Las cosas habían llegado a un punto en que no le quedaba más remedio que dejar las cosas claras. Pedro Sánchez desveló ayer sin más tapujos la verdadera razón por la que Pablo Iglesias no puede ser ministro del Gobierno de España. Y una vez desvelada, ya no hay posible marcha atrás.
No insistan más, las posiciones del presidente del Gobierno en funciones y las del líder de Podemos no son compatibles. Pedro Sánchez dejó muy clara ayer su postura en el programa de La Sexta y Pablo Iglesias, por su parte, ha recogido ya el resultado de su consulta -con respuesta pagada- a los inscritos de su partido.
Ninguno de los dos tiene desde ahora una rectificación creíble y, de los dos, el que menos la tiene es el jefe morado porque, después de la famosa consulta -una torpeza evidente- no puede ceder y admitir la generosísima pero por otra parte impracticable oferta del presidente, que se esforzó ayer en poner a Iglesias a caminar hasta el borde del tablón atado de pies y manos cuando llegó a mantener su propuesta de incorporar al consejo de ministros a casi cualquiera que no fuera el propio Iglesias y, eso sí, que estuviera cualificado.
La obstinación de Iglesias en ocupar personalmente una cartera de ministro le deja cerca de que la opinión pública empiece a pensar que padece alguna patología
En eso se estiró mucho -demasiado, de hecho, por las razones que ahora se dirán- porque la oferta más sólida que se había hecho pública era que Sánchez admitiría en su Gobierno a gentes "de la órbita" de Podemos, lo cual se entendió como personas próximas al partido morado pero no formando parte de él. Es decir, independientes cualificados. Esta es una diferencia importante.
Ahora Sánchez ha ido todo lo lejos que puede ir, y aún más lejos de lo que puede garantizar, y anuncia que ha abierto la invitación a militantes de Unidas Podemos. Llegados a ese punto la contumacia y la obstinación de Iglesias en ocupar él personalmente una cartera de ministro, cartera importante, por supuesto, le deja cerca de que la opinión pública empiece a pensar que padece algún tipo de síndrome, alguna patología.
Pero también es verdad que esa oferta de Pedro Sánchez puede tener truco porque es evidente que el presidente del Gobierno tampoco admitiría dentro de su equipo a dirigentes de Podemos como Irene Montero o Pablo Echenique, por poner dos ejemplos. Más bien parece que es un cebo a Iglesias pero que le complicaría mucho la vida a Sánchez si éste decidiera aceptar la invitación.
El líder de Podemos retó estos días al presidente a que le dijera a la cara que no lo quería a él en el Gobierno y a que le explicara por qué. Y Pedro Sánchez lo ha hecho, y a calzón quitado además. Para empezar, contó a los miembros de su Ejecutiva los detalles de las pretensiones de Iglesias: nada menos que una vicepresidencia, el ministerio de Hacienda, el de Trabajo, Seguridad Social y la Comunicación, se entiende que se refiere a la Portavocía del Gobierno. Y después de a su Comisión Ejecutiva vino a ratificarlo ante el periodista Antonio Ferreras.
Para eso, para ocupar esas carteras de la máxima importancia, quería Pablo Iglesias que los suyos le respaldaran, para eso formuló esa pregunta impresentable que conducía inexorablemente a que los inscritos respaldaran sus concretas pretensiones.
El presidente del Gobierno ha estado engañando a los españoles desde hace tres meses
Y Pedro Sánchez no se lo perdona. Ni eso, ni su voto en la Mesa del Congreso contra la suspensión de los diputados independentistas procesados, ni su pretensión reciente de que la Mesa reconsiderara esa votación mayoritaria a favor de la suspensión, ni el voto en contra de la única diputada de su partido en la Asamblea de La Rioja que ha tumbado el gobierno socialista en esa comunidad, ni su opinión, largamente expuesta, de que en España hay presos políticos.
Y ahí está el quid de la cuestión, la razón verdadera de la negativa del presidente Pedro Sánchez, que no quiere tener a su lado a Pablo Iglesias ni a nadie que se le parezca. Por fin lo ha dicho con toda claridad. No ha sido hasta ayer cuando el presidente desveló la auténtica razón por la que el líder de Podemos no puede formar parte de su Gobierno.
La conclusión es que el presidente del Gobierno ha estado engañando a los españoles desde hace tres meses. Porque su primer argumento para rechazar ese gobierno de coalición era que "no sumaba". Se trataba, en apariencia, de una objeción meramente aritmética. Luego se añadió el argumento de que el pacto de gobierno con Podemos podía alejar otros apoyos que eran imprescindibles para la investidura. Más adelante se dijo que no podía haber dos gallos en el mismo corral y que dos líderes políticos de dos formaciones distintas en un mismo equipo Ejecutivo resultaba una fórmula destinada al fracaso.
Pero por fin ha salido a la luz la auténtica razón de la negativa de Sánchez a meter a Iglesias -y, aunque él diga ahora lo contrario, a cualquiera de su partido que tenga sus mismas posiciones, es decir a cualquiera que milite en Podemos- dentro de un Gobierno que va a tener que administrar con eficacia, contundencia y limpieza democrática los efectos que pueda provocar en el seno del independentismo catalán la sentencia condenatoria y previsiblemente dura del Tribual Supremo.
Y no sólo es que no quiera tenerlo dentro del Gobierno, es que no lo puede tener porque su presencia, con las posiciones políticas que ha mantenido sobre el conflicto separatista, el referéndum de autodeterminación que él apoya porque le parece el culmen del espíritu democrático, y la condición de presos políticos que él adjudica a los líderes independentistas procesados, lo cual es tanto como sostener que España no es un Estado de Derecho, sería una presencia extraordinariamente dañina que minaría absolutamente el crédito político de ese equipo.
Iglesias está en las antípodas de la única posición que puede tener en este asunto un presidente de Gobierno de España. Y si mantuviera silencio ante los acontecimientos que se pudieran producir, el efecto resultaría aún más letal porque en un asunto de la envergadura que han planteado los secesionistas ningún ministro puede permanecer callado. Y mucho menos si es preguntado al respecto, situación que tratándose de quien se trata, se produciría una y otra vez todos los días.
¿Qué diferencia habría entre el líder del partido morado y cualquier otro de sus miembros en lo relativo al conflicto con el independentismo catalán? Ninguna
Ha tardado demasiado Pedro Sánchez en desvelar la auténtica razón de su negativa cerrada a dar asiento a su vera al líder de Podemos. Pero ahora, una vez contada la verdad, el presidente ya no puede mantener la última invitación que, según dice, le ha hecho a Iglesias. Y eso es así porque exactamente la misma opinión, inaceptable para emanar de un miembro del Gobierno, que el líder morado tiene sobre el desafío catalán la tiene el resto de sus militantes.
No consta en ningún lugar que alguno de los dirigentes de primer, segundo o tercer nivel de Podemos haya expresado alguna vez en algún sitio que los presos preventivos catalanes no son presos políticos, que el pretendido referéndum de autodeterminación es un asalto a la Constitución y, por lo tanto, una ilegalidad. No consta que ninguno haya desautorizado a su jefe.
En consecuencia, el presidente está obligado a extender su rechazo a la presencia en el Gobierno a todo militante de Podemos que no se haya expresado claramente en contra de las tesis defendidas por su secretario general. La última invitación que, según él mismo ha comentado ayer, le ha hecho Pedro Sánchez a Pablo Iglesias es inviable porque es insostenible. Ahí el presidente se podría haber pillado los dedos si Pablo Iglesias de pronto decide aceptar su exclusión y propone unos cuantos nombres de su partido.
¿Qué diferencia habría entre el líder del partido morado y cualquier otro de sus miembros en lo relativo al conflicto con el independentismo catalán? Ninguna. No podemos saber si esto que ahora confiesa el presidente se lo explicó al propio Iglesias desde el primer instante de sus conversaciones. Al resto de los españoles, desde luego que no. Ha estado mareando la perdiz nada menos que tres meses en un intento de disimulo rayano con el engaño.
Pero ahora, con las cartas boca arriba, ya es imposible tanto que el presidente admita la presencia del líder de Podemos como la de cualquier otro miembro de ese partido, dado que, mientras no se demuestre lo contrario, todos ellos sostienen la misma opinión que su líder.
Si el presidente pasara por alto con cualquier otro dirigente de Podemos la exigencia que le ha llevado a excluir a Pablo Iglesias la opinión pública no se lo perdonaría.
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