Estas últimas semanas los votantes LGTBI de Ciudadanos no dejamos de recibir críticas reprochándonos nuestro voto. Los pactos electorales entre Cs y PP en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas han hecho que amigos, e incluso familiares, se hayan distanciado de nosotros. Por no hablar de los trolls que nos insultan e incluso nos amenazan de muerte en nuestras redes sociales. Es curioso su enfado cuando Cs dijo durante toda la campaña que su socio preferente sería el PP y que su principal objetivo sería luchar contra los nacionalismos y los populismos.
Lo preocupante es que se nos criminalice por el mero hecho de haber votado a un partido
Tal es nuestro compromiso con esto último que fue un niñato de Ciudadanos el que hizo dimitir a un candidato de Vox abiertamente homófobo o el que se plantó en Colón con su bandera del arcoíris para hacerles saber a los manifestantes que la alternativa a Sánchez era Albert Rivera, el único candidato presente que defendía abiertamente la causa LGTBI. Por tanto, ese niñato no va a recibir ahora lecciones de aquellos que se fustigan porque otro nuevo populismo, esta vez de derechas, ha entrado en nuestras instituciones.
Los que ahora se sorprenden de su irrupción deberían preguntarse quién se pasó toda la campaña electoral comentando sus propuestas. En Ciudadanos, sin embargo, optamos por hablar de nuestro proyecto liberal, que acabó contando con el voto de más de cuatro millones de españoles. Un proyecto que nació para defender la libertad y la igualdad de todos los españoles.
Los organizadores del Orgullo de Madrid han obviado estos principios fundacionales de Cs y han decidido que no podemos salir con una carroza en la manifestación del 6 de julio. Será la primera vez que un partido que ha defendido desde su nacimiento los derechos de nuestro colectivo no podrá sacar a la calle su propia carroza. Nos dejan ir (¡solo faltaría!), pero detrás de una pancarta o a título individual. Tener o no carroza ese día es lo de menos. Lo preocupante es que se nos criminalice por el mero hecho de haber votado a un partido, en este caso, a Ciudadanos. Nuestro colectivo ya ha sufrido, y sufre, demasiada discriminación para que seamos ahora nosotros mismos los que nos discriminemos.
La presión por parte de algunos intolerantes no va a hacer que cambie el sentido de mi voto. Más bien, todo lo contrario
Nuestro voto tiene la misma legitimidad que el de nuestro vecino y, por tanto, merecemos el mismo respeto. Vivimos en una democracia donde votamos en libertad. Mi orientación sexual no va a condicionar mi voto. Soy libre a la hora de elegir mi opción política o, al menos, debería serlo. La presión por parte de algunos intolerantes no va a hacer que cambie el sentido de mi voto. Más bien, todo lo contrario. No voy a permitir que nadie me dé lecciones de buen demócrata.
Y, mucho menos, cuando he sido ese niñato que se ha enfrentado a homófobos en un plató de TV, que se ha manifestado en Colón con una bandera del arcoíris o que trabaja día a día por los derechos LGTBI de la mano de un partido que siempre ha apoyado a mi colectivo. No. No lo voy permitir. Como tampoco voy a permitir que el 6 de julio tengamos que salir de nuevo del armario. Ni mis compañeros de Ciudadanos ni yo debemos enfrentarnos a ese trance por segunda vez. Sería un error. Ya lo hicimos en su día. La historia no puede volver a repetirse.
Pablo Sarrión es miembro de Ciudadanos.
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