda, dispone y gobierna" como si ocupase él sólo todo el escenario institucional y político español, con los riesgos de populismo y caudillismo que ello supone. Y es que no estamos en la época del cuarto de los felipes ni ante el omnipotente Conde Duque de Olivares, no se olvide el pequeño matiz.
En cuanto al lado "pasivo", en lo referente al "no hacer" gubernamental, destaca, cronológicamente, por ejemplo, la negación del presidente del Gobierno a comparecer ante el Senado, Cámara legislativa a la que, primero, intentó vaciar de competencias y, después, dijo querer "prestigiar" con su ausencia (sic). Abundando en esta idea, recuerdo el intento gubernamental, al final no perpetrado, de ni siquiera presentar los Presupuestos para su aprobación ante las Cámaras.
Si atendemos al ámbito de sus acciones, dos reflexiones se me presentan sobre las demás, referidas a su relación con el Rey y con el Congreso de los Diputados. Por una parte, sus muy numerosos viajes al extranjero en estos meses, culminados de momento con el clímax de su foto con Obama, unidos a su prevalencia en los noticiarios de las televisiones públicas y privadas cuando algún Jefe del Estado viene a España, parecen ensombrecer la tarea de representación institucional que nuestro texto constitucional atribuye al Jefe del Estado.
Si además atendemos al incidente protocolario surgido en la recepción real con motivo de la celebración de la Fiesta Nacional de España en la que ocupó momentáneamente, junto a los Reyes, la posición de anfitrión, saludando a los invitados… ¡Pareciera que Sánchez se cree el Jefe del Estado! Es cierto que, al menos, el mensaje de Navidad no lo pronunció… todo hay que reconocerlo. Aunque ese ¿despiste? navideño quedó en un segundo término cuando en un reciente libro trufado de modestia, la escribana de turno, largamente pagada con nuestros impuestos, vino a consagrarle como el "favorito" del propio Felipe VI, como solucionador del embrollo convivencial actual. Lo cierto es que cualquier observador independiente daba por evidente dicho favoritismo, tanto de los méritos políticos y personales como por la comitiva mariachi de los Iglesias, Torra, Otegui y demás corifeos, acompañantes todos en su andadura gubernamental que califican, y cualifican, la dignidad de su indiscutible valía.
Sus numerosos viajes al extranjero, culminados de momento con el clímax de su foto con Obama, parecen ensombrecer la verdadera tarea de un presidente
Ya en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, la aprobación por el Gobierno de sucesivos decretos leyes en los que se observan medidas electoralistas y populistas, algo nunca visto en nuestra democracia, roza la esquizofrenia política y se acerca al populismo electoralista más descarado. Los "viernes sociales" son el ejemplo de la anti política, no sólo por la utilización bastarda de la administración y los recursos públicos en beneficio propio; mucho más peligrosa, si cabe, es la concepción patrimonialista del Estado y la ruptura del respeto institucional que conlleva. Veremos qué dictamina el Tribunal Constitucional, aunque su jurisprudencia al respecto ha sido siempre muy favorable a la concreción de la "extraordinaria y urgente necesidad" por el Gobierno y por el Congreso de los Diputados.
La reedición en esta semana del apoyo de comunistas, nazionalistas y partidos proetarras y golpistas para la convalidación de dichos decretos leyes cierran un círculo que ya le gustaría a Dante. Así el protagonismo en la política española ha pasado, con el gobierno de Sánchez, del consenso y el diálogo, al disenso y la confrontación cainita; se ha olvidado de personas como el recientemente fallecido Pérez Llorca para encumbrar a personajes tan deleznables como el convicto Otegui; ha derivado del socialismo valiente de los Múgica al de la cocinera Mendía. En fin…
El protagonismo en la política española ha pasado del consenso y el diálogo al disenso y la confrontación
Pero todo tiene su explicación, estimado y paciente lector. Con un Consejo de Ministros que ha demostrado su escaso bagaje político y de gestión, tanto el apoyo interesado en el Congreso de populistas, comunistas, independentistas y antiguos batasunos, como el latente golpe de Estado en la región catalana, o la más que evidente desaceleración de la economía, parecen motivos más que suficientes como para que cualquier psiquiatra entendiese normal la tendencia escapista del presidente del Gobierno, su egocentrismo y su obsesión por intentar estar por encima de la política cotidiana, su ninguneo al Parlamento, sus continuos viajes al extranjero, y su tendencia "presidencialista", sobre todo de cara a construirse una imagen de estadista que explotar de cara a estas elecciones en la que España se juega su ser o no ser.
Porque en estas elecciones, no nos engañemos, no se dilucida la prevalencia de un partido o de un dicotómico bloque derecha-izquierda; está en juego una realidad mucha más relevante como es la de España, la de España constitucional tal y como la creamos hace cuarenta años. Nuestra condición, en fin, de ciudadanos libres e iguales. Y, lamentablemente, el partido socialista, jibarizado intelectual y políticamente por Pedro Sánchez, sí, pero de manera voluntaria, se apoyó ayer y sigue coaligado hoy con los enemigos de la misma.
Olvidémonos del frenesí cotidiano y de las falsas ilusiones a los que alude Calderón al final del conocido monólogo que cito al comienzo y que utilizo en el título. Atendamos al bien de España y de los españoles, que en este caso, no es pequeño, ya que nos jugamos su propia existencia como Estado democrático, y despertémonos de este mal sueño. Soñemos, y trabajemos, entre todos, por una España mejor. El 28 de abril decidiremos nuestro futuro, Ojalá y Dios quiera que acertemos.
José Manuel Vera Santos, catedrático de Derecho constitucional en la Universidad Rey Juan Carlos y editor de www.constitucionparatodos.com
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