La nueva política quería cambiar las cosas porque no funcionaban. No sabían muy bien cómo hacerlo, pero había que cambiarlas, empezando quizá por convertir las cacerolas de fideos del pueblo en campanas de asedio, los políticos en parrillada y la calle en campamento indio. Ahora, algunos se van dando cuenta de que es justamente así, con esa nueva política, con una docena de partidos irritados e irritables, con tantos misioneros salvadores e inflexibles, cuando no se puede hacer funcionar nada, ni siquiera echar a andar el carrusel veneciano del Congreso de los Diputados.
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