Hace no mucho, a la presidenta del Pacma, Silvia Barquero, una señora hecha toda como de lana de llama andina o de ganchillo para cachorros, le preguntaron qué le parecía que los medicamentos se probaran en animales antes que en los humanos. “El eterno dilema: tu madre o tu perro”, contestó ella metiendo a su pobre madre en la cesta de los gatos o enterrándola en el jardín en un ataúd de loro. El dilema, eterno, hamletiano, entre la vida humana y la de tu caniche… Pero no es una broma, no es un dilema que sólo exista en algunas de estas cabezas de ahora rellenas de bolas de pelo, en ese animalismo pinturero y ridículo, capaz de poner a un chucho pantuflo por delante de su madre, o de hacerse una morcilla con la propia sangre de uno en una especie de canibalismo de matanza de pueblo (no es exageración, es cierto).
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