Nada permite aventurar que las elecciones de este domingo vayan a aclarar la situación política nacional y asegurar un cierto nivel de estabilidad para los próximos cuatro años. De hecho, el panorama augurado por los sondeos, aunque falibles, ahonda en la fragmentación con la aparición de nuevos actores políticos que, como Vox, añaden incertidumbre sobre la incertidumbre. Descartado un gran pacto a la alemana que los militantes y votantes de PSOE y PP no perdonarían a sus partidos, España parece obligada a una suerte de carambola a varias bandas para superar una investidura, pero que hará de la gobernabilidad un ejercicio de funambulismo.

Pablo Iglesias, que en esta campaña ha ido de menos a más, lo dijo muy claro en los dos debates televisivos de RTVE y Atresmedia: España está abocada a gobiernos de coalición. Parece una obviedad, pero no lo es en la medida que en nunca se ha ensayado en nuestro país esta fórmula para el gobierno central. Seguimos adoleciendo de falta de cultura pactista seria, impedida por el cortoplacismo y, muchas veces, por el aventurerismo político.

No deja de ser paradójico que esta haya sido en realidad la campaña electoral más corta para las legislativas más importantes. Y lo son porque queda por resolver el órdago independentista catalán y afrontar la nueva desaceleración económica que, según todos los indicadores, se nos viene encima.

Nada permite aventurar que las elecciones vayan a aclarar la situación política y asegurar un cierto nivel de estabilidad para los próximos cuatro años

En cambio, hemos asistido a una lucha por la hegemonía en el centro-derecha entre PP, Ciudadanos y Vox, que puede deparar muchas sorpresas, y a un presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decidido a dar a esta campaña no un tono bajo, sino subterráneo, haciéndola coincidir hasta con las vacaciones de Semana Santa y soslayando, en un programa de 500 medidas, cualquier referencia a Cataluña.

En su fuero interno, muchos dirigentes del PSOE verían como un mal menor un pacto con la formación de Albert Rivera en caso de que la aritmética electoral lo permitiera. A pesar de la negativa tajante del líder de Ciudadanos, sólo habría que esperar un tiempo prudencial para ir dejando que el nuevo relato del sacrificio por el país fuera calando. Todo apunta a que Sánchez no suma con Podemos, ni siquiera con el añadido del PNV. ¿Volvería a mirar hacia ERC, ahora en coalición con Bildu, y al PdeCat? Sabe que ese es un ejercicio de riesgo.

Todo apunta a que Sánchez no suma con Podemos, ni siquiera con el añadido del PNV. ¿Volvería a mirar hacia ERC, ahora en coalición con Bildu, y al PdeCat?

En lo que concierne a PP, Ciudadanos y Vox, el escenario se complica aún en el caso de que sumaran mayoría absoluta. La  clave está en el comportamiento electoral de la formación de Santiago Abascal. Puede pasar de ser un convidado de piedra, como en Andalucía, a comer en la mesa de los mayores en función de la  fuerza de sus escaños y de hasta un hipotético sorpasso a los “naranjas”. De hecho, el líder del PP, Pablo Casado, ya ha abierto a Vox la puerta del Gobierno, cosa que a Rivera se le debe haber atragantado.

Admitiendo que todo puede pasar en esta jornada electoral, la conformación del futuro gobierno no se presenta fácil. Ni siquiera está exorcizado el riesgo de un nuevo bloqueo político como el de las elecciones del 20 de diciembre de 2015. El escenario de repetición electoral dejó de ser una entelequia. Pero llegado ese punto, sí cabría preguntarse si la actual clase política está a la altura de lo que se espera de ella.