Pedro Sánchez se enfrenta en Navarra a una decisión dramática, y no estoy exagerando un pelo, que le puede traer algún problema si inclina la balanza hacia uno de los lados, pero que le puede suponer un rotundo e irrecuperable descrédito, además del levantamiento de muchos españoles, incluidos buena parte de sus votantes, si la inclina del otro lado.
La situación se complica enormemente porque la candidata socialista navarra, Maria Chivite, ha visto la posibilidad de ocupar la presidencia de la comunidad foral y está dispuesta a hacer lo imposible y hasta lo injustificable para conseguirlo. Ella lo quiere disfrazar de un pacto entre "progresistas" y en ese pacto incluye a Geroa Bai (el partido de Uxue Barkos del que forma parte el PNV), a Podemos y a Izquierda Ezquerra (la Izquierda Unida navarra). Pero ese planteamiento esconde una trampa mortal para el presidente del Gobierno y es que para que ese pacto "progresista" salga adelante y pueda gobernar necesita inevitablemente que los proetarras de EH-Bildu se abstengan.
Una abstención es en multitud de ocasiones un apoyo que intenta esconder la cara. Y, en este caso, es un hecho que la socialista María Chivite no podría gobernar sin ese apoyo de Bildu. Tan es así que el líder de esa formación, Arnaldo Otegi ha explicado ya con toda claridad que semejante respaldo sin el que, insisto, la candidata socialista no podría ni soñar en gobernar, tiene que tener una contrapartida. Y esa contrapartida es que el Partido Socialista de Navarra vote a favor del candidato de Bildu al Ayuntamiento de Pamplona. Ni más ni menos.
De manera que ahí tenemos al Partido Socialista navarro sopesando la posibilidad y la conveniencia de hacer arreglos con un partido que nunca ha condenado los asesinatos de la banda terrorista, que sigue participando en los homenajes a los asesinos de ETA que salen de las cárceles y que nunca se ha arrepentido de tantos años de dolor y sangre salvo porque en cierta ocasión comprendieron que esa realidad del terrorismo activo suponía un inconveniente para que la rama política pudiera dedicarse a participar en la vida de las instituciones democráticas.
Para que ese pacto "progresista" salga adelante y pueda gobernar necesita inevitablemente que los proetarras de EH-Bildu se abstengan
Con estos individuos está dispuesta la señora Chivite a pactar para que se abstengan en su favor y, a cambio, ella aceptaría votar a favor del bildutarra Asirón para la alcaldía de Pamplona. Es para no creer lo que está sucediendo ahora mismo en esa comunidad donde la fuerza más votada ha sido, sin embargo, la coalición formada por el PP de Navarra, Ciudadanos y Unión del Pueblo Navarro bajo el nombre de Navarra Suma (NA+), que ha obtenido 20 escaños frente a los 11 del Partido Socialista de Navarra.
El simple hecho de que la señora Chivite esté considerando la opciónde llegar a acuerdos con Bildu debería haber levantado ya las alarmas en la dirección del PSOE en Madrid porque, naturalmente, estamos ante una cuestión de Estado, no de partido. Lo ha visto muy bien Otegi cuando ha prevenido precisamente contra el peligro de que en el PSOE consideren esta situación una cuestión de Estado, que es exactamente lo que es, y que, en consecuencia, las decisiones se acaben tomando en Madrid, que es exactamente donde se deberían tomar, y no en Pamplona.
Y que estamos ante una cuestión de Estado lo demuestra el interés indisimulado que el PNV tiene sobre el asunto hasta el punto de que ha deslizado ya, sutilmente, como acostumbra, que Pedro Sánchez necesitará para su investidura previsiblemente de sus seis diputados en el Congreso. Nada satisfaría más al Partido Nacionalista Vasco que el que Pedro Sánchez se inclinara por autorizar un pacto de esas características porque eso acercaría más la realidad a su viejo sueño, que no es otro que el de incluir definitivamente a la comunidad foral de Navarra como parte principalísima y primigenia de su Euskal Herria.
Al PNV no le importa a costa de qué precio pueda Pedro Sánchez comprar el apoyo de sus seis diputados, pero al señor Sánchez sí debería importarle y mucho. El presidente del Gobierno no puede de ninguna de las maneras admitir la menor clase de pactos con los miembros de Bildu y mucho menos si es para que su candidata se encarame a una presidencia para la que Navarra Suma ha doblado en apoyos y escaños al PSN.
El simple hecho de que la señora Chivite esté considerando la opción de llegar a acuerdos con Bildu debería haber levantado ya las alarmas en la dirección del PSOE
Eso por un lado. Pero es que además, con un acuerdo de ese jaez caerían inmediatamente pulverizados todos los esfuerzos de Sánchez y su partido por convencer a la opinión pública española que no están dispuestos a pactar nada con los independentistas catalanes. Si estuviera inclinado a autorizar a María Chivite a que pacte por debajo de la mesa con Bildu para acceder a la presidencia de la comunidad navarra y que acepte apoyar para el ayuntamiento de Pamplona al candidato de esa formación frente al candidato de NA+ que ha quedado a tan solo un concejal de la mayoría absoluta, el presidente del Gobierno se pegaría un tiro y no precisamente en el pie sino más bien en la cabeza.
Nunca a partir de ese momento, si es que Sánchez llegara a cometer ese monumental error político, que no creo que lo cometa, nunca a partir de ese momento escucharía Sánchez otra cosa por parte de los demás partidos constitucionalistas que la acusación constante y fundamentada además, de haberse vendido al mundo proetarra, lo cual le dejaría descalificado para cualquier otra iniciativa que pudiera adoptar en cualquier otro ámbito. Sería su suicidio político.
No es la primera vez que desde Ferraz se tiene que prohibir a un líder socialista navarro llegar a pactos con los nacionalistas, pero ni de lejos las cosas llegaron entonces -año 2007- hasta el extremo al que han llegado hoy en el que se está considerando por parte de la señora Chivite alcanzar un acuerdo -porque sería un acuerdo por mucho que se quisiera disfrazar- con una formación proetarra.
Con un acuerdo de ese jaez caerían pulverizados todos los esfuerzos de Sánchez por convencer a la opinión pública que no están dispuestos a pactar con los independentistas catalanes
Así que ha llegado el momento de que desde la dirección del PSOE se le diga a la candidata navarra que si quiere ser algún día la presidenta de la comunidad foral se esfuerce por conquistar el voto mayoritario del electorado, en lugar de pretender ocupar una presidencia en minoría absoluta y que quedaría además irremisiblemente cautiva de las directrices de quienes hasta ayer mismo ella atacó sin pausa.
La ambición personal debería siempre estar compensada por el principio de realidad, por un estudio de las consecuencias políticas de determinados actos y por unos ciertos códigos morales que orienten cada acción.
Tiene mucha razón Joseba Egibar cuando dice: "lo que suceda en Navarra repercutirá en España". Él se está refiriendo sin duda a las consecuencias en términos de apoyos que tendría para la investidura de Pedro Sánchez que él no autorizara el cambalache que se propone perpetrar María Chivite. Pero, en sentido contrario, es muy cierto que en España se produciría una auténtica convulsión si ese cambalache se llegara a consumar con el acuerdo del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno de España.
Hay más opciones para conseguir una mayoría suficiente en la investidura que no incluyen pasar bajo las horcas caudinas de un partido que sigue rindiendo homenaje a aquella banda de asesinos.
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