Tezanos, que es un cabañuelista y parece un cabañuelista, que lee el futuro de la política después de soplar espigas y mirar a las cigüeñas hacer su vida de monjas de pueblo, o sea que se lo inventa, ha vuelto a decir que el PSOE ganaría en otras elecciones, esta vez con casi un 40% de los votos. Cuanto menos hace Sánchez, más lo votan los españoles, al menos los españoles de Tezanos, que son ésos que tienen claro que la única oportunidad para este país es un señor que está esperando que lo invistan presidente como un rey espera que le traigan su orinal de loza capuchina.

Nos metemos mucho con Tezanos, pero quizá es el que mejor ha calado al español, no por ninguna ciencia matemática sino por observarlo votando como se observa a unos conejos. Si Sánchez ya ganó las últimas elecciones estando la cosa como estaba, y ahora además hay crisis en Cs y en Podemos, y Vox ya va de hombre del saco municipal como un Santa Claus municipal, lo suyo no puede ir sino a mejor. Así el CIS sale solo, y la victoria de Sánchez es cosa de echar al aire unos decimales más o menos.

El que no sabe nada, ni del españolito ni de la matemática ni del poder, es Pablo Iglesias. Iglesias, con sus teorías de la hegemonía como diagramas de Venn, con su asalto a los cielos a lomos de mochileros como bisontes, aún cree que se trata de convencer a Sánchez de algo, de proponer a Sánchez algo. Quizá la cosa social, o esa visión tan simple que tiene él de la cosa social: carretas de pan para el pobre o para el perroflauta arrebatado, que por cada rico gordo podrían comer cien mil marionetistas. O la cosa de los derechos, ahora que la derechona ha vuelto a lo del aborto como al cardado, ahora que Vox quiere dejar la cosa del género sólo para las corseterías y enviar a los gais a lazaretos o a circos de loros, ahora que los pueblos de España (estos modernos pesan la ciudadanía todavía así, en pueblos y en razas como en celemines) tienen su esperanza en la izquierda, o sea el derecho de autodeterminación y tal, metido más o menos suave o federalmente.

Iglesias ya se ha rebajado varias veces ante Sánchez, yendo como de ministro a guardabosques, y ha terminado por recurrir a morirse de amor

Ahí está Iglesias, pues, intentando hacer su política de izquierda neonovecentista con Sánchez, algo que es, sobre todo, la ingenuidad de intentar hacer política con Sánchez, Apolo de la antipolítica. Iglesias, no sólo animado por su ortodoxia sino por la necesidad de supervivencia, publicó ayer una carta abierta a Sánchez en La Vanguardia, ese periódico hecho como por catalanes suizos, un poco guardianes, tesoreros y relatores internacionales de ellos mismos. Pablo Iglesias ya anda escribiendo cartas de amor a Sánchez, ridículas como todas las cartas de amor, que decía Pessoa; ridículas como todos los sentimientos esdrújulos, seguía el poema. Iglesias, esdrújulamente, con todas esas supuraciones acaracoladas del destino, la necesidad, la pasión o el sufrimiento que ponen los enamorados o los rijosos, le proponía a Sánchez someter su proyecto de gobierno de coalición a la consideración de la Cámara en la primera votación de la investidura y, si salía que no, reconsiderar sus pretensiones.

Pero la carta daba igual. Podría haber tenido un contrato o sólo un soneto abatido como un cervatillo. Iglesias podría haberle arrojado sus trenzas a Sánchez o matarse con veneno y médico de pega como en Così fan tutte. Iglesias aún cree, como decía, que se trata de convencer a Sánchez de algo, de hacerle la propuesta que guste o interese o compense. Igual que el enamorado epistolar cree que puede enamorar a su galanteada encontrando la metáfora o la rima o el sentimiento esdrújulo adecuado. Iglesias ya se ha rebajado varias veces ante Sánchez, yendo como de ministro a guardabosques, y ha terminado por recurrir a morirse de amor. Pero eso da igual.

Si da igual esa carta, o que lo llamara por teléfono desde la bañera, es porque Sánchez ya sabe que Iglesias es suyo. Si Sánchez está tan tranquilo haciendo posados de europeísmo como los escritores hacen posados de escritor, con el dedo de pensar en la cara y la pipa pensando en realidad por él; si Sánchez no negocia ni propone nada y sólo pide que se arrodillen ante él como ante Thor; si Sánchez es capaz de poner a la vez la fecha de su boda falsa y de su divorcio soñado, o sea el debate de investidura y las próximas elecciones, es porque sabe que, si no lo invisten, en esos comicios todos perderían menos él.

Cuanto menos hace Sánchez, más lo votan los españoles, al menos los españoles de Tezanos

Y eso nos lo ha dejado bien claro el CIS campero de Tezanos. Sánchez habla de bloqueo, pero el bloqueo le interesa casi más que la rendición. Carmen Calvo contesta a Iglesias que “la investidura no pasa por táctica” ni puede ir “de retos y estrategias” (claro, sólo va de sumisión), pero la estrategia de Sánchez es esperar una investidura gratis, para poder seguir vendiéndose como centro ombliguero de la política. Y la quiere gratis porque se la van a dar gratis, ahora o con más poder tras otras elecciones. Lo que haya que esperar, lo que tenga que estar el país bloqueado o boqueando, lo que tengan que estar los leones del Congreso matando moscas a cañonazos de bronce, eso le trae sin cuidado.

Todo esto lo sabe Sánchez y lo sabe Tezanos, que nos ha dejado toda la estrategia del presidente dibujada con tréboles de la suerte y casitas de pájaros de colores para ahorcarse. Aunque no sólo estaba ahí la estrategia de Sánchez, sino la misma España de Sánchez. Ésa en la que, cuanto menos hace un político, más le premian. Ahí sí que el CIS nos ha sacado los colores.