No, no ha sido Sánchez. Quien ha decidido que haya nuevas elecciones ha sido Rosa María Mateo, esa antigua voz del sueño de la tele, como un locutor antiguo de vuelta ciclista, dando siempre la misma noticia sobre la lluvia, que suena también a lluvia. Rosa María Mateo ya había convocado las elecciones, buscando el decorado y ordenando los debates. A ver qué culpa va a tener Sánchez de que las elecciones ya aparezcan en el Teleprograma, o en el Teletexto, como si apareciera El hombre y la tierra. No es que Iglesias no entienda lo que es un Gobierno progresista, ni que Casado sea incapaz de mirar por el bien de la Patria, ni que Rivera desconozca lo que es la responsabilidad, sino que las elecciones estaban ya ahí con una fecha de especial de José Mota, o algo así. Eso ya no hay quien lo mueva, y es lo que no entiende la gente.
Nadie puede mover la telenovela de después de comer, que manda sobre el café y sobre los fruteros como manda un cura sobre el milagro del pan y el vino. Nadie puede mover un Telediario, por el que los viejos ponen en hora su reloj de la guerra diciendo que empieza “el parte”. De manera que el señor presidente en funciones tiene que esperar en Moncloa, nervioso como un novio, hasta que empieza el Telediario, para llorarle a España su desdicha justo a la hora en que España enciende las luces y se sienta a comer la abuela, que amplifica con su sordera todo lo que dice Sánchez. La gente se cree que Sánchez manda en TVE, pero es TVE la que manda en Sánchez, como el hombre del tiempo manda en el tiempo. La gente es que no tiene ni idea de nada.
En Televisión Española mandó Adolfo Suárez, así que los presidentes salen de la tele, no al revés. Y mandó Calviño, que mandaba más que Felipe, tanto que se hablaba más de la “tele roja” que de la España roja. Felipe salía, pero como podía salir Manolo Otero, como aquellos actores o cantantes de cuello de ala sobre el pecho velludo. Sólo Guerra mandaba más que Calviño, pero es que nadie mandaba más que Guerra. Rosa María Mateo viene de esa época, era el Telediario de esa época, era la verdad que tenía la televisión en esa época, con dos cadenas entre las que uno cambiaba con un interruptor como el de un tren de aterrizaje, pero para ver lo mismo.
Quien ha decidido que haya nuevas elecciones ha sido Rosa María Mateo, esa antigua voz del sueño de la tele, como un locutor antiguo de vuelta ciclista
Si Rosa María Mateo dice que hay elecciones, pues las hay. Como si hay que reponer Fortunata y Jacinta. Nadie puede pensar que Sánchez, ese chaval que acaba de llegar ahora, y que será de la generación de Bola de Dragón, vaya a chistarle a alguien que presentaba Informe Semanal con una cortina de salón de vieja detrás, o el festival de la OTI con una gente capaz de llevar a la vez guitarrón, bigote y galones, y el Telediario cuando el Telediario sonaba como un telar chino. La tele de verdad, la única, con unos presentadores que decían lo que había que decir porque no hacía falta decir más, y ante los que pasaban gobernantes y ministros como si fueran aguadores, porque ellos duraban siempre más, como los apuntadores de España o como los árbitros de fútbol. Esa voz de la lluvia, que decía yo antes.
Ahora, los modernitos se han sacado otra polémica con esto de Televisión Española, que hay que ver cómo están con el Ente desde que reponen Verano azul y los Telediarios vuelven a sonar al sovietismo con sueño de Rosa María Mateo y a electroduende contra el capital (“¡viva el mal, viva el capital!”, gritaba la bruja Avería). En este caso, es por los debates electorales. En el Teleprograma ya está puesto que va a haber un cara a cara de Sánchez con Iglesias, otro de Sánchez con Casado y otro de Casado con Rivera, pero ninguno de Sánchez con Rivera. Vamos, le vas a decir tú esas cosas a Rosa María Mateo, musa de los tiempos de Balbín, que presentaba con pipa y llevaba a sus amigotes. La gente sí entendía entonces que los presentadores llevaran a sus amigotes y no se invitara a coñá al personal indeseable. Yo creo que era una cosa de respeto al público, no llevar a nadie que estropeara el ambiente y la tapicería. Una razón totalmente televisiva. Aunque el mismo Balbín haya reconocido que, bendecido por Calviño, censuró a algún que otro rebotado, y que el felipismo hacía listas negras largas como índices del Vaticano, yo creo que eso son chocheces. Miren como nadie censuró a Rosa María Mateo.
Sánchez y Rivera hacen una pareja demasiado movida, son como esa ropa con rayas que uno no puede llevar a la tele porque crea distorsiones. Pero es una decisión puramente televisiva. Como cambiar Mazinger Z por Orzowei. ¿Quién puede ver maldad en eso? Rosa María Mateo ha puesto las elecciones cuando cuadraba bien, cuando todavía no hay anuncios de juguetes, pero la gente no cae en eso. Y ha seleccionado los debates más educativos y más coloridos, aunque no se termine de entender la cosa. Algo así como El planeta imaginario. La gente, ya digo, no cae en eso, se imagina conspiraciones y se atreve a decir que un pobre presidente maneja el Ente. El pobre Sánchez, ya ven, que tuvo que esperar, nervioso y humillado, como el novio abandonado que es, a que fuera la hora del Telediario para que lo dejaran llorar.
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