Pues sí, esta noche empieza la campaña electoral, la siguiente campaña en este país que está siempre encampañado como otros sitios están siempre nublados, por clima y por carácter. El español es ya como el señor londinense con paraguas, pero con la papeleta, con el garrote, con la pedrada política en la mano, y que se levanta con el sonido de tetera de las tertulias. El londinense sale con un gancho de tela contra la inevitabilidad de la lluvia y el español sale con un gancho de carne contra la inevitabilidad de la política y sus políticos, pero con la misma actitud imperial de orgullo, costumbre y más o menos elegante contrariedad.
La gente dirá que está harta, pero es mentira. Contra el vecino, contra el cuñado, contra el aburrimiento, sólo tenemos el fútbol y la política, y el fútbol cada vez deja más huérfanos y más pronto, en cuanto tu equipo se descuelga por la parte de la publicidad del purito del carrusel deportivo. Parece que muchos no sabían que empezaba esta noche la campaña, la otra, la que sea, la que toca, así que yo quiero darle el alegrón, el gran abrazo español, un abrazo como de Alfredo Landa, al compatriota que se va a echar otra campaña como un trabajo alemán o un verano de suecas o esas cosas de Landa.
No tenemos tantas gafas para tantas distancias de la política, y por eso la campaña suele ser siempre la misma
Elecciones europeas, elecciones municipales, elecciones autonómicas donde toque, y todo esto poco después de unas elecciones generales. En realidad, no tenemos tantas gafas para tantas distancias de la política, y por eso la campaña suele ser siempre la misma, una campaña como de miope, pero ahora con más razón. Hay quienes están pensando en una segunda vuelta de las generales, en corregir el voto desviado o el guantazo que se pegó él mismo queriendo dar lecciones históricas; hay quien quiere justificarse y hay quien quiere redimirse, así que estas elecciones prometen ser interesantes. Estarán todos pendientes en el desquite o en la autoafirmación y lo de menos va a ser Europa o incluso el alcalde.
Europa no le importa a nadie, creo yo. Es una lejana burocracia abovedada que está ahí como estudiando todavía su mapamundi antes siquiera de sentarse a hacer cosas, una convención de geógrafos o navegantes enfrascados en discusiones copernicanas que nunca hemos entendido. Nos afecta, sin duda, pero han conseguido que nos dé igual. A Europa se van a morir por segunda vez los muertos políticos o se van los nuevos a hacer el Erasmus del partido, así que es como un crucero hortera y carísimo. Nos queda, eso sí, el morbo de saber qué pasará con Puigdemont y el resto de su tropa en rebeldía. Puigdemont cada vez se parece más a Jimmy Jump, ese tío que salta a hacer el ganso en eventos de masas. Lo mismo a Puigdemont le da por lo mismo, saltar a hacer el ganso, y se lo acaban llevando los guardias. Aparte de eso, la mayoría esperará ver un voto repensado de las generales para darse moral, consuelo o finiquito.
Europa no le importa a nadie. Nos afecta, sin duda, pero han conseguido que nos dé igual
El alcalde es otra cosa, nos tiene que arreglar las farolas y nos va a atropellar en bicicleta o en autobús (él mismo o por intermediación de heraldos mágicos o ideológicos), así que seguro que lo elegimos apuntando de otra manera. Pero aun así estaremos mirando si el PP respira acaso por algún canalón municipal. O si se mantienen esos “ayuntamientos del cambio” que a lo mejor sólo cambiaron la política por el guiñol y el concejal de marisquería por el concejal de reguetón, estilo Ada Colau. A Podemos y sus franquicias de cielos felices o desabastecidos puede que sólo les quede eso, sus ayuntamientos tarta. Y entrar en el gobierno de Sánchez. Más allá sólo ven la decadencia.
El poder autonómico también lo miraremos como cartas de la gran timba nacional. Especialmente Madrid, donde Ciudadanos quiere rematar al PP despeñándolo por el barranco simbólico del centro del país y de las ideologías. El PP de Casado no sabe ya si es derecha o centro, oposición o planta de interior de Sánchez. En realidad, Casado y Sánchez coinciden en querer ningunear o destruir a Rivera, así que hay una especie de alianza antigua, endeble y distante de la aristocracia bipartidista contra el advenedizo Rivera que sin duda se dejará ver estas dos semanas.
Casado y Sánchez coinciden en querer ningunear o destruir a Rivera, hay una especie de alianza antigua
En cuanto a Vox, cuyo trote ranchero y barbilla escayolada les lleva a seguir siendo contraproducentes para su mismo electorado a la vez que un orondo caballo de Troya de Sánchez, empezaremos a vislumbrar si su futuro es ser pedrada en el agua o cardo en la arena.
Esta campaña, de muchas urnas, muchos frentes y mucha balística, en realidad lo parará todo. Todo está en espera, no por Europa ni por los concejales del alumbrado, sino por la gobernabilidad nacional. Por lo demás, ya digo, será la de siempre. Esa campaña a la que el español sale como al bar, a quejarse, a pelearse, a fardar y a perder al final.
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