Los secos tambores de piedra, una procesión de novias y abuelas amortajadoras, las banderas como dragones chinos con bengalas en el hocico y flecos de sangre en la barba. Y los muertos en las tinajas de vino del pueblo, la fiesta ahogada en risas y los muertos pisados como uva. Hernani, Oñate, por las cuestas de lluvia encharcadas como venas abiertas, por las calles brotadas de gente sin alma como árboles huecos, va el asesino acompañado de niñas comulgantes de la sangre, niñas siniestras con acordeones como costillares arrancados, y de tenderos sanguinolentos y alegres como jiferos que fuman, y de envejecidas madrastras de la muerte, y de escolares crecidos en la ciénaga borrascosa de la patria, la mentira y el crimen.
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