Un recorte de plantilla de unos 18.000 trabajadores, la quinta parte del equipo; la creación de una especie de banco malo con 74.000 millones de euros en activos ponderados por riesgo; el desmantelamiento de la división de trading de renta variable; una notable reducción del peso del negocio de banca de inversión. En definitiva: un viraje radical que lleva a un banco que ambicionó con dominar el mundo de la banca de inversión a nivel global a reenfocarse como poco más que un banco corporativo local, que dé servicio a las empresas alemanas y europeas.
Así puede resumirse, grosso modo, el nuevo plan de ajuste presentado este fin de semana por Deutsche Bank. El máximo directivo de la entidad, Christian Senger, ha perfilado la enésima solución a los problemas que vienen zarandeando al banco germano desde el estallido de la crisis financiera y que le han llevado a restar más del 75% de su valor en bolsa en poco más de cuatro años. La nueva estrategia, eso sí, se presenta como mucho más radical que los planes anteriores, con el fin de abordar de raíz, esta vez sí, las debilidades que han impedido al banco despegar en anteriores intentos.
"El anuncio representa una reevaluación más fundamental de las aspiraciones de los mercados de capital de Deutsche Bank y es un paso positivo hacia el logro de un modelo de negocio más equilibrado y sostenible. A la luz de los desafíos continuos para la industria de los mercados de capital globales, esta puede ser la más realista de las diversas recalibraciones de Deutsche Bank", admitían los analistas de Moody's en un informe publicado este lunes en el que decidió, no obstante, mantener la nota que otorga al banca y la perspectiva negativa para la misma.
Las acciones de Deutsche reaccionaron con caídas superiores al 5% al anuncio de un ambicioso plan de ajustes
La decisión de la agencia suponía un claro ejemplo de lo difícil que será para el banco alemán hacerse acreedor de la confianza del mercado para sus nuevos objetivos. No en vano, las acciones de Deutsche cerraron este lunes con caídas superiores al 5,3%, en lo que supuso su segundo mayor revés del año. También es cierto que en las semanas previas, los rumores de recortes habían motivado una escalada acelerada de los títulos -un 20,5% en sólo un mes-. Pero con la entidad cotizando al borde de mínimos históricos y a unas valoraciones sin parangón en el sector, resulta difícil interpretar el recorte de este lunes como una simple corrección.
Y es que después de tantos intentos frustrados para reflotar la nave, a los inversores les sobran motivos para recelar de los nuevos números planteados por el otrora gigante de las finanzas alemanas. Si en Moody's resaltan que al enfocarse en el negocio de banca corporativa la entidad tendrá que hacer frente a un entorno competitivo "feroz", los analistas de Bank of America siembran dudas sobre la capacidad de alcanzar sus ambiciosos objetivos de recortes de gastos, cumplir con una proyección de ingresos que no parece resentirse por la eliminación de negocios y conducir el plan de reestructruración en el tiempo previsto sin verse obligado a ejecutar una nueva ampliación de capital que, por el momento, ha sido descartado por Senger y su equipo.
Los expertos ven muy ambiciosos algunos de los objetivos planteados y temen que el banco necesite una nueva ampliación
Parece evidente que Deutsche Bank tiene por delante una compleja tarea para enderezar una nave que se mueve a la deriva desde hace más de una década. Tratará de hacerlo con un plan casi copiado al que permitió hace ya siete años ver la luz a su rival suizo UBS. Pero tendrá que ejecutarlo en un entorno aún más complejo que el enfrentó aquel, ahora que se prevé que los tipos de interés seguirán haciendo muy difícil la lucha de los bancos por la rentabilidad durante años y con la economía dando síntomas preocupantes de debilidad.
El camino parece más acertado que el anterior, a juzgar por los comentarios de los analistas. Pero llegados al punto actual, el margen de error para Deutsche parece limitado. "Su estrategia tiene un riesgo de ejecución significativo y le deja poco margen de error en el capital", escribió el analista de Berenberg Eoin Mullany en un análisis citado por la agencia Bloomberg. Senger tendrá que hilar muy fino para evitar que su plan de salvación se convierta en la última bala de una entidad con casi 150 años de historia.
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