Albert Rivera acude este martes a Moncloa por primera vez tras las elecciones del 28-A, en cuya campaña buscó abiertamente la confrontación directa con Pedro Sánchez. El presidente del gobierno y el líder de Ciudadanos protagonizaron los momentos más tensos de los dos debates televisados. La relación personal entre ambos prácticamente no existe y es público y notorio que ninguno de los dos ha puesto de su parte para rebajar la tensión.

Pero Sánchez y Rivera están condenados a entenderse. O deberían estarlo. El resultado de las elecciones generales ha dibujado un parlamento en el que el PSOE, a pesar de tener una clara ventaja sobre el segundo partido más votado, necesita de apoyos para gobernar. La matemática es testaruda: ambos partidos suman 180 escaños. Un posible acuerdo posibilitaría un gobierno estable con capacidad para afrontar los difíciles retos, como Cataluña o la desaceleración económica, que debe afrontar España en los próximos años.

Es de sobra conocido que las organizaciones empresariales y las instituciones europeas verían con buenos ojos un gobierno de Sánchez con el aval de Rivera. Ese hecho ha sido utilizado como argumento por Podemos para afear al PSOE un posible acercamiento a Ciudadanos, bajo la excusa de que es lo que quieren los ricos y los poderosos. Lo que pasa es que Pablo Iglesias necesita que Sánchez le necesite para gobernar y la opción de Rivera le dejaría fuera de juego en esta legislatura.

En un movimiento táctico no exento de lógica, este lunes el presidente del PP, Pablo Casado, invitó a Ciudadanos a abstenerse para facilitar la investidura de Sánchez. Al mismo tiempo, el número tres del PSOE, José Luis Ábalos dejaba claro (no es la primera vez que lo hace) su preferencia por Ciudadanos como aliado del gobierno.

Casado piensa que si Rivera facilita la investidura de Sánchez le deja el terreno abierto para ejercer como líder indiscutible de la oposición. Eso reforzaría su papel y le permitiría argumentar que la única alternativa real al PSOE es el PP. Por su parte, Ábalos lanza la idea no tanto porque piense que puede ablandar a Rivera, sino porque le quiere recordar a Iglesias que no es imprescindible para gobernar.

El líder de Cs no puede mostrar sus cartas a menos de tres semanas del 26-M. Pero eso es una cosa y otra es que se cierre definitivamente a pactos con el PSOE

Rivera, que junto al líder del PSOE, ha sido el gran triunfador del 28-A , tiene difícil cambiar ahora -a tan sólo ocho días de las elecciones- unos de los ejes esenciales de su campaña: echar a Sánchez de La Moncloa. Y no sólo porque quede poco estético, sino porque su objetivo sigue siendo desplazar al PP como partido hegemónico del centro derecha. Rivera quiere ser el jefe de la oposición, aprovechando el momento de debilidad que se vive en Génova 13.

Todo ello nos lleva a concluir que en la reunión de este martes no habrá ni siquiera un atisbo de un nuevo Pacto del Abrazo (aquel que alcanzaron Sánchez y Rivera en 2016 y que fue frustrado por Pablo Iglesias).

Para Rivera sería suicida anunciar su apoyo a Sánchez a menos de tres semanas de unas elecciones municipales, autonómicas y europeas en las que piensa que puede dar el golpe de gracia al PP con un sorpasso en votos en las europeas y un triunfo indiscutible en Madrid.

Casado piensa que si Rivera facilita la investidura de Sánchez le deja el terreno abierto para ejercer como líder indiscutible de la oposición

Pero una cosa es que a Rivera no le convenga ahora alimentar la esperanza de un pacto y otra que se cierre a él de manera definitiva. De hecho, hay tiempo para decidir sobre la investidura hasta después del 26-M.

Teniendo en cuenta los intereses de España está claro que es mejor un gobierno de Sánchez (aunque sea en solitario) con un respaldo programático de Ciudadanos, que un gobierno socialista sustentado por Podemos y los independentistas. Eso lo tiene claro no sólo el mundo económico, sino también una parte importante de los votantes de Ciudadanos.

Por tanto, lo que se le puede reclamar a Rivera ahora no es que se comprometa a dar luz verde a la investidura de Sánchez, sino que no se cierre la puerta a posible acuerdos en el futuro. Una vez despejado el panorama electoral del 26-M el líder de Ciudadanos podrá decidir con menos presión y con una perspectiva de medio y largo plazo. Rivera no puede limitar su acción política a un "No es no" a Sánchez.