A finales de Junio pasado el gigante orwelliano Facebook sorprendía al mundo con el anuncio del alumbramiento de su particular criptodivisa a la que bautizó con el nombre de libra, tomando prestada su denominación, en un sorprendente ejercicio de falta de originalidad o quizás de ideas, de la divisa más antigua del mundo aún en uso, la libra esterlina.

Al instante, una inmensa multitud de jaleadores y palmeros de todo lo que haga Zuckerberg, aplaudieron la iniciativa por su innegable sesgo democratizador de las transacciones financieras a nivel planetario y por ser sin duda una de los proyectos vinculados a la tecnología blockchain que finalmente podrían dar sentido a la misma por su alcance y consecuencias.

No negando esas presuntas virtudes, los directivos de Facebook no suele dar puntadas sin hilo y sin duda, han sopesado la conjugación de su labor samaritana en favor del mundo con los claros intereses de la compañía al lanzarse a estas aguas criptomonetarias.

Por el lado de las virtudes del invento, Facebook asegura que con Libra, más de 1.000 millones de personas de todo el mundo que no tienen acceso a bancos podrán contar con servicios comerciales y financieros en línea e incluso solicitar créditos para aquellos usuarios que estén en países en donde hay barreras para acceder a los mismos.

Nada que objetar en este sentido si bien un éxito masivo del invento acabaría otorgando a Facebook un monopolio bancario para nada saludable y mucho menos aún por la vía de otorgar créditos. El propio sistema Libra, gracias a su conocimiento de los clientes, se convertiría en prestamista, afectando a los activos de los balances de los bancos.

Un éxito masivo de invento otorgaría a Facebook un monopolio bancario para nada saludable

Es aquí donde empiezan a asomar algunos defectos de este nasciturus digital. En el pasado, la compañía de Zuckerberg ha acreditado enormes fallos de seguridad y veleidosas utilizaciones de datos de usuarios que, por lo menos a un servidor, le inquietan y le disparan las alertas y las sospechas menos edificantes, pues por mucho que el objetivo de Libra sea avanzar en la bancarización del mundo, también le hace nacer un brazo a la plataforma para manejar datos de sus usuarios y monetizarlos a partir de sus hábitos. Llámenme quisquilloso, pero Libra huele bastante al intento definitivo de monetizar Facebook a lo grande.

Es cierto que la compañía ha adoptado una serie de cautelas para huir de la alargada sombra del Bitcoin y del resto de criptomonedas y sus volatilidades de montaña rusa así como por la falta de respaldo con activos ciertos de éstas. Libra está respaldada por depósitos y recursos reales además de por 100 compañías de relumbrón especializadas en pagos (aunque por ningún banco) y Facebook tendría un solo voto en la asociación que gestionará Libra, creada ad hoc para ello con sede en Ginebra.

Con todo a nadie se le escapa que parezca probable que Facebook domine el desarrollo técnico de Libra. Eso seguramente le otorgue una influencia predominante. A fuerza de ingenuidad parece que lo que quiere Facebook es validar el cripto y la tecnología blockchain y su taumatúrgica visión de cómo el mundo debería operar, pero no se quiere enterar –o lo disimula muy bien- que eso debe avanzar en paralelo con la elevada complejidad de las transferencias entre países y las responsabilidades legales y regulatorias de cada país económicamente soberano.

Aparte de las dudas sobre el patrocinador, debe evaluarse un nuevo sistema de pagos globales por su estabilidad técnica, el impacto sobre la estabilidad monetaria y financiera (sobre todo en los países en vías de desarrollo) y su accesibilidad para defraudadores, criminales y terroristas.

Que por cada Libra que se cree, Facebook o la asociación creada al efecto aparte un conjunto de depósitos bancarios y de deuda pública a corto plazo suena bien, pero ese valor, sin embargo, será vulnerable a las fluctuaciones de los tipos de cambio y a shocks financieros (como los controles cambiarios), por no hablar de sus movimientos en relación a las divisas, del todo imprevisibles sobre todo si el invento tuviese un éxito destacado.

Es del todo necesario que la regulación regule sin límite ni cautelas y atempere los ánimos y la buena voluntad de Zuckerberg

La posibilidad de un banco único dominado por Facebook conllevaría riesgos más que considerables: inestabilidad monetaria y financiera potencial, concentración del poder político y económico, y falta de privacidad en otros muchos aspectos. Una moneda a nivel mundial, creada por el crédito de un banco global (ya que los bancos generan dinero como producto derivado de sus préstamos), en una divisa (Libra) no respaldada por ningún banco central, y sin un regulador principal, no parecen el bálsamo de fierabrás de los problemas bancarios del mundo y si un posible catalizador de riesgo del todo catastrófico para la estabilidad financiera mundial.

Así que es del todo necesario que la regulación –que por otra parte debe cumplir hasta la empresa de servicios de inversión más modesta– regule sin límite y sin cautelas y atempere los ánimos y la buena voluntad de San Marcos Zuckerberg para con el género humano, no vaya a ser que con tantas buenas intenciones planetarias se confunda el fin con los medios. Un fin del todo beneficioso para Facebook pero no tanto para la estabilidad financiera global.

A veces tengo la sensación –y soy un absoluto devoto de las FinTech en todos sus sectores- de que las compañías tecnológicas están más por ganar puestos en una alocada carrera por ver quién tiene la idea más complicada que por centrarse en favorecer la vida a los consumidores, si bien le reconozco a Facebook que con esta iniciativa ha intentado cumplir con ambos retos y de forma sobresaliente.

En cualquier caso, la criptodivisa nacerá en 2020 y hasta entonces se irá perfilando o morirá por un ataque de regulación o por falta de viabilidad o por cualquier otra causa que ahora mismo se nos escape. Si nace, crece y se reproduce que sea para el bien de todos y si se queda en algo residual que así sea. Mucho mejor así que tener que dolernos por un futuro monopolizado por Facebook en todos los aspectos de nuestra vida –en el bancario también- y que harían buena la lamentación de "Dios nos libre de la libra".


Carlos de Fuenmayor es especialista en finanzas