Los ha habido ricos y hasta muy ricos, por lo menos que sepamos, lo cual ha sucedido desde que es obligatorio consignar el patrimonio y darlo al conocimiento público, lo cual se produjo tan sólo a partir de 2011. Pero ninguno tan rico como Marcos de Quinto. Porque hemos conocido que una ministra como Isabel Celáa, de Educación en el Gobierno de Pedro Sánchez, posee con su marido un patrimonio de casi 4 millones de euros, bien es cierto que muy por encima de lo que declaró. Y supimos en su día que Cristina Garmendia, que no fue diputada pero sí ministra de Ciencia e Innovación en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, atesoraba una fortuna de casi cinco millones. También que Pedro Argüelles, que fue secretario de Estado de Defensa con el gobierno de Mariano Rajoy, consignó un patrimonio de algo más de 18 millones de euros. Y que Montserrat Gomendio, ex secretaria de Estado de Educación con el gobierno de Rajoy, declaró más de 14 millones.
Muchísimo dinero para el común de los mortales pero una verdadera minucia si lo comparamos con los 41 millones de euros que se dispone a declarar el diputado raso de la oposición, recién elegido por el partido de Ciudadanos en el número dos de la lista por Madrid, justo detrás de Albert Rivera. Esa es una cifra mareante que seguramente le va a acarrear más de un problema de orden político porque en nuestro país el poseer una gran fortuna, aunque sea ganada a pulso y honradamente, como es el caso, suele ser motivo de reproche y, por supuesto, de sospecha.
Que un señor con esa fortuna forme parte de una lista electoral debería ser recibido como una garantía de que no se va a dedicar a "forrarse"
Y, sin embargo, debería ser todo lo contrario. Que un señor con esa fortuna decida formar parte de una lista electoral para el Congreso de los Diputados debería ser recibido como una garantía de que no se va a dedicar a "forrarse" como en su día confesó un político conservador en el transcurso de una conversación privada. Marcos de Quinto ya está "forrado" y, por lo tanto, no tiene la menor necesidad de implicarse en asuntos oscuros que no le darían en todo caso unos beneficios que para él no alcanzarían ni siquiera la consideración de calderilla.
Y mucho más meritorio es que su ingente patrimonio -no es Amancio Ortega, uno de los hombres más ricos del mundo, pero sí es lo más boyante que ha pisado en los últimos 40 años las alfombras del Palacio de San Jerónimo- esté en A, es decir, sea dinero y propiedades en blanco, que es lo que él mismo ha declarado a Marta García Aller.
Desde luego, todo lo que consigne en la declaración de bienes que tiene la obligación, como todos, de presentar en el Congreso, le será examinado hasta el último céntimo, así que más le vale que lo que ha dicho de que todo es perfectamente legal sea verdad. Porque, a partir del momento en que esa declaración sea pública, no habrá cuenta corriente, ni paquete de acciones, ni casa, ni piscina de su propiedad que no sea escudriñada por quienes esperan encontrar entre esos montones de euros, más grandes que los que acumulaba en los tebeos de la época el Tío Gilito, algún renuncio, alguna trampa, algo que permita derribar esa imagen, tan poco habitual en el imaginario popular, del rico honrado.
Porque eso es lo que hay. Marcos de Quinto es un señor que se ha ganado la vida muy bien pero a pulso y que ha subido en la escala profesional hasta ocupar un lugar privilegiado en la cúpula de una multinacional tan poderosa como Coca-Cola. Y eso tiene, como no podía ser menos, una traducción económica apabullante. Eso no es sorprendente. Lo sorprendente es que un rico honrado se dedique a la política. Pero no debería serlo tanto. Si esto no fuera España sino los Estados Unidos, la cifra que va a consignar el flamante diputado de Ciudadanos no sorprendería a nadie porque la lista de congresistas, senadores y presidentes norteamericanos que poseen grandes fortunas es interminable.
Lo sorprendente es que un rico honrado se dedique a la política. Pero no debería serlo tanto
Pero aquí nos hemos acostumbrado a políticos cuya única carrera profesional es la que ha recorrido dentro de su partido que, de ese modo, es su único modo de vida. Hay, por supuesto, diputados que tienen otra profesión, y eso es casi siempre una garantía de que no se va a aferrar al cargo o al escaño porque sabe que puede ganarse la vida de otra manera fuera de la política. Pero, en general, nuestra idea del diputado es la de un hombre o una mujer de origen modesto o, todo lo más, de clase media. Pero no hemos visto a un rico como éste que haya decidido presentarse a unas elecciones como diputado del montón.
Ya puede el señor De Quinto prepararse para que se le echen en cara en forma de reproche todos los planteamientos que se disponga a defender en la Cámara, sobre todo los que tengan un sello liberal. Siempre habrá quienes le digan que cómo va a tener él un planteamiento social y solidario con semejante patrimonio. Serán reproches de una simpleza desarmante y de una miopía deprimente pero se los harán. Que no le quepa ninguna duda.
Sin embargo, hay que decir que tiene un enorme mérito que un hombre que no tiene la menor necesidad de ganarse la vida porque la tiene más que cubierta, tenga la generosidad de dedicar los próximos cuatro años a intentar elaborar leyes que mejoren la existencia de los españoles, a contribuir a convertir la política de nuestro país en un espacio más habitable. Y que pondrá al servicio de los ciudadanos los conocimientos adquiridos a lo largo de una vida de éxitos profesionales.
Sabemos de antemano que no va a robar, cosa que, a tenor de lo visto, no se puede decir de muchos de los que han pasado por el Congreso
Por lo pronto, ya tenemos la garantía de que no ha venido a beneficiarse personalmente porque llega ya beneficiado de casa. Y eso en todos los órdenes. En definitiva, y hablando en crudo, sabemos de antemano que no va a robar, cosa que, a tenor de lo visto en los últimos años, no se puede decir de muchos de los que han pasado por el Congreso de los Diputados o por los parlamentos autonómicos.
Va a ser una rara avis dentro del hemiciclo. Pero una avis que seguramente aportará un plus de dignidad al últimamente tan denostado en el oficio de político. Será la suya una tarea dura y seguramente amarga, pero es la que él ha elegido. Bienvenido a la arena del coliseo.
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