No sé por qué la gente se imagina ahora a Rivera con cagalera, pero a Sánchez excretando pompas de colonia Nenuco, como un querubín de aparador con hipo. Estamos tan hiperpolitizados que la cagalera del político también es política, es la somatización de su ideología, su discurso desenrollando el cerebro en intestino. La salmonelosis de Rivera, o lo que sea que tenga, parece un mal de ojo, esas maldiciones que te echan los gitanos de coplilla alrededor del ojo del culo, que se te cierre o te arda o te florezca el amor cobarde y culpable en él. Quizá lo que pasa es que los odiadores están en la fase anal que describía Freud, con el poder y el placer simbolizados en la capacidad de expulsar o controlar la mierda. Quizá es que la política entera no ha pasado de esa fase anal. Ni siquiera para Anabel Alonso, esa actriz que pone voz a florecillas resfriadas o a peces payaso, aunque también a tu tía con bolsa de agua caliente. Porque todo esto, lo sabrán, es por un comentario de Anabel Alonso, que deja en Twitter pequeños aguijonazos de mala leche sin dejar de parecer la abeja Maya.
Anabel Alonso deja en Twitter pequeños aguijonazos de mala leche sin dejar de parecer la abeja Maya
El culo de Rivera, algo del escozor de España y algo de la muerte de Sangonereta. El culo fue declarado la zona más erótica del cuerpo, más que los genitales, y es donde van los azotes de placer o de castigo. Pero Freud nos enseña que dándole la vuelta al erotismo queda nuestra herramienta para el sadismo. Además, el culo ya lleva puesto el bufido y la magia negra. Por ejemplo, nos cagamos en los muertos de la gente, convirtiendo un absurdo pero pacífico abonamiento en el mayor insulto posible. Ya contábamos que el otro día, en el Orgullo, un hombre hecho todo culo, o sea un hombre de culo quevedesco, una bola de culo y hombre, un culo con orejas, un culo engullido en culo, un culo moflete y corva, se mostró ante los manifestantes de Ciudadanos y parece que intentó defecar. Al hombre, que era del PSOE, se lo impidieron y allí se quedó un poco en plan pingüino con huevo o culo con estela de papel del culo, como un culo desplegado en cometa. En la política, como en el humor, si hay oportunidad de sacar o apuntar al culo, que es siempre nuestra esencia barroca, pues se saca o se apunta.
El culo de Rivera no es nada relevante políticamente. Ni siquiera noticiosamente. Irse por la patilla le pasa a cualquiera, pasaba en Versalles y pasa en el colegio, en la marisquería o en el Congreso, aunque los ujieres se entrenen en el estreñimiento como el mayordomo se entrena en los botones. Pero el culo es rico en metáforas. La mierda es una alegoría casi cereal. Y la enfermedad del culo es, como decía, una humillación freudiana. Anabel Alonso, la florecilla carnívora, margarita de solapa de payaso, no mencionó el culo sino la digestión, el gobierno de las tripas que decía Cervantes, y que quizá se emparenta con el gobierno del alma. “Hay cosas que son difíciles de digerir”, tuiteaba acompañando la noticia de la intoxicación de Rivera. Y hay cosas inevitables en un español de talla media, de humor medio, que es una rima con cinco o con cojones, una gracia cuando uno se va por la pata abajo, y, más que nada, regocijarse cuando el destino ejecuta una venganza de gato negro.
Los fachas se merecen la salmonelosis como se merecen aquel culo de borrico que le querían poner ante la cara a los de Cs
Anabel Alonso cree que hay un karma que termina en el culo y una justicia poética que te quema el ojete. O en realidad no, pero pensar que un Cielo o un diablillo cumple tus revanchas, que hay incluso un Azazel de la izquierda que rinde en el váter al engreído Rivera, quizá el mismo que le escaldó el bigote a Aznar, es una encantadora superstición para una izquierda que ya hace mucho que está ocupada por supersticiones. El pique en Twitter siguió con Girauta aludiendo a la “basura que puede albergar la mente de un artista fracasado”. Se equivocó Girauta, porque eso no tiene nada que ver con la carrera de Anabel Alonso, a la que yo veo bastante feliz poniendo voz a cangrejitos de mar o haciendo de señora de pensión y tetera en una telenovela. Además, eso abrió otro frente de agravios con las carreras de Toni Cantó o Felisuco (ay, esos garrotazos de Cristobita entre cómicos) y otro sobre las afiliaciones ideológicas con remuneración, desvirtuando la discusión, que sí tiene un fondo interesante.
Anabel Alonso hizo esta gracia que no es que sea escatológica, o elemental, o baja, o inmoral ante los retortijones de alguien. Lo significativo, lo esclarecedor de esta guasa de lavativa de la actriz, es que se emparenta con esa satisfacción que siente el puritano imaginando a su ángel de cabecera castigando a los pecadores siquiera con diarreas explosivas, aunque suelen preferir infecciones pestilentes en el miembro pecador. Los fachas se merecen la salmonelosis como se merecen aquel culo de borrico que les querían poner ante la cara a los de Ciudadanos, como se merecen la lejía con la que los desinfectan, como se merecen el exilio, el escupitajo o la meada del pueblo, o incluso la violación en grupo, como le llegaron a desear a Arrimadas. Esto es lo grave, aunque lo diga alguien con voz de ardillita o de hada de la telefonía. Ahora la gente se recrea en los apretones de Rivera, aunque, ya digo, es Sánchez el que gobierna desde el yate de su cuarto de baño. Y es la izquierda la que condena a la peste.
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