En el Congreso, que es una alta máquina de escribir antigua y mellada, decorada como los revólveres o los acordeones, sus señorías votaban con respingo de letra y de corchea. Podemos se iba absteniendo, a pesar del ataque de dignidad de Iglesias el lunes, cuando con esa camisa de cuadros y esos brazos apoyados en la tribuna como en un brocal parecía el protagonista de La barraca. Pero entonces, Irene Montero, que ya es ministra como de las sombras o las pesadillas, votó que no a Sánchez. En realidad, el ‘no’ del voto telemático lo pronunció un secretario, con voz de supertacañón, así que parecía venir realmente de cielos vengativos y ánimas encadenadas. Todo el hemiciclo murmuró larga y gravemente, como si se hubiera manifestado el espíritu del Comendador de Don Juan.
Lo que pasó fue que el voto de Podemos iba a ser no, y así lo emitió Irene Montero por la mañana. Luego, las cosas cambiaron. Pero incluso así, Montero, desde esa distancia que tiene el misterio, había dejado con ese ‘no’ la flor muerta, la escoba pelada, el paraguas abierto del mal fario, para que la sesión terminara con un mal de ojo. Montero, aun desde el pasado, amenazaba a Sánchez con el no como con una quebradura, si no le daba sus ministerios y sus velas negras antisistema. La votación no tenía emoción, y Sánchez, con el pundonor y la resignación del pretendiente que se sabe rechazado, se dedicaba a medirse el mentón de cristal o a hablarle a Calvo hundiendo la nariz en el florón fúnebre que tenía ella en el hombro, como un pato que bebiera por allí. Pero ese ‘no’ de Montero fue como dejar en el escaño de Sánchez una tijera abierta que le incomodó y le hirió ya hasta el final. Podemos casi usa ya la magia negra.
La jugada de Iglesias, desnudándose él como un Buda galeote y desnudando a Sánchez como un emperador desnudo, fue brillante
La jugada de Iglesias, desnudándose él como un Buda galeote y desnudando a Sánchez como un emperador desnudo, fue brillante. Iglesias recuperó estatura política y el mando en la negociación. Sánchez quedaba de tahúr, de ventajista y de izquierdista raterillo. Tanto impactó al PSOE que Carmen Calvo, entre turno y turno de debate, tuvo que salir al patio del Congreso, con su flor y su historia, como la de una violetera, a contrarrestar el golpe. A pesar de que el discurso de Iglesias había molestado y colocaba las negociaciones en un punto más complicado, insistió en que las conversaciones siguen, y que el PSOE pone su mejor voluntad con propuestas “razonables y respetuosas”. “Nosotros no tenemos políticas decorativas”, afirmó, aunque todos sepan que hay ministerios maría, ministerios de infanta, y sobre todo ministerios sin dinero, que son apenas una silla, un logo, un ventilador y un díptico como un menú del día.
Esta votación es sólo la primera mano de la partida, pero a Sánchez se le han puesto en contra casi todos, hasta el PNV, que va como con su propio horóscopo vasco y con su chiste caedizo entre el sí y la abstención. La mañana la inició Rufián, que mientras se peinaba con secador en la tribuna llamaba a Sánchez “irresponsable y negligente” por poner pegas al pacto de las izquierdas. También se dedicó a descubrir sus dobleces, es decir, lo que es el sanchismo: hacer una feria con el Aquarius pero retener al Open Arms, o decir que el independentismo es una amenaza y, al contrario, un conflicto político que se soluciona votando (citó el acuerdo de Pedralbes como un pacto de sangre). A pesar de eso, decía Rufián, él “lo respeta”. Y lo considera el líder de una entente para salvar a la izquierda y a los pueblos libres. Será esa banda que decía Rivera. Sí, Rufián le daba la razón a Rivera mientras remataba balones retóricos de cabeza en la tribuna.
ERC y el resto de la banda, pues, tienen puesta una iracunda fe en Sánchez y en su Gobierno, vino a decir Rufián. Ésa es la aritmética moral que lo apoya. El secesionismo, el nacionalismo y el posmarxismo español se agrupan en torno a Sánchez, es su santo patrón, y sólo le piden que no les decepcione demasiado. Ante el entusiasmo moderado o moderable de ERC, Sánchez contestó, siendo puramente él, que “no hace falta que le aplaudan”. No, claro, sólo hace falta que le voten. Sin ganas, incluso. Pero que le voten. Porque él lo vale. Porque España lo necesita (¿lo puede necesitar España y a la vez ERC, PNV, Podemos y Bildu?). Hasta Susana salió al patio a decir eso mismo, que hay que votarlo porque algo se nos va a bloquear, en el alma, en el estómago, en el país, si no lo hacemos (y a ERC, PNV, Podemos y Bildu también, suponemos). Susana salió como una espontánea, que es lo que pasa cuando se deja el poder y, entonces, el micrófono, un solo micrófono, te hace parecer que estás en un karaoke mientras la prensa fuma y tuitea sin mirarte. Ya nadie le hace caso. En la cafetería del Congreso se sentó en la mesa más lejana, con cuatro o cinco, con la pared a la espalda, siempre vigilante, como haciendo aún conspiraciones con los rabillos del ojo y la servilleta. Era como un espía de Gila. Ya da un poco de pena, como Terelu.
Ese ‘no’ de Montero fue como dejar en el escaño de Sánchez una tijera abierta que le incomodó y le hirió ya hasta el final. Podemos casi usa ya la magia negra
Mientras Sánchez decía cosas como “lo estoy intentando, lo he intentado”, como una secretaria que se lima las uñas; o “somos un partido fiable”, o “yo quiero gobernar con Unidas Podemos pero tengo que hacer un gobierno posible”, o volvía a hablar de centrase en el futuro o algo así, haciendo como una proa con las manos; mientras se expresaba, en fin, como un cantajuegos, como un presidente con peto, Iglesias estaba como derretido en el escaño, con el escaño hecho una piscinita y el móvil como un patito de goma. Podemos se abstuvo, dando esperanzas al acuerdo. Luego, Montero habló desde una zarza ardiendo en Galapagar, o un teléfono de góndola ardiendo en la piscina, y dejó allí la maldición, el gato negro o el pescado muerto.
Rufián acusó a Sánchez de “jugar al póker” con las aspiraciones de la izquierda, pero el póker ha sido de Iglesias, con sus dos grandes jugadas: la de echarse atrás y dejar expuesto el farol de Sánchez, y la del lunes descubriéndolo del todo. El no espectral de Irene, mientras en el Hemiciclo parecía que cantaban bolas de tenis, fue, aunque por casualidad, otra buena jugada, una chulería, enseñarte una carta con el ojo guiñado del fantasma.
En póker se dice que es mejor tirar las cartas que sólo ver la apuesta, sin subir, por ver qué pasa. Cuanto más tarde Sánchez en tirar las cartas, más ministros de Podemos se va a encontrar en ese Gobierno convertido en campamento. Como en el póker, hay un momento en que mides el ego, la vergüenza y la probabilidad. Lo que pasa es que en Sánchez ya sabemos qué puede más. Es capaz de concederlo todo para no quedar de farolero, de izquierdista de falsa bandera y de tramposo que usa varias barajas. El lunes, Frankenstein se iba enfadado. Ahora, puede que vuelva tras comprobar que sólo había dejado a Sánchez más enamorado. Al tierno corazón de Pedro parece, ciertamente, que le han echado una maldición.
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