Las mujeres lejos, con la mirada baja, con la piel borrada, lejos donde quieren los dioses celosos, los que en sus versículos las cuentan con las camellas o con los demonios. Una delegación entre política y turística de Irán visitaba el Congreso, pero ellos querían a la mujer lejos, o lo quería el dios de cabreros que llevan ellos siempre por delante, berreando, vareando, apartando, escupiendo y enterrando. No podía haber saludos con mujeres, ni siquiera la cercanía pecaminosa de la mujer, para esos débiles hombres tan a punto de caer siempre en el pecado que tienen que hacer que se lo vayan tapando y escondiendo. Esos hombres tan píos que cualquier tentación les puede. Es lo más gracioso de estos soldados de dios y estos monjes de la política, la fragilidad y la incontinencia que muestran ante el pecado.

La delegación de Irán visitaba el Congreso y el protocolo (o sea Batet) había asumido también, para el habitual saludo oficial, esas distancias y ese asco sagrados. Por lo visto, al invitado no se le puede ofender aunque su enfermizo recato convierta a nuestras diputadas en tiesto, en tabú o en bicha edénica. O eso es lo progresista. Vox protestó y al final, con muchas o pocas ganas, el Congreso suspendió el acto. Pero aquello iba a celebrarse. Aquel saludo como entre camelleros, con las diputadas como meras yeguas.

No podía haber saludos con mujeres para esos débiles hombres tan a punto de caer siempre en el pecado

Algunos dicen que es un tema protocolario, igual que colocar infantas en una mesa, como tacitas. Algunos dicen que es un tema diplomático, donde es inevitable que el interés lleve a la más sincera hipocresía. Algunos dicen que es ideológico, y ya hablaremos después algo de esto. Pero desde luego no es un tema religioso. Quiero decir que no debe ser un tema religioso. Esos santos varones de procacidad cuadrúpeda y religiosidad temblona dirán que por supuesto que lo es, pero, por el bien de la civilización, debemos insistir en que no.

La religión sólo es una opinión, y además mal fundamentada. Esto es de Javier Nart, si no me equivoco, cuando discutía con el padre Apeles antes de discutir con ese otro papismo de cuello de cera de Rivera. Pero las religiones no se ven a sí mismas como una mera opinión más, y reclaman una consideración y una protección especiales. Nadie imagina a un padre exigiendo que en el colegio se eduque a sus hijos según sus convicciones marxistas, estoicas, veganas o punkis. Ningún kantiano entra en cólera porque entienda que algún zarrapastroso ha ofendido a Kant. Ningún bético se va al extranjero a una reunión de trabajo y exige que todo el mundo lleve bufanda bética. O imaginen si es nudista en vez de bético.

Cuando tu opinión está mal fundamentada, es una buena defensa intentar evitar que la critiquen o la cuestionen

Cuando tu opinión está mal fundamentada, es una buena defensa intentar evitar que la critiquen o la cuestionen. Y aún mejor es obligar a los demás a que tengan tu opinión o al menos se plieguen ante ella. Esto vale para todas las religiones, pero el mundo islámico tiene además un problema histórico. Aunque la filosofía helenística, la tradición y la autoridad de la episteme griega, llegaron al principio tanto a la Iglesia Católica como al mundo musulmán, nada avanzó filosóficamente en el Islam desde Averroes. Pero aquí, el mismo armazón intelectual que sirvió a los padres de la Iglesia terminó cuestionando sus dogmas, y desarrollando un pensamiento científico, político y ético al margen de la religión. Y con tanta fuerza y poso que la Iglesia no tuvo otro remedio que hacerse más tolerante y sus dogmas, más simbólicos. No hubo esta evolución en el Islam, o al menos no cuajó. Ahora, muchas de sus sociedades asumen como naturales sistemas teocráticos y morales inhumanas. Y de allí llegan, exigiendo que nuestro Congreso sea como su jaima.

La filosofía occidental nos llevó a la democracia moderna y al hito civilizatorio de los Derechos Humanos. A un sistema basado en la libertad individual, y en la igualdad, y en la felicidad del ser humano como guía. Como decía John Stuart Mill, las personas tienen que tener la libertad de buscar su propio bien por su propio camino mientras no priven a los demás del suyo. Y la libertad así entendida, y en el marco de los derechos humanos, no se puede doblegar ante ninguna opinión, ni ante la que se atreve a considerarse sagrada (menos aún, habría que decir). Así que no se trata de una cuestión religiosa, sino de ética y libertad de conciencia, de algo que está por encima de las opiniones: justo lo que hace que se puedan tener opiniones sin que te coaccionen o te encarcelen o te degüellen.

Aunque luego lo anuló, Batet había consentido ya aquel saludo con las mujeres haciendo sólo de girasoles dormidos

Es más evidente en estos iraníes con conceptos políticos, religiosos y morales que son premedievales, pero por aquí también hay quien sigue defendiendo que sus opiniones son sagradas y no pueden ser criticadas ni ofendidas. Me refiero a la religión y a ciertas ideologías que se van acercando ya a la religión, a los que te arrean con el hisopo, con el consolador, con el lacito amarillo o con les gallines.

Aunque luego lo anuló, Batet había ya consentido aquel saludo con las mujeres haciendo sólo de girasoles dormidos. No le hubiera importado tampoco a Unidas Podemos. La izquierda ha pasado de abanderar la razón contra las diferentes religiones a cultivar filias y ligas con una de ellas (sólo una de ellas). El motivo es retorcido: el sionismo, aliado del imperialismo, crea en la izquierda ententes contra la razón, contra la moral y hasta contra su propia ideología de género. Sus iconos pueden más que sus principios. Pero si olvidamos esos otros principios, los que están por encima de las opiniones particulares, los que son constituyentes de nuestro sistema de libertades, no es que se coloque mal un tenedorcito ni que se enfade el embajador ni que se fastidien la izquierda o la derecha: es que se va a la porra la civilización.