La salidas de Ciudadanos de su portavoz económico, Toni Roldán, y del eurodiputado Javier Nart, sitúan a la formación naranja en el momento más delicado de su corta pero exitosa historia.
Las discrepancias afectan a una cuestión esencial, como es el posicionamiento ideológico del partido y su política de pactos. La decisión de Albert Rivera de reorientar a Ciudadanos desde un perfil socialdemócrata a otro liberal no sólo tenía como objetivo reubicar al partido para situarlo en centro derecha, sino, como después él mismo explicitó, desalojar al PP como partido alternativa frente al PSOE.
El cambio de rumbo coincidía con un aumento de las expectativas electorales detectado por la mayoría de las encuestas. En un acto de Ciudadanos celebrado el 20 de mayo de 2018, diez días antes de la moción de censura, Marta Sánchez ponía letra al himno de España provocando el éxtasis en la audiencia. Rivera se veía presidente porque, si se hubiesen celebrado elecciones anticipadas entonces, tenía muchas posibilidades de convertirse en el partido más votado, desplazando al PP como partido hegemónico del centro derecha. Pero a Pedro Sánchez le salió la moción contra todo pronóstico y gracias al PNV, que dejó colgado a Mariano Rajoy en el último minuto.
Las elecciones en Andalucía supusieron un cambio histórico, pero crearon un espejismo en Ciudadanos. El pacto con Vox suponía un salto cualitativo en su giro a la derecha. Aquello provocó las primeras fricciones, fundamentalmente con Manuel Valls, que ya había dado el paso para convertirse en candidato a la alcaldía de Barcelona. Y luego, en febrero, vino la manifestación de Colón, en la que se visualizó por primera vez en un acto masivo la confluencia de lo que el PSOE calificó como "las tres derechas".
El líder de Ciudadanos tiene con sus 57 escaños la posibilidad de condicionar el próximo gobierno. Si sigue empeñado en el "no es no" a Sánchez puede verse abocado a su peor escenario: la irrelevancia
Sánchez aprovechó la coyuntura y el miedo a una posible repetición de la mayoría en Andalucía para anticipar las elecciones y movilizar el voto de la izquierda. Al presidente la jugada le salió redonda. Ciudadanos obtuvo un magnífico resultado (57 escaños), pero no logró el sorpasso al PP. Después, en las municipales, autonómicas y europeas de mayo el resultado fue mucho peor y Pablo Casado logró salvar los muebles consolidando a su partido como clara alternativa frente a la izquierda.
Han sido los pactos en los que necesariamente tenía que participar Vox (como, por ejemplo, en Madrid), la decisión de Valls de apoyar a Colau frente a Ernest Maragall en la alcaldía de Barcelona y, sobre todo, el cordón sanitario impuesto al PSOE lo que ha hecho estallar las costuras de un traje hecho a la imagen y semejanza de su líder pero que ya no cumplía con los propósitos que coadyuvaron a su fundación: ser un muro contra el independentismo desde una perspectiva liberal y de centro.
La obsesión con desbancar al PP llevó también a desatender al partido en Cataluña trasladando a Madrid a una dirigente como Inés Arrimadas, que había sido la imagen de la resistencia frente al reto separatista, logrando ganar las elecciones autonómicas de diciembre de 2017. Hoy Ciudadanos en Cataluña ha perdido la mitad de sus votos y está sumido en una crisis de identidad y liderazgo de difícil solución.
Rivera tiene que dar la talla y demostrar que es un líder también en los malos momentos. El mayor activo que tiene en sus manos son precisamente los 57 escaños que Ciudadanos tiene en el Congreso. Con ellos puede condicionar al gobierno en una oportunidad histórica, dada la dificultad de Sánchez para conformar una mayoría estable.
El líder de Ciudadanos puede convertir esta crisis en una oportunidad, pero, para hacerlo, tiene que tener la grandeza de saber rectificar. Si sigue empeñado en el "no es no" a Sánchez y éste consigue formar gobierno o adelanta elecciones, Ciudadanos se puede encontrar ante su peor escenario: la irrelevancia.
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