En Podemos no ganan para sobresaltos. Después de la salida en forma de goteo incesante de tantos dirigentes, ahora parece que se suma la pérdida del favor de los "jefes", o más bien de la "jefa" por parte de su secretario de Organización, Pablo Echenique. Se le acusa de no haber sabido gestionar las crisis que, como los hongos, le han salido a la formación morada en las largas antevísperas de las elecciones generales, lo cual le ha valido al partido un monumental batacazo al que el propio Pablo Iglesias se esfuerza por quitar importancia con la promesa de tiempos mejores en forma de carteras en el futuro Gobierno de Pedro Sánchez.
Y en esa tensión dialéctica entre la realidad y los análisis postelectorales que hace la cúpula de Podemos siguen apareciendo víctimas ya confirmadas y víctimas todavía potenciales. Todas ellas van a cargar inexorablemente con la responsabilidad de unos resultados pésimos en las elecciones generales, resultados de los que no se hacen cargo ni por asomo ninguno de los dos miembros de la pareja Iglesias-Montero.
Ahora sabemos que señora Montero les montó la semana pasada una tangana a los secretarios generales autonómicos que asistían a una reunión convocada por Iglesias para abordar las elecciones del 26 de mayo. Les acusó de tener la culpa de los pobres resultados obtenidos el 28 de abril. Es decir, se sacudió de encima, sin que se le moviera un pelo, toda la responsabilidad que ella misma, como miembro de la dirección del partido, ha podido tener en lo sucedido.
Las formidables tensiones internas, las sonoras crisis a las que hemos asistido todos los ciudadanos interesados en los avatares de la vida política española, las espectaculares rupturas como la del número dos de Podemos, Íñigo Errejón, la sonada salida de Ramón Espinar, que se ha sumado a la ya demasiado larga lista de "apartados de la derecha del Padre" no se han tenido en cuenta en absoluto a la hora de establecer las causas de lo que ha sido sin duda un fracaso de la estrategia decidida -esto no se puede ignorar- por el núcleo duro de una dirección encabezada exclusivamente por Pablo Iglesias y por Irene Montero al alimón.
Pero ése es un comportamiento poco honesto intelectualmente. Eludir toda responsabilidad para adjudicársela a quienes pueden haber cometido errores pero en cualquier caso han sido seguidores y víctimas en última instancia de unos modos de hacer y de los enfrentamientos producidos en la cúpula del partido es una manera muy fácil de persistir en el error, que es justamente a lo que propiamente puede llamarse errar.
Pedro Sánchez no va a meter a Podemos en el Gobierno sencillamente porque no lo necesita
Y eso es lo que está haciendo Irene Montero mientras Pablo Iglesias persiste en reclamar machaconamente a Pedro Sánchez que le meta en el gobierno, cosa que Sánchez no va a hacer sencillamente porque no lo necesita. La insistencia de líder de Podemos en la inminencia de un co-gobierno empieza a resultar patética porque más que una exigencia está empezando a parecer una súplica.
Y eso es así porque es evidente que Iglesias necesita enjugar de alguna manera sus malos resultados electorales con la promesa de unos trofeos que nadie le ha ofrecido hasta el momento porque si Sánchez le hubiera prometido algo así, o una fórmula similar, el podemita se habría lanzado al primer micrófono de guardia para anunciar a los cuatro vientos la buena nueva, la culminación de sus sueños, la recompensa a sus desvelos, el bálsamo para su derrota. Pero eso no ha sucedido.
Por esa razón Iglesias tuvo que salir de su entrevista con el presidente en funciones diciendo eso tan hueco y tan poco comprometido de que "estamos de acuerdo en ponernos de acuerdo" que es tanto como no decir absolutamente nada porque lo cierto es que de esa reunión salieron buena palabras y promesas de colaboración pero no salió ninguna oferta concreta y ningún logro tangible para que el doliente Iglesias pudiera ofrecer a los suyos algún consuelo.
Pero, ademas de servirle para tratar de tapar con la capa de una promesa de tiempos mejores el magullado cuerpo político de la formación, Pablo Iglesias insiste en manejar ese anuncio inconcreto y etéreo de un futuro co-gobierno por otra razón: porque él necesita parar la fuga de votos -1.900.000 se le han ido de una sola tacada en estas elecciones generales- y cree que la promesa de entrar en el Ejecutivo es lo suficientemente sugestiva como para convencer a una parte de su electorado de que el voto a Podemos sigue teniendo una rentabilidad muy concreta. Digo a una parte de su electorado porque hay otra parte, como la que encabeza Teresa Rodríguez en Andalucía, y no es la única, que es frontalmente contraria a esa entrada en un futuro Gobierno del PSOE.
El PSOE se basta y se sobra para gobernar en solitario y establecer pactos puntuales
Pero es la baza que le queda a Iglesias después de haber intentado convencer a sus militantes de que Podemos resulta imprescindible para frenar a "la derecha y la ultraderecha". Lo malo es que no es verdad porque los resultados electorales han dejado a PP y a Ciudadanos muy lejos de poder suponer una amenaza para el presidente en funciones. El PSOE se basta y se sobra para gobernar en solitario y establecer pactos puntuales con el partido morado o con Ciudadanos si llega el caso. Podemos puede hacer de ayudante del Gobierno, y lo hará, pero sin formar parte de él.
Otra cosa será que Sánchez quiera tener un poco contento a Pablo Iglesias para lo cual no dudará en dedicarle algunas atenciones que le distingan de las demás formaciones políticas. Pero ya se puede ir olvidando de ocupar carteras porque ese sueño no se le va a cumplir. Tendrá que esperar al 26 de mayo para ver si su formación es necesaria -que lo será- para cerrar pactos en ayuntamientos y comunidades. Ahí sí que podría ocupar un sitio relevante el partido de Pablo Iglesias sumándose a los resultados del PSOE, que se prometen muy favorables también, para desesperación del centro derecha, en la ciudad y en la Comunidad de Madrid.
Ahora bien, por lo que refiere a varias sillas -ni siquiera a una sola- en el Consejo de Ministros, ya se puede ir olvidando el líder morado. Sánchez no va a compartir la gloria de la legislatura con alguien con que ni siquiera suma con él la mayoría absoluta necesaria para salir presidente en la primera votación de la sesión de investidura. Los humos de Iglesias están determinados por la necesidad, pero no son más que eso: humo.
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