Si nos atenemos a los datos proporcionados por el Instituto DYM para El Independiente y Prensa Ibérica, se confirman para los comicios europeos las impresiones que se generaron inmediatamente después de conocidos los resultados de las elecciones generales.
En resumen, el Partido Socialista prosigue su carrera al alza, lo cual seguramente se confirmará en las convocatorias electorales municipales y autonómicas, y Podemos no logra levantar cabeza por más que Pablo Iglesias porfíe en entrar a formar parte del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Porque mientras el PSOE gana cinco o seis escaños respecto de las últimas europeas de 2015 -de 14 a 19 o 20- que es una subida considerable, el partido morado, que ahora concurre aliado con Izquierda Unida, pierde tres escaños puesto que pasa de los 6 de IU y los cinco de Podemos en 2015 -un total de 11- a los 8 que les da este sondeo de DYM. Es decir, pierden tres, y eso sugiere que la estrategia del señor Iglesias se debilita por momentos y convierte en progresivamente frágil su vieja pretensión de co-gobernar.
El electorado de izquierda no sólo no está arrepentido del viaje de vuelta a casa que emprendió el 28-A sino que se ratifica en su decisión
Habrá que esperar a los resultados reales, pero si se confirman lo que apuntan hoy los sondeos, la situación de Podemos y, por lo tanto, la dimensión de sus aspiraciones se van reduciendo dramáticamente hasta quedar basada fundamentalmente en la necesidad de que el Partido Socialista le ceda un pequeño lugar al sol en el que acurrucarse mientras se quita el frío y espera tiempos mejores que han de pasar inexorablemente por un examen a fondo de los errores cometidos tanto de estrategia como de dirección del partido. El hecho es que Podemos no avanza, retrocede. El PSOE sí avanza, y avanza además a costa en parte de los antiguos apoyos obtenidos por el partido morado, que no logra revertir las pérdidas sufridas en las elecciones generales del 28 de abril y que fueron a parar mayoritariamente a las siglas socialistas.
Por lo que se ve, el electorado de izquierda no sólo no está arrepentido del viaje de vuelta a casa que emprendió el mes pasado sino que se ratifica en una decisión a la que se suman ahora nuevos hijos pródigos que quieren regresar a las filas de un PSOE en estado de gracia y crecimiento. Por lo tanto, aquel viejo sueño podemita del sorpasso, que tuvo muy preocupados a los dirigentes socialistas en las elecciones de 2015 y 2016, se ha desvanecido ya. Y es poco probable que vuelva a renacer a corto plazo habida cuenta del estado calamitoso en que se encuentran hoy las huestes de Podemos.
Muchos votantes de derecha han visto ya satisfecho su deseo de dar un giro de advertencia y ahora regresan a su senda habitual
Por lo que se refiere a la derecha, es una evidencia que Ciudadanos da un salto espectacular en estas elecciones europeas porque pasa de tener dos diputados a nada menos que 10. Un éxito indudable que, sin embargo, no le permite cantar victoria en el objetivo principal que Albert Rivera descubrió ante el público en los últimos compases de la campaña electoral de las generales de abril: ponerse por delante del PP y arrebatarle definitivamente el cetro de líder de la oposición a Pablo Casado. Los del partido naranja suben mucho, sí, pero no lo suficiente como para ser coronados vencedores en esa pugna introducida durante los debates preelectorales por el líder de Cs ante el estupor de su desconcertado adversario.
Y el PP pierde alrededor de tres escaños, sí, pero sigue teniendo 13 frente a los 10 de Ciudadanos y conserva por lo tanto la primogenitura de la oposición. Eso sin tener en cuenta que, tal y como se previó a partir del 29 de abril, un porcentaje no desdeñable de electores que apoyaron a Vox en las generales parecen haber satisfecho ya sus ganas de dar un golpe en la mesa y están regresando a su partido de siempre.
Esto se verá más certeramente cuando se examinen los sondeos sobre las autonómicas y municipales, que se publicarán aquí durante el fin de semana, pero las elecciones europeas tienen la ventaja sobre las generales de que, al ser de circunscripción única, no se producen los desajustes que comporta en éstas la aplicación de la ley D´Hont. Y, en ese sentido, proporcionan un retrato más ajustado de cómo se distribuyen de verdad los apoyos del electorado.
Por lo que se refiere a Vox, parece que entra en una dimensión no sólo menos deslumbrante de la que sus dirigentes esperaban antes de las elecciones generales sino menos aún que la que dibujaron los resultados del 28 de abril. La tercera parte de quienes el mes pasado le dieron su apoyo están decididos a retirárselo ahora.
Y no será por decepción porque el baile de la actividad parlamentaria no ha comenzado todavía sino porque probablemente el partido verde se ha beneficiado del enfado y la frustración de muchos votantes de derechas que han visto ya satisfecho su deseo de dar un grito de advertencia y ahora regresan a su senda habitual. Eso es algo que ya le ha pasado a Podemos y podríamos estar asistiendo ahora de nuevo a ese fenómeno, algo que nunca se había dado en la España del viejo bipartidismo.
Lo que está fuera de toda duda es que el Partido Socialista renace de sus cenizas y está conquistando de nuevo, después de casi 20 años, el apoyo perdido de la mayoría de los españoles.
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