Donald Trump, el señor con boina de la América con sombrero, que ha convertido la Casa Blanca en un porche con mecedora, escopeta y banjo tocado con los pies, como Los osos mañosos, es mucho de amenazar. Y no se iba a librar España, menos con Sánchez yendo de rey moro con el harén acuático de todo el Congreso. Trump amenaza a los pobres inmigrantes con una cara como de Corcuera; amenaza a los chinos por sus móviles de ojos achinados, claro, siempre entreabiertos en la nube tecnológica; amenaza a Corea del Norte o a Irán con un fuego de crin de caballo del Apocalipsis en el sermón del domingo; amenaza incluso un poco a Rusia, siquiera con la boquita pequeña de besar en la boca a Putin, esos besos de los rusos o de los osos, porque Putin es otro oso de cabaña y de escopeta puesta a tender con los calcetines, como Trump. O sea, que Trump amenaza, con cada tuit y con cada dedo de sus manos sin dedos, como manoplas de trampero, y ya no sabe uno si creerse tanta amenaza, más de taxista que de presidente del mundo.
Trump anda ahora amenazando con represalias a los países que implanten por su cuenta la tasa Google, justo cuando el Gobierno de Sánchez nos cuenta que quiere ponerla en funcionamiento. La tasa es un viejo proyecto suyo que ya era en realidad de Montoro. Como ven, es Montoro el que sigue gobernando con unos presupuestos prorrogados que hasta el socialismo transformador y modernizador de la historia sigue usando como el molde de sus magdalenas de izquierda. A pesar de eso, son María Jesús Montero y Nadia Calviño las que salen hablando del impuesto, un impuesto robado antes a Rajoy que a Google o Amazon. María Jesús Montero puede cuadrar las cuentas con el dinero de Google o moviendo partidas de folios ministeriales, estoy seguro. Pero uno cree que hay un golpe de efecto y espectacularidad en lo de Google, como si cazara a alguno de los pájaros o mitologías de colores de sus doodles. Cazar a Google, ahí es nada, y reñirle un poco incluso, como hace Montero, que siempre está enfadada como un pitufo enfadado. Google rendido a la necesidad (ontológica) de Sánchez.
Cazar a Google, ahí es nada, y reñirle un poco incluso, como hace María Jesús Montero, que siempre está enfadada como un pitufo enfadado
Trump amenaza con su metralleta de amenazar, que es como la de tuitear o la de pellizcar féminas, pero Montero ha dicho, con su cara de dar papirotazos de monja, que eso es “inadmisible”. Era de esperar conociendo la determinación de nuestro Gobierno, que no se deja chantajear ni por Torra ni por Iglesias, auténticos machos alfa, menos por un presidente hecho como de Cheetos. De todas formas, yo creo que es un error que responda Montero, con su cosa de ayatolá iracundo. Si hay alguien en este Gobierno de Sánchez que es como un guerrero zen, que sale en plan Kung fu hasta con rosario tibetano; si hay alguien con la fuerza, la tranquilidad, la autoridad y la convicción mística y moral del señor Miyagi, y a la vez el desparpajo y la voluntad de la lucha histórica feminista, socialista, obrerista, internacionalista, guerracivilista, republicanista, positivista, justicialista, antifascista y panteísta; si hay alguien así, decía, es por supuesto Carmen Calvo.
“No, bonito”, le diría Carmen Calvo a Trump antes de explicarle cómo el socialismo se ha ganado históricamente su derecho al impuesto al rico y al imperialista, cómo el mandato de la democracia reclama inequívocamente el timón de Sánchez, cómo el progreso no podrá ser detenido nunca por el heteropatriarcado ultraliberal. Y cómo, si se pusiera él chungo, saldrían a la calle sus mujeres triangularizadas, sus gais acarretillados, sus presentadores de Crónicas Marcianas, sus editorialistas y sus tertulianos de barracón, sus actores de Goya o de Al salir de clase, sus cantantes visitadores de Sabina, sus activistas con silbato y con cactus. Saldrían no a hacer fuerza, claro, sino a demostrar lo que quiere el pueblo, que es lo que quiere la historia. Y la historia no se puede bloquear. Trump es sólo otro accidente en la consecución de las metas de progreso del PSOE. Eso le diría Calvo, contenida pero poderosa, como el oleaje de la gente. Y Trump, aun con su marinería de águilas y misiles, se rendiría como ante Pocahontas.
“No, bonito”, le diría Calvo a Trump antes de explicarle cómo el socialismo se ha ganado históricamente su derecho al impuesto al rico y al imperialista
Después de derrotar a Trump, esa hazaña, Calvo por supuesto iría a convencer a Casado y a Rivera y la investidura y el futuro de España estarían despejados. Trump dispara contra el sol, como toda la derecha, como ese cabo de Amanece que no es poco. Es una tarea loca e inútil ir contra el progreso. Calvo, conquistadora del trifachito y del trumpismo, sería como un Escipión sanchista. No sabe el presidente americano lo que ha hecho provocando al faro de progreso de Occidente. Porque aquí tenemos a su Atenea, armadura de fuego y verdad contra los montañeros de calzoncillo hasta la nuez y yerbajo en la boca, vengan de la Torre Trump o de la Plaza de Colón.
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