Ni Europa, ni las ONG guais con gorrito de Cousteau, ni la ultraderecha que cree que el problema se arregla con repelente de mosquitos, saben qué hacer con esa inmigración ilegal que se lanza al mar a morir o a ser parido otra vez por la naturaleza. No sabe nadie qué hacer, ni en general ni cuando hay un barco de éstos perdido por un Mediterráneo que se come a la gente como a argonautas o los seca al sol como marineros de Ulises. No lo sabe nadie, lo va a saber Sánchez. Por eso nuestro presidente, desde su sitio y su estatura en el mar y en la mitología, como el Coloso de Rodas de Doñana, ordenó lo del buque Audaz.
El Audaz es el símbolo españolísimo de todo este conflicto, de cómo ha manejado el Gobierno esta crisis más o menos dejada, engordada o mareada del Open Arms y de su odisea (digna del mismo Odiseo, insisto). Es el Audaz, y no Sánchez cambiando de opinión como de postura en la toalla, o formándosela aún, con lentitud y sopor, como se forman esas caras o esos animalitos que uno se pone a imaginar en las nubes de verano. Ahora vamos a pedirle coherencia a Pedro Sánchez con el Open Arms… O con cualquier otra cosa, claro… Pero es el Audaz el símbolo. Ni siquiera Carmen Calvo saliendo desde el chiringuito a la orilla, como una madre playera, a gritar a los niños, a los barcos, a Salvini, a los tiburones y a los gobiernos que se salgan o se metan o guarden la lenta digestión de la tortilla, que es como la de una boa.
Los bomberos de Gran Canaria a lo mejor tienen que dormir por los bordillos, pero ahí estamos nosotros, moviendo un buque sin saber para qué
El buque Audaz es nuestro símbolo, lanzado al mar antes de saber qué hacer o cómo hacerlo o si lo podrán hacer, dónde ir o cómo llegar o para dónde volver; o sea enviado a las aguas simplemente para hacer patria, banderita, como un marinero de Alfredo Landa. El Audaz, símbolo del meneo de marejadilla que hay en la cabeza de Sánchez y del mal de mar que sufre él cuando pisa la realidad. Desde su cuenta de Twitter, el martes, el presidente decía que el Audaz navegaría hasta Lampedusa, acompañaría al Open Arms “hasta el puerto de Palma” y que así “con esta medida España resolverá, esta misma semana, la emergencia humanitaria”.
Por delante del barco, como una lanchita de fiesta marinera, no iba en fin ni un plan ni una previsión, sino un mero deseo o una propaganda. Podían pasar mil cosas, y de hecho pasaron muchas, casi todas las que no estaban en el menú de celebración de Sánchez, pero se trataba de tener algo allí, una barca sentimental de merienda de novios, en el ancho Mediterráneo como en el Retiro, aparentando el amor, la paz y la sombrillería de todo eso, mientras él y Carmen Calvo volvían al chiringuito hasta la siguiente emergencia dominguera, que ya se verá cómo se resuelve.
El Audaz, como un barquito de papel en el barreño de un niño, 62 marineros con misión o sin misión, con rumbo o sin rumbo, con inmigrante o sin inmigrante, desplazando sus toneladas y sus millones de coste, con ese patriotismo que tiene el español ante el absurdo y ante la resignación. Me imagino al recio capitán recordándose una y otra vez que al fin y al cabo ellos están allí para obedecer, y transmitiendo la próxima orden ante la serena estupefacción del puente, mientras por las cubiertas a lo mejor un marinero menea la cabeza, que el marinero raso, con aljofifa o con pelapatatas, a lo mejor se puede permitir lo que no se puede permitir un capitán.
El Audaz, con su nombre ya de hazaña, con su proa orgullosa, con su marinería tempranera, ahí dando vueltas por el Mediterráneo como la aceituna del Martini de Sánchez. Por si acaso, por un quién sabe, porque si hay que ir se va, porque ya se verá pero de momento ahí estamos, porque no sabemos pero ya se sabrá, porque total qué más da… Ahí está el símbolo. Los bomberos de Gran Canaria a lo mejor tienen que dormir por los bordillos, pero ahí estamos nosotros, moviendo un buque sin saber para qué, pero la foto con puesta de sol y popa engalanada, esas fotos siempre tan marineras, casi seguro que la terminamos teniendo.
Calvo, otra vez desde la orilla, empanada de arena y autoridad, vigilando el mar como con una Mirinda, dice que es mucho más fácil y seguro que el Audaz recoja a los 15 inmigrantes que nos tocan que fletar un avión. La crisis que iba a resolver Sánchez sin bajar de la tumbona se queda en recoger a 15 personas. Pero, ah, cómo se van a recoger, como en nuestro 4 de julio si tuviéramos 4 de julio, con nuestra estampa Top Gun si tuviéramos aquí Top Gun. La foto, eso es. No se ha resuelto ningún problema, porque ya tenemos otro barco, el Ocean Viking, para la nueva crisis y la nueva ocurrencia. Pero esa foto, esa foto con esa marinería de primera comunión y ese portalito de Belén de pura progresía y humanidad. Y Calvo gritando, desde la orilla, moviendo la toalla de Mirinda. Calvo emocionándose o emocionándonos como la novia de un Alfredo Landa marinerito. Sí, el Audaz va a ser, definitivamente, símbolo e ironía.
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