El zapaterismo pretendía ser otra manera de ir a la política, que entonces parecía otra manera de ir a los toros, o sea algo imposible. La política tenía sus señores de azul, sus comisarios con el dinero o sus funcionarios de hospicio partidista, y así había que ir a ella, como con esa mantilla, como con ese puro, como con ese amigo ganadero. Lo que quiere hacer Zapatero en España son unos toros hippies, y en eso se resume toda su política, en ese intento. Por eso Zapatero se centra en los modos, en lo que empieza a llamar “talante”, y en lo puramente simbólico o menos aún, icónico. La España con margarita en la oreja, con el feminismo, el ecologismo, el relativismo y todo ese posmodernismo de pipa de agua, toda esa cacharrería New Age sonando en las manos como el padre que baja la caja de los adornos de Navidad, entre el buenrollismo planetario, la ideología del ambientador de pino y el azafrán budista de postre.
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