En el Congreso, que es una alta máquina de escribir antigua y mellada, decorada como los revólveres o los acordeones, sus señorías votaban con respingo de letra y de corchea. Podemos se iba absteniendo, a pesar del ataque de dignidad de Iglesias el lunes, cuando con esa camisa de cuadros y esos brazos apoyados en la tribuna como en un brocal parecía el protagonista de La barraca. Pero entonces, Irene Montero, que ya es ministra como de las sombras o las pesadillas, votó que no a Sánchez. En realidad, el ‘no’ del voto telemático lo pronunció un secretario, con voz de supertacañón, así que parecía venir realmente de cielos vengativos y ánimas encadenadas. Todo el hemiciclo murmuró larga y gravemente, como si se hubiera manifestado el espíritu del Comendador de Don Juan.
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