Pedro Sánchez le ha tendido a Pablo Iglesias la trampa perfecta y definitiva. En su intervención en un espacio de la estación madrileña de Chamartín, el presidente del Gobierno en funciones, que fue presentado como una estrella del rock entre música y aplausos, desgranó un auténtico programa electoral, elaborado además con formato de programa electoral, lo cual permite concluir que se ha metido ya de hoz y coz en la precampaña preparatoria de unas nuevas elecciones generales.
Eso quedó claro aunque solo fuera por la puesta en escena elegida y en la que destacaba el hecho singular e inexplicable de que aparentemente se trataba de una oferta a Unidas Podemos pero sin que se le hubiera comunicado una sola palabra del contenido de la propuesta a su supuesto destinatario. Era una nueva enumeración de compromisos elaborada sobre la base del propio programa con el que el PSOE ya ganó las elecciones en abril pasado pero retocado en lo imprescindible para mostrar al mundo que él está dispuesto a pactar con los de Iglesias, para lo cual se han introducido en el catálogo unos cuantos compromisos del gusto del partido morado. Algo así como el clásico "te voy a hacer una oferta a la que no vas a poder negarte".
Pero, eso sí, sin concretar absolutamente nada en lo que a Iglesias más le preocupa: los puestos desde los que implementar sus políticas. El ofrecimiento de puestos con "responsabilidades capitales en la gobernanza de España" con "la presencia activa y reforzada en instituciones muy relevantes que complementan la acción del Consejo de Ministros" quedó en eso, en una mera generalidad a la espera de que comiencen el próximo jueves unas negociaciones a sólo 20 días de que se cumpla el plazo a partir del cual se convocarán automáticamente nuevas elecciones generales.
No hubo ninguna concreción más, con lo que toda decisión queda a partir de ahora en manos de quienes en este momento están en condiciones de desgranar las ofertas en cartera, que son quienes ostentan ahora mismo el poder político real. Es decir, en manos de los dirigentes socialistas.
La trampa es perfecta: de presencia en el Consejo de Ministros nada de nada pero, a cambio, "numerosa" presencia en órganos de poder y control
La cuestión está en que, al menos en apariencia, la oferta parece buena, una vez descartada por "inviable" la última propuesta del PSOE rechazada por el líder morado antes del verano. Por eso la trampa tendida a UP es perfecta: de presencia en el Consejo de Ministros nada de nada pero, a cambio, "numerosa" presencia en órganos de poder y control de las acciones del Gobierno.
Así las cosas, la posición de Pablo Iglesias pasa a ser extraordinaria y definitivamente imposible. Él personalmente no puede admitir apoyar al socialista aceptando condiciones mucho peores que las que ya rechazó en julio, cuando se le llegaron a ofrecer una vicepresidencia y tres carteras ministeriales. Eso formaría parte de la humillación de la que él mismo habló este martes en TVE. De hecho sería la humillación definitiva a su persona. Y eso no tiene por qué admitirlo, ni él ni nadie.
Pero tampoco puede negarse por tercera vez a facilitar el acceso de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno porque una de las cosas que pretende éste es adjudicarle a Unidas Podemos la responsabilidad de una nueva convocatoria electoral, posibilidad que tiene muy irritada a la ciudadanía.
Y la ecuación es tan clara como el mensaje público que se transmitiría: como Iglesias no acepta nada de lo que le propongo, no tengo más remedio que llamar otra vez a las urnas porque lo que no voy a hacer es someterme a una nueva sesión de investidura sabiendo de antemano que no cuento con los votos suficiente.
Esa posibilidad supondría un golpe formidable para la expectativas electorales de Pablo Iglesias, cuyo partido perdería gran cantidad de apoyos una vez que se le hubiera presentado como culpable de la repetición de elecciones, votos que irían en su inmensa mayoría al Partido Socialista, que se vería fortalecido en su posición negociadora y no ofrecería a UP al cierre de las urnas más que unas pocas migajas de consolación. En ese escenario, la posición de Unidas Podemos en esa hipotética nueva legislatura sería infinitamente más débil que la que tiene ahora.
Por lo tanto, la escapatoria del líder morado se estrecha dramáticamente y le deja una sola opción digna: la dimisión de su puesto como número uno de su formación y el adelanto en la concreción de un proyecto que ya existía y que incluía la asunción del liderazgo del partido por Irene Montero. Eso evitaría a Pablo Iglesias el inadmisible papel de rehén, y al final vasallo, de su señor, Pedro Sánchez, y dejaría más o menos libre a su partido para poder culminar con algo más de dignidad esas negociaciones que empiezan el jueves con resultado por el momento incierto.
Porque no sabemos, y lo peor es que los responsables de Unidas Podemos tampoco lo saben, si lo que se les va a proponer es, por ejemplo, una Secretaría Técnica en el Ministerio de Hacienda, la presidencia del Instituto Cervantes o una dirección general en un supuesto ministerio de la España Vaciada. Y no es lo mismo una cosa que otra. Pero el problema para los morados es que el grifo lo tendrán siempre los representantes del Gobierno que pueden modular el caudal del manantial de las ofertas según sus intereses o sus conveniencias del momento.
La escapatoria de Iglesias es la dimisión y adelantar la asunción del liderazgo del partido por Irene Montero
Los negociadores de Unidas Podemos van a entrar así en un encerradero del que no podrán salir con la cabeza alta mientras Pablo Iglesias sea quien tenga que dar el visto bueno a unos acuerdos que estarán siempre sideralmente lejos de aquellos que rechazó el 25 de julio pasado. No podría reponerse nunca más de semejante menoscabo, de tan evidente doblegamiento ejecutado a la vista del público.
Ésta es exactamente la trampa: si aceptas la última oferta que te he hecho este martes, tú te habrás humillado y yo te tendré rehén de mis políticas a las que no podrás hacer oposición en el Congreso porque, al fin y al cabo, formarás parte de alguna manera del equipo gubernamental y quedarás por eso desactivado a un precio para mí muy asumible. Y si no aceptas, tú cargarás con el reproche y el castigo de los ciudadanos por la repetición de las elecciones y todos los votos que tú pierdas yo los voy a recoger. En cualquiera de los dos casos, gano yo.
Pablo Iglesias está por eso en una posición muy difícil en la que todas las salidas son malas para él. Pero la peor será sin duda cualquiera que siga contando con su presencia política al frente del partido morado. Porque tanta humillación y tanto trágala ya lo han descuartizado.
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