La situación en Venezuela se corresponde con la definición que de los procesos revolucionarios hace Antonio Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".
Nicolás Maduro, un sátrapa que heredó el poder de Hugo Chávez en 2013, ha llevado a su país al caos más absoluto, con una inflación que ha batido récords que parecían imposibles de superar, con desabastecimiento de alimentos y productos básicos, como medicinas que en cualquier ciudad europea podrían adquirirse a bajo coste en cualquier farmacia. Todo ello, en un país que cuenta con las mayores reservas de crudo del planeta.
Maduro representa lo viejo. Se sostiene en el poder porque forma parte de una estructura militar corrupta que se ha enriquecido gracias al expolio de las empresas públicas y, en algunos casos, por su participación en el negocio del narcotráfico.
El 11 de enero de 2019 el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, anunció que asumiría la presidencia, como "presidente encargado", hasta la convocatoria de nuevas elecciones, según recoge el artículo 233 de la Constitución.
De forma casi inmediata, más de 50 países reconocieron a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. La mayoría de los países lationamericanos (entre ellos Brasil), Estados Unidos y la mayoría de los miembros de la la Unión Europea, entre ellos España.
Maduro, que representa lo viejo, forma parte de una estructura militar corrupta que se ha enriquecido gracias al expolio
Se establecía en Venezuela, de hecho, una dualidad de poderes. Uno, el de Maduro, sostenido por la plana mayor de las Fuerzas Armadas y con el respaldo callejero de las milicias bolivarianas; otro, el de Guaidó, legítimamente sustentado en la voluntad popular y reconocido por la comunidad internacional, con las excepciones relevantes de Rusia, China y Cuba.
Venezuela se convirtió en el teatro de operaciones de la nueva política de bloques. Una renovada guerra fría con un tercer actor con ansias de protagonismo: China.
¿Qué ha ocurrido en estos más de tres meses desde la proclamación de Guaidó? Prácticamente nada, excepto que la pobreza se ha extendido aún más entre la población y algunos militares aislados han declarado su lealtad al "presidente encargado".
Así las cosas, el pasado lunes, en un golpe de audacia Guaidó, acompañado por un grupo de militares, liberó al líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, en arresto domiciliario desde 2017, acusado de "incitar a la violencia". Muchos pensamos que era el comienzo del fin de la dictadura de Maduro. Una especie de asalto al Palacio de Invierno sin posible marcha atrás.
Guaidó y López se pasearon por las calles, rodeados de manifestantes que les aclamaban, en un desafío sin precedentes al régimen. Pasaron las horas, muchas horas, hasta que, de madrugada, el presidente apareció rodeado de sus fieles para declarar como fracasada la "escaramuza golpista".
Mientras tanto, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, declaró a la CNN que Maduro había aceptado marcharse de Venezuela, que tenía un avión preparado para conducirle hasta La Habana y que, en el último momento, desistió de su propósito por presiones de Rusia. Tanto la embajada rusa en Venezuela como el ministerio de Asuntos Exteriores ruso han desmentido esa información, calificándola de fake new.
Sin embargo, parece que sí que había un plan de largo alcance que tenía como desenlace la huida de Maduro a Cuba. El asesor de seguridad de la Casa Blanca, John Bolton, dijo también a la CNN que el ministro de Defensa, Vladimir Padrino; el presidente del Tribunal Supremo, Mikael Moreno, y el comandante de la guardia presidencial de Maduro, Rafael Hernández, habían manifestado en privado a fuentes de la administración Trump que Maduro debía irse.
Acosado, el dictador podría lanzar un último y sangriento zarpazo, desatando una brutal represión. Los monstruos amenazan
Es decir, que cuando Guaidó acudió al domicilio de Leopoldo López contaba con una reacción en cadena de adhesiones dentro del Ejército que concluirían en la salida forzada del dictador. Todo apunta a que altos mandos de los servicios de inteligencia venezolanos (SEBIN) estaban al tanto de la llamada Operación Libertad, que debía constituirse en un golpe definitivo contra Maduro.
Las cosas ahora están en el aire. Miles de personas salieron a la calle en la jornada del 1º de mayo, convocadas por Guaidó. La dualidad de poder se mantiene inestable.
En ese claroscuro todo puede ocurrir. Ni Rusia, ni China quieren dejar caer a Maduro, con el que han alcanzado compromisos financieros y económicos de calado aprovechando su debilidad. Estados Unidos ha ido demasiado lejos como para abandonar al líder de la revuelta democrática a su suerte. Acosado, el dictador podría lanzar un último y sangriento zarpazo, desatando una brutal represión, que sería seguida de un enfrentamiento civil. Los monstruos amenazan a Venezuela, con el pueblo como víctima.
Al tiempo que en España, el líder del populismo de izquierdas Pablo Iglesias, califica de "falso presidente" a Guaidó y respalda a Maduro. Este es el hombre que se postula ante Pedro Sánchez como socio para "un gobierno estable". Esperemos que no le conceda la gracia de otorgarle la cartera de Exteriores.
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