La batalla de Madrid tiene, en principio, una clara favorita: Manuela Carmena. Su gestión al frente del Ayuntamiento no pasará a la historia. Madrid sigue sin revolver los graves problemas endémicos propios de una gran ciudad: atascos, suciedad, ruido, carestía, escasez de viviendas, barrios marginales, violencia, etc.
Carmena ha gestionado el consistorio sin grandes metas, pero también sin disparar su deuda. No ha querido dejar su huella, como Alberto Ruiz-Gallardón que soterró la M-30 y trasladó la sede municipal al emblemático edificio de Correos en la Plaza de la Cibeles. Si la dejaran, devolvería la alcaldía a la Plaza de la Villa, en el Madrid de los Austrias, un edificio poco funcional pero más entrañable.
Lo que ha caracterizado a la alcaldesa es que no ha seguido las directrices de Podemos, sino su instinto de mujer sensata, que le ha hecho conectar con un ciudadano progresista, votante de izquierdas, pero moderado, partidario de una convivencia amable. Carmena invita a magdalenas a Esperanza Aguirre y a empanadillas a Íñigo Errejón. ¿Se puede ser más castiza?
La ex juez ha cogido el programa de Podemos y lo ha tirado a la papelera por antiguo. El otro día en Onda Cero, Carlos Alsina le preguntó si los fondos buitre eran los culpables de los altos precios de los alquileres en Madrid y ella respondió desbaratando el argumento por demagógico: "Lo que tienen los fondos buitre es una parte muy pequeña. El problema fue que se les vendiera a fondos buitre viviendas sociales. Pero la culpa de los altos precios de los alquileres no la tienen los fondos buitres, la tiene el aumento de la demanda de los jóvenes, que no se pueden comprar una vivienda porque no tienen seguridad en el empleo". Incluso se ha atrevido a dar luz ver a grandes proyectos urbanísticos, como el del Calderón o Nuevo Madrid Norte, calificados por algunos dirigentes de Podemos como operaciones especulativas del capitalismo más rancio. A ella no le importa y, aunque conserva un punto sectario, tiene la habilidad de dar una imagen nada dogmática: "Creo en las personas, no en los partidos", afirma, en un revisionismo histórico que algunos de sus ex camaradas (militó en el PCE entre 1965 y 1981) no le perdonarían.
Cuando Carmena hizo una limpia en el Ayuntamiento y echó a los podemitas de las concejalías, comenzó la carrera para volver a ganar las elecciones. Con un olfato que para sí quisieran muchos políticos profesionales con trienios a sus espaldas, la alcaldesa se dio cuenta de que la marca ganadora era ella y de que, al marcar su impronta, se estaba liberando de la debacle del partido de Pablo Iglesias, con el que, dijo, no tenía "nada de qué hablar". No contenta con ese desplante, ha recogido en sus brazos protectores a Errejón, el cofundador de Podemos con cara de chico bueno que ha decidido enfrentarse a su ex camarada y ex amigo en Madrid, donde nació y se fortaleció el partido heredero del 15-M.
Una de las claves para que Carmena tenga opciones de repetir como alcaldesa ha sido su ruptura con Podemos, darse cuenta a tiempo de la toxicidad de Iglesias
Carmena ha recogido la herencia de Tierno Galván, un alcalde que anticipó en 1979 la barrida de la izquierda en 1982 y que se aupó a la alcaldía a hombros de la movida madrileña: "¡El que no esté colocado, que se coloque!", gritó ante una masa reconfortada de jóvenes porro en mano. No es casual que uno de los fetiches de la movida, Pedro Almodóvar, haya aparecido junto a la alcaldesa en el arranque de su campaña dándole su aval. Los progres de toda la vida han decidido apoyar a Carmena, para disgusto de Pepu Hernández, como el auténtico muro de contención contra "las tres derechas".
Hace tan sólo unas semanas, la suma de PP, Ciudadanos y Vox daba para gobernar en el Ayuntamiento y en la Comunidad. Pero eso era antes del 28-A, antes de la victoria de Pedro Sánchez y del batacazo del PP. La derecha afronta las elecciones del 26 de mayo un tanto noqueada. Ha pasado demasiado poco tiempo para que su contraataque sea efectivo. Aun con todo, el ánimo de revancha existe y producirá su efecto y el resultado final será muy estrecho.
El PP confía en la vuelta a casa de muchos votantes de Vox, decepcionados por el resultado del 28-A. El PP tiene en Madrid su plaza fuerte. Ahí están las mayorías absolutas de Ruiz-Gallardón y Aguirre. Pero el partido conservador, además de marca, contaba entonces con nombres de peso y no tenía encima el pesado lastre de la corrupción, que aún colea. José Luis Martínez-Almeida conoce el Ayuntamiento por dentro, pero a él le conoce todavía muy poca gente. Madrid es mucho Madrid y Pablo Casado no tenía banquillo para esta gran final.
Tampoco parece probable que Ciudadanos logre el sorpasso esta vez. El trasvase de Vox irá casi íntegro al PP y Ciudadanos tiene difícil subir mucho respecto a los votos que tuvo en las generales en la capital.
A sus 75 años Carmena vive una segunda juventud. La veremos en La Pradera de San Isidro saludando a los churreros y a las chulapas e incluso es probable que se anime a bailar un chotis. Se va a permitir el lujo de intentar un segundo mandato sin tener detrás el aparato de un gran partido, sólo con su nombre. Eso también debe ser parte de la nueva política, y la alcaldesa lleva muy a gala ser "una adelantada" a su tiempo. Por eso, dice, lleva siempre adelantado el reloj 20 minutos.
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