Ada Colau se ha entrevistado a sí misma para un vídeo electoral, entre Eddie Murphy y ese erotismo del poder reducido ya a autoerotismo por la necesidad. La gente que se quiere y se busca ante los espejos es triste, como la gente que se da baños con velitas. No es ego sino soledad lo que les lleva a ser su propio amante, su propio altar, su propio ajedrez y hasta su propio desaire.
Era difícil distinguir a la Ada Colau imaginaria de la activista imaginaria, la verdad
A la alcaldesa actual la entrevista brevemente la activista pasada, y el resultado da pena como los niños que juegan con amigos o muñecos imaginarios. Era difícil distinguir a la alcaldesa imaginaria de la activista imaginaria, la verdad. Entre los vapores de su beso en el espejo, la activista preguntaba si había merecido la pena y la alcaldesa prometía no olvidar de dónde venía. Hay gente a la que le cabe todo el universo en el cuarto de baño. De hablarse tanto, algunos hasta terminan hablando de sí mismos en tercera persona, como Lopera. O como Pedro Sánchez, que a veces habla del presidente del Gobierno, así, y parece que le habla a su joroba. Tener tanto ego que se tiene que dividir, como una célula madura para la mitosis. O estar tan solo que tienes que hablar con el humo de tu persona, esa soledad de los fumadores acariciando como rizos las volutas de su pensamiento.
No olvidar por qué está ahí, ni de dónde viene. Algo así es la moraleja del vídeo de Ada Colau, video de niña muerta o boxeador triste. Algo así nos pasa a todos ahora, algo así le pasa a España, que va este domingo a votar mirándose también en el espejo. Lo que fuimos, lo que votamos entonces; lo que somos, lo que vamos a votar ahora. Dirán que ha pasado poco tiempo, pero la política tiene la velocidad de la muerte o del amor. Después de lo que nos dijeron, de los sustos, de los llamamientos, de los cordones sanitarios, de reclutar toreros o poetas o golpistas, ya tenemos una idea de lo que han hecho con eso. Lo de las europeas, lo de los alcaldes, lo de las autonomías, el español lo vota dentro del mismo plan de venganza o desdén que las generales.
España ante el espejo, con esa cosa de espejo que tiene el domingo en la semana. Quizá alguno verá que votar a Vox ha sido como votar a Rambo o vestirse de gitanillo o meter un chorizo en la papeleta, fetichismo, folclorismo o desahogo inútiles. Veremos a un PP agarrado al centro como a una ramita, después de haber jugado a la España cañí y de haberle hecho a Rajoy y a su pachorra una hoguera de espantapájaros o de silla de enea, como en San Juan. Eso dará satisfacción o pena, según. Casado podría despedirse con su labia jesuítica y el PP podría terminar en una especie de CDS o ser devuelto al sorayismo como a una vieja tata, o a Feijóo, el que rehusó el cáliz en la hora más oscura.
Veremos a Cs queriendo llenar el escenario con su cosa de anuncio de banco, con sus líderes apolíneos, con su democracia de crucero, entre el republicanismo cívico, el activismo surf, el experimento con gaseosa y el coche de ocasión. Veremos a Podemos, a Unidas Podemos quiero decir, que se ha ido hundiendo en su cielo de barrio, en su harina de sectas y en su arcaísmo disimulado con gadgetomarxismos. Lo veremos mendigar un ministerio, una solapa de Sánchez donde dejar la oreja o la lágrima. Lo veremos con su antigua coherencia, la de los miembros de la Mesa del Congreso que han votado en contra de la suspensión de los diputados presos, o sea en contra de la misma ley, porque piensan, como Alberto Garzón, que “la injerencia del poder judicial en el poder político es un hecho de extraordinaria gravedad”. La injerencia de la ley en la democracia es algo, precisamente, que sólo ocurre en la democracia, porque la alternativa es el totalitarismo. Eso es algo que se verá claro ante el espejo, pero que muchos intentarán disimular u obviar.
El domingo España se mirará en el espejo y verá esto, o verá esto dado la vuelta, u otra cosa diferente
Veremos al PSOE, al sanchismo me refiero, dispuesto a ser el primero en obviar esto y apoyarse en Podemos. Veremos la posibilidad de tener a Pablo Iglesias o a Irene Montero en los ministerios, ministerios dirigidos con una mentalidad que rechaza la propia ley por pura congruencia con sus dogmas. Sería desde luego un espectáculo. Veremos al secesionismo catalán que no ceja, al nacionalismo vasco crecido, y cómo Sánchez les ha puesto a los indepes un horizonte tapizado, respetuosos recibimientos en las instituciones y un calendario de negocio para su Gobierno de “geometría variable”.
Sí, todo esto ha ocurrido y con esto iremos otra vez a votar en un día que, como siempre, tendrá mucho de desquite piscinero. No olvidar por qué ha pasado esto, de dónde viene, y adónde nos puede conducir, como en el vídeo de Colau. El domingo España se mirará en el espejo y verá esto, o verá esto dado la vuelta, u otra cosa diferente, claro, que eso dependerá del espejo de cada uno. Pero el alcalde y el europeísta y el caudillo regional a lo mejor se nos nublan en el vapor de nuestro beso, nuestra rabia, nuestro ego, nuestro arrepentimiento o nuestra revancha.
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