El verano, como la Navidad, o como la política, es de los niños. De los hijos envueltos en las luces de las hadas o de la naturaleza o del azúcar. Es de los niños o de Gloria Santiago, Lunni de Podemos, Teletubbie vicepresidenta del Parlamento Balear, Leticia Sabater anarcotuber antes del bajonazo. El verano, la Navidad, la política, son de ellos, de los niños. Los adultos no podemos creernos esa magia de los árboles con sombrero. Ni que los hoyos de la orilla ni las horas de la tarde no se terminen de llenar nunca de cucharadas de agua, de tiempo ni de helados. Ni que el mundo funcione con los ruiditos que haces con los morros cuando una sirena cabalga sobre un dinosaurio o un cuatrimotor te trae el yogur como un cargamento africano. Yo diría que Gloria Santiago deja en sus vídeos regusto o hambre de potito, más que de política preescolar.
Me he acordado de Gloria Santiago porque justo hoy una sobrinita de seis años nos ha enseñado su primer vídeo de YouTube. El verano de los niños no viene ya sólo con sol de arena, empalizadas de arena, bocados de arena, y pies santos y negros de arena donde la familia comulga su amor caníbal y pastelero por ellos. Ahora vienen también con el móvil lleno de muchas Peppa Pig asalchichadas, e incluso de un canal de YouTube, como el de mi sobrina, donde ella ha colgado un pasacalles de muñecas descoyuntadas, cerditos patas arriba, ositos que se han dormido mordiendo una luna de felpa, y cajas sin peso llenas de confeti y chucherías. Jugaba a las cabalgatas, nos explicaba, con todos los amiguitos imaginarios de Internet. Unos veinte minutos así, han sido, con todo el sentido que tiene el absurdo para los chiquillos, incluido el absurdo del tiempo.
Gloria Santiago deja en sus vídeos regusto o hambre de potito, más que de política preescolar
Gloria Santiago te quiere hacer volver a creer en la magia de las ardillitas y los calcetines y las estrellitas de purpurina. Aún se sopla el flequillo con el enfado, aún abre ojos de dibujito japonés y una boca de niña ante cerezas, aún le sale vapor de las orejas mientras intenta entender el mundo adulto, el lenguaje adulto, y por qué ni el sol ni la luna tienen cara, como en las acuarelas, como en los dulces, como en los portalápices. O por qué los reyes llevan corona.
En lenguaje adulto se puede explicar que ella fue elegida en comandita, dentro de una lista cerrada, por la oligarquía de un partido político. Y que el Rey no manda ni en las corbatas que se pone, que es apenas poco más que un funcionario condenado a tragarse óperas y cenas literarias, condena familiar que aparece en un libro que aprobó el 90% de los españoles y que se llama Constitución. Y que nadie es súbdito, sino ciudadano. Y que los derechos no tratan de que la mayoría decida lo que pueden hacer los otros, sino de que haya cosas que ni la mayoría te puede impedir u obligar hacer.
Lo más urgente es que haya un gobierno progresista que ponga en marcha políticas sociales y públicas que mejoren la vida de la gente. Después, que las instituciones medievales le tiendan una mano a la Democracia. pic.twitter.com/lxNMUTmTar
— Gloria Santiago (@gloriasantiagoc) 7 de agosto de 2019
En lenguaje adulto se podría explicar que su partido no es republicano siquiera, y dudo que ella lo sea, teniendo en cuenta que han demostrado bastante desprecio por la res pública, por lo público, por lo común, por lo compartido, ellos que siempre ideologizan y patrimonializan las instituciones, o defienden que se puedan tomar sin más, como en Cataluña. Se le podría hablar, adultamente, del miedo a las urnas cuando ellos llaman, más que nada, a que la gente salga a la calle con cacerola o con tea; cuando vienen a decir que la ley no es nada (las leyes son eso que redactan y aprueban los elegidos por las urnas) o que se puede sustituir por lo que diga una turba que se ha subido a las farolas y a los quioscos de los cuponeros.
Todo eso, digo, se podría hablar, discutir, adultamente. Con Gloria Santiago es complicado, porque ha asumido el infantilismo como defensa imbatible, como un niño asume como defensa imbatible ante el océano su castillo edificado con conchas y migas. ¿Quién puede argumentar con alguien que se defiende con pestañeos, pedorretas y morritos de Sailor Moon?
Los vídeos de Gloria Santiago tienen ese efecto gallifante que resulta encantador en los niños pero bastante siniestro a cierta edad, es decir, cuando se convierte en efecto Leticia Sabater, cuando lo que pareces es la bruja de la casita de chocolate. Dije antes que esos vídeos dejaban hambre o nostalgia de potito, pero no sé si es otra cosa, un desconcierto perturbador más adulto, como el de un Santa Claus de supermercado sobre cuyas rodillas se hubiera sentado ella, Gloria Santiago, vestida de Dorothy. O como aquel vídeo de Nena Daconte. Un desconcierto que te deja más indefenso que asombrado.
¿Quién puede argumentar con alguien que se defiende con pestañeos, pedorretas y morritos de Sailor Moon?
El verano es de los niños, y quizá la política ya lo es también. Si los Lunnis se atreven a hacer política, si los partidos ya atacan con vídeos, estribillos, lógica y ojos de canica de los Lunnis, es porque consideran que su clientela, sus votantes, son niños. Niños que creen en la magia de la demagogia como en la magia de unas galletas, o en el talismán de un puñito como en el talismán de un peluche. Recuérdenlo no cuando vean a Gloria Santiago en sus vídeos, haciendo un mitin en pijama de fiesta de pijamas, o cabalgatas de seres y palabras sin sentido metidos en un tupper, como hace mi sobrina. No. Recuérdenlo cuando la vean en su Parlamento y ya ni siquiera sea
verano.
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