Cada vez hay menos palabras y más puñaladas. Tanto en la campaña electoral como en la recién estrenada última temporada de Juego de Tronos. Atrás quedaron los diálogos inteligentes y las estrategias sofisticadas para hacerse con el poder, ahora todo son batallas con efectos especiales sin mayor profundidad narrativa. Y en la serie, también.
La ventaja de esta creciente degeneración hacia la superficialidad y el espectáculo, en detrimento de las tramas profundas, que comparten las serie de la HBO y la campaña del 28-A es que así podemos seguir estirando esta cansina manía de hacer comparaciones de la actualidad política con el Trono de Hierro sin tener que forzar mucho la metáfora.
Atrás quedaron los tiempos en que un capítulo de Juego de Tronos servía para analizar los entresijos del poder y el liderazgo. Las últimas dos o tres temporadas hubieran dado tanto de sí para un tratado sobre la democracia como el desfile de candidatos en casa de Bertín.
Cuando la serie basada en los libros de George R. R. Martin empezó en 2011, el contexto político también era otro. Era el año del 15M y la Primavera Árabe. El debate era entonces si las redes sociales traerían más libertad al mundo y la indignación ciudadana sería el motor del cambio hacia una democracia más justa y menos corrupta. Han pasado ocho años de aquel 15-M, igual que del estreno de Juego de Tronos. Twitter se ha llenado de caminantes blancos que hackean elecciones. Y la indignación que ahora recorre Europa ya no grita contra los políticos ni la austeridad sino contra la inmigración y la propia UE.
La indignación que ahora recorre Europa ya no grita contra los políticos ni la austeridad sino contra la inmigración y la UE
También en estas ocho temporadas la política española se ha desecho sin piedad, como es tradición en la serie de los Lannister y los Stark, de algunos de sus protagonistas más emblemáticos. Queda casi tan lejos Rubalcaba como Rajoy. Adiós en las últimas temporadas también a Sáenz de Santamaría y Cospedal. Errejón es otro de los presuntos personajes principales de la trama que han desaparecido de la política nacional, igual que su ex amigo Pablo Iglesias ha pasado de creerse Daennerys a conformarse con un papel secundario.
Pero lo más preocupante es que en la campaña electoral del 28-A la violencia no está solo en las metáforas ni en los insultos que se despachan cada vez con más bochornosa soltura los candidatos. También ha llegado a la calle. Que se lo digan a Cayetana Álvarez de Toledo en la Universidad Autónoma de Barcelona y a Albert Rivera o Maite Pagaza en Rentería. Tanto a la candidata del PP como a los de Ciudadanos, unos grupos de exaltados que echaban fuego por la boca les han tratado de impedir expresarse libremente. Y aquí la violencia no son efectos especiales ni estos dragones rompen cadenas.
Ojalá en esta campaña pudiéramos también escuchar argumentos inteligentes en vez de insultos entre los que quieren gobernarnos
Ojalá esta última temporada de Juego de Tronos nos sorprenda y, en vez de volcarse en batallas campales y dragones voladores, vuelva a centrarse en la política de los dilemas humanos. Y ya puestos, aunque sea abusar de la fantasía, ojalá en esta campaña pudiéramos también escuchar argumentos inteligentes en vez de insultos entre los que quieren gobernarnos. Aunque si algo nos ha enseñado esta serie es a no encariñarnos con ninguno de los protagonistas.
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