A los autobuses con arcoíris y con gay parece que se les puede quitar el arcoíris y el gay y dejarlos otra vez en vergüenza, en disimulo o en mentira, en carreta de mariquita antiguo, mariquita de cabaré o de sacristía. Y eso lo pueden hacer otros gais, otra gente con arcoíris en el parabrisas o en el pelo o en el ayuntamiento, como guardias municipales de la cosa gay, de la ortodoxia gay, del tráfico rodado gay, que tiene que ser colorido pero ordenado, como una parada militar o una vuelta ciclista.
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