Pablo Casado no va a secundar a Albert Rivera porque no quiere jugar con él esta partida. Y Rivera sabe perfectamente que Pedro Sánchez no va a aceptar las condiciones que le ha puesto para obtener a cambio una abstención que Casado no ha comprometido y que el presidente sigue pretendiendo que le salga gratis gracias al pánico de Podemos, y sobre todo al pavor del líder de Ciudadanos ante la posibilidad, parece que recién descubierta, de que unas nuevas elecciones le arrebaten una importante porción de los 57 escaños conseguidos en los comicios de abril.
A buenas horas se acuerda Rivera de ofrecerle algo a Pedro Sánchez a cambio de que las largas negociaciones en Navarra no se consumaran en los términos en que lo han hecho. La única oferta conocida en sentido positivo fue la de el líder de UPN, Javier Esparza, de poner los dos diputados que Navarra Suma tiene en el Congreso al servicio de la investidura del candidato si éste aceptaba abortar el pacto de gobierno del PSN con Geroa Bai -leáse PNV-, Podemos e Izquierda Unida que necesitaba imperiosamente la abstención de los proetarras de Bildu, abstención que, naturalmente, no se produciría nunca gratis et amore. Y nada más.
Pero, aun admitiendo que tampoco Pedro Sánchez ha hecho el menor gesto de acercamiento a Ciudadanos, lo cual le es plenamente reprochable, es un hecho conocido que Albert Rivera se obcecó en sostener como posición fundamental de su política la negativa cerrada a ni siquiera celebrar una conversación con el presidente en funciones.
Si todo este movimiento por sorpresa lo hubiera hecho Rivera a su debido tiempo seguramente nos habríamos ahorrado muchos de los problemas
Y ahora viene a proponer -no en una conversación privada con Sánchez, que habría sido lo razonable si lo que se perseguía era una cierta eficacia de la iniciativa, sino con la trompetería de una rueda de prensa- que Sánchez deshaga en Navarra lo que ya está hecho y funcionando desde el 6 de agosto.
Si todo este movimiento por sorpresa lo hubiera hecho Rivera a su debido tiempo seguramente nos habríamos ahorrado muchos de los problemas y de los inconvenientes que padecemos hoy. Pero ha decidido aparecer a pocas horas de que se cumpla el plazo para la convocatoria automática de elecciones con una propuesta imposible.
Y no sólo por su pretensión extemporánea sobre Navarra sino porque pretende someter a Pedro Sánchez a la humillación pública, a la que el socialista nunca se doblegaría, de aceptar sus condiciones a cambio de una abstención que además no serviría de nada en el cálculo de Rivera si no cuenta también con el apoyo de Pablo Casado a esta maniobra de última hora porque, en caso contrario, que es el que parece que se va a dar, su sueño de hacerse con el liderazgo de la oposición se esfumaría para siempre al dejarle al PP el camino definitivamente expedito.
Pero Casado no se ha sumado a la ocurrencia de Rivera. Y podría haberlo hecho al terminar su encuentro con el líder naranja, pero el comunicado emitido por el PP no puede ser más distante respecto de la propuesta de Rivera, al que los populares han recordado que ya ellos habían intentado algo similar hace meses con el resultado conocido: Sánchez no dio ningún paso al frente en esa dirección.
Pedro Sánchez se ha quitado de encima la pretendida oferta con unas altas dosis de desdén, otras tantas de falsedades y con una elusión importante: la relativa al compromiso exigido por Rivera de que no habrá indulto para los condenados independentistas juzgados por el Tribunal Supremo. Sobre eso no ha dicho nada el presidente en funciones, cosa que pone de manifiesto el nulo interés que le ha producido el movimiento sorpresa del líder naranja.
Al final lo que queda de la jornada de este lunes es un giro de 180 grados en el tiempo de descuento de un político a quien los sondeos auguran una considerable pérdida de escaños y que espera poder rentabilizar esta iniciativa por sorpresa en las urnas del 10 de noviembre.
Hemos visto los pasos de un tango ejecutado cuando la música ya ha terminado y el bailarín está solo en mitad de la pista, abandonado por la pareja imprescindible
La única ventaja, si es que hay alguna, es que de pronto el líder de Ciudadanos ha levantado parcialmente el veto a Pedro Sánchez en la medida en que, aunque poniéndole condiciones, como la de Navarra, que sabe que el presidente no va a cumplir, al menos no descarta mantener algún tipo de relación política con él. Y esa modificación puede que le sea demandada en un futuro próximo.
Este movimiento no va a ninguna parte, ya digo, entre otras cosas porque el PP no se va a sumar al carro de Rivera pero, una vez roto el maleficio, igual abre una posible vía de negociación después de las elecciones. Siempre y cuando, naturalmente, Ciudadanos conserve un número de escaños suficientes como para seguir siendo un socio interesante para la composición de un gobierno con cierta estabilidad.
Pero lo que hemos visto este lunes son los pasos de un tango ejecutado cuando la música ya ha terminado, no queda más que el silencio y el bailarín está solo en mitad de la pista, abandonado por la pareja imprescindible para darle sentido al baile.
Una pena de espectáculo.
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