Albert Rivera se quejaba el otro día en El Confidencial de que el establishment bipartidista, esa cosa oscura que vigila España isabelonamente, compuesta como por banqueros antiguos, la Telefónica antigua y otros señores antiguos de terno gris y gafas de Calvo Sotelo; las fuerzas vivas, en fin, querían a Cs sólo como bisagra. Un día después, él mismo se ha ofrecido de bisagra, de gozne, de perno, de junta de culata y de veleta de gallo sin aceitar. Rivera suena a polea de pozo, a aguador de Sánchez, pero lo que ocurre es que ha visto su soga en las elecciones. La encuesta que publicaba El Independiente, ese dato de que menos de la mitad de los votantes de Cs volverían a apoyarlo, es algo que desinfla a cualquiera.
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