Cuando salió a hablar, Pedro Sánchez tenía la sonrisa del 32%, de más del 32%, cuatro puntos más que en las generales. Era una sonrisa de ruleta, que no es de contar las fichas ni los votos sino de contar poder, efluvios, destino y hasta llavines de habitación de hotel. Sánchez salía con su sonrisa de casino haciendo juego con sus ojos de dados cargados y ganadores, porque estas elecciones habían avalado su apuesta, la apuesta por lo suyo. Él lo que dijo fue que los españoles comparten “la receta del PSOE”, su “diagnóstico”, pero lo que comparten los españoles es la cercanía a su brujería de vencedor, como una colonia de Antonio Banderas o así.

Sánchez ya gana porque es Sánchez, como Banderas liga por ser Banderas. Ya puede presidir sin gobernar, ya puede posar sin decir, ya puede dejar el Congreso como una piscina de bolas para los indepes, que Sánchez está en la racha del ganador, con la sonrisa inercial, la suerte inercial y los suspiros inerciales del ganador.

Sánchez ya gana porque es Sánchez. Está en la racha del ganador, con la inercia del ganador

Sánchez ha ganado. No otra vez, sino del todo. Es lo primero que hay que decir. Luego, alrededor de esto hay nuevos alumbrados municipales, un lejano sabor a mar de banderas europeas, alguna gente que ha sobrevivido y ahora se tienta los huesos y se cuenta los dedos, y alguna otra gente que ha muerto en la larga noche electoral como una larga noche de parto. Pero, como digo, sobre todo, Sánchez ha ganado. Sus formas, su enfoque, su política de fumar y gobernar con boquilla de cupletera ambigua y camastrona. Frente a eso, lo demás parece sólo cosa de poner y quitar bombillas del árbol navideño municipal y de repartir sobras entre vivos o entre muertos, como el que reparte su ropa vieja.

Sánchez ha ganado y Pablo Iglesias ha perdido. He ahí al muerto de la noche, el muerto principal con agasajo de gran muerto principesco. Podemos se ha hundido. No ya por Carmena o Errejón, que sólo hacían magdalenas y roscos de vino con el molde de sus morritos, sino por el mismo Iglesias, por su papado leninista y su extraño liderazgo paria de rapero con culamen de oro. El que quería la vicepresidencia, y mandar en la tele y en los señores con gorra de plato del CNI, y otras fantasías de revolucionario con guantelete de hierro, ahora ya no tiene casi nada que ofrecer, con qué presionar ni seducir. Sánchez aún es más ganador con Pablo Iglesias convertido en un menesteroso. Ahora le puede ofrecer una portería en vez de un ministerio. El PSOE acumula cada vez más izquierda mainstream, mientras que la izquierda verdadera volverá a matarse con la sangrienta pureza de las sectas. Hasta los que triunfan, como Kichi, resulta que también son enemigos de Iglesias.

Sánchez ha ganado y Casado (y el PP) sigue vivo. Los objetivos del nuevo PP cada vez son más de pobre. No morir de frío, que no le quite la esquina Cs, conservar la Comunidad de Madrid como el último barracón y quitarle aparatosamente a Carmena, como un mendigo de Buñuel, la tarta alegórica de la Cibeles. Era suficiente para que Casado no siguiera a Pablo Iglesias en su penuria valleinclanesca de muerto vivo. A Casado se le veía feliz liderando la derrota. Manda en la oposición y no va a tener que traspasar el negocio a un chino. Ha iniciado “la remontada”, decía. En Génova tuvieron que armar un tablaíllo para la celebración inesperada. Parecía que iba a salir Marta Sánchez. Casado respira porque ha visto pasar la cuchilla y la radiografía de la muerte y después de librarse de eso todo es felicidad. Pero el PP no sólo es débil, sino dependiente. No puede hacer nada sin Cs, que aunque ha bajado sus porcentajes ha ganado poder territorial e influencia, y tiene mil llaves de gobierno en la cinturilla. Y, sobre todo, el PP depende de Vox. Vox ha bajado también, pero no tanto como para desmoralizarse en su guerra latonera. Ahora sí que van a querer sillones, y tomar decisiones sonoras, y echar agua jabonosa sobre la cochambre que ellos se imaginan por las calles y las mentes.

Los objetivos del nuevo PP son cada vez más pobres. Vale con no morir de frío

Casado y Rivera van a tener la foto de Colón clavada en el pecho como si fuera Mocito Feliz. Sánchez recalcó esa dependencia en su discurso y pidió “aparcar a la ultraderecha”. No lo dijo para que lo hicieran, en realidad, pidiendo la enloquecida autoasfixia de PP y Cs. Lo dijo porque ese comodín de Vox, ese caballo de bastos que es Vox, es lo que le ha dado y le seguirá dando la victoria. Y tiene que asegurarse de que siga en la mesa.

Sánchez ha ganado. Olviden a los barrenderos relevándose como guardias suizos y los cuarteles de invierno de pueblo en los que se va a guarecer la derecha esperando el resol imperial de un nuevo amanecer. Sánchez seguirá haciendo sus sanchadas, seguirán por mucho el icetismo, la política de cojín y la economía de hacer billetes con el sobaco. Sánchez ha ganado y deberán cambiar muchas más cosas que un belén municipal para que no siga haciéndolo. Sánchez tenía esa sonrisa de ganador. La de ganador de verdad, la de pipa de oro y flor en el ojal y guiño a los escotes. Los demás sólo castañeteaban los dientes de susto o de muerte.