Cuando salió a hablar, Pedro Sánchez tenía la sonrisa del 32%, de más del 32%, cuatro puntos más que en las generales. Era una sonrisa de ruleta, que no es de contar las fichas ni los votos sino de contar poder, efluvios, destino y hasta llavines de habitación de hotel. Sánchez salía con su sonrisa de casino haciendo juego con sus ojos de dados cargados y ganadores, porque estas elecciones habían avalado su apuesta, la apuesta por lo suyo. Él lo que dijo fue que los españoles comparten “la receta del PSOE”, su “diagnóstico”, pero lo que comparten los españoles es la cercanía a su brujería de vencedor, como una colonia de Antonio Banderas o así.
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