Errejón se escapó de la falda de Carmena como el gato, ya no está en Madrid como loro o como yerno de la alcaldesa, como realquilado del palacio de Cibeles, que ya se fue navegando, con su presencia de goleta, hacia la derecha, hasta encallar ya casi por Chamartín. Errejón usó a Carmena porque así parecía que se iba de Podemos sólo para visitar a su abuela, como si él fuera Caperucita, con esa cara de Caperucita que tiene Errejón. A su vez, Carmena usó a Errejón para que su proyecto político no pareciera sólo el de una señora en la mirilla, con ojo apelusado como el botón de un sofá de escay. Ahora, Carmena ya no es alcaldesa ni madre, pero Errejón sí se encuentra donde esperaba estar.
Errejón sólo estaba en la Asamblea de Madrid preparando su venganza contra Iglesias. Todas las venganzas se culminan en Madrid, como en la literatura. Errejón e Iglesias son poetas del posmarxismo con trenquita y cuartilla, de los de echarse el café con leche en la cara en la tertulia, que se guardan los desquites y las deudas. Claro que Errejón iba a saltar a la política nacional. O es que se creían ustedes que su pasión es la canalización de aguas por Rascafría.
Hasta el mismo Iglesias lo dio por sentado en su día. Hay que coger sitio en Madrid para vengarse, esperar en las lápidas de los cafés o en los bancos de forja de mierda de paloma, con el pañuelito para las castañas o para los mocos en la mano. Eso es lo que hizo Errejón y, lo que son las cosas, es lo que hizo también Sánchez. Por eso se van a llevar tan bien. Son dos frioleros, dos tiesos de velador que han esperado su venganza con abrigo prestado y hambre eterna de todos los churros que pasaban ante su vista. Su venganza es convergente pero además tiene algo sentimental y tierno; tiene rima, eufonía navideña y sueños dulces de bollos calientes.
Sánchez y Errejón son dos frioleros, dos tiesos de velador que han esperado su venganza con abrigo prestado y hambre eterna de todos los churros que pasaban ante su vista
Cuando uno está así, en mitad de una venganza de poetas, la ideología es lo que menos importa. Errejón es tan o más (pos/neo) comunista que Iglesias. No es que Errejón haya salido de repente de la selva bolivariana, como un Papageno de Maduro (yo me imagino así también a Verstrynge, no sé por qué, con flauta de Pan, vestido de verde o de red y con pájaros en una jaula o en la cabeza); no es que Errejón haya salido de ahí, decía, para volverse de repente socialdemócrata o hasta centrista. No, la diferencia no está en la ideología, ni la cuestión es que haya un espacio a la izquierda del PSOE y a la derecha del actual Podemos. En la izquierda, por otra parte, siempre hay espacio, como entre los dioses. La diferencia está en la táctica, en la disposición, en el pragmatismo.
Iglesias, en el fondo, se nos ha revelado como un romántico. Es un romántico que se ha comprado un casoplón ojival para su amada por romántico, y ha depurado heterodoxos por romántico, y ha rechazado ministerios de mampostería por romántico. Es un romántico que mataría o se mataría por la pureza de la rosa, de su catecismo y de su piano familiar. Errejón, por el contrario, es un pragmático. Sabe que lo primero es el poder, conseguir el poder, y después podrás dedicarte a tener más poder, a hacer la revolución (pos/neo)comunista o a jugar al tenis. Pero lo primero es el poder, y no se puede rechazar el poder porque te estropee la perfección de mariposa de tu puesta de sol o de tu soneto a Margarita. Eso, rechazar el poder, es lo que ha hecho Iglesias, tan romántico que ha quedado para siempre incompleto, como Schubert, o tísico incluso en la muerte, como Chopin.
Errejón es un pragmático que puede hacer de gato con Carmena, de trotskista con Iglesias y de socialdemócrata con Sánchez
Errejón es un pragmático que puede hacer de gato con Carmena, de trotskista con Iglesias y de socialdemócrata con Sánchez. Errejón quiere el poder, siquiera estar cerca del poder, que ya dijo que investiría gratis a Sánchez. Es que Errejón sabe que no hay nada gratis del todo en política, que uno va cogiendo rebufo y calor en el poder, y así se va llegando a él de verdad, igual que se va saliendo del frío de los poetas, ese frío que dan los cafés por fuera, mirar los cafés por fuera. Errejón es un pragmático con una venganza pendiente.
Sánchez tiene la venganza más avanzada, pero aún le falta ser presidente sin insomnio, presidente a pierna suelta, sin fantasmas dickensianos, fantasmas de orinal y camisón. Errejón y Sánchez han estado mirando el café por fuera y no quieren estar más ahí. Lo demás es secundario. Se quiere más el poder cuando te han intentado apartar de él. Por eso Errejón y Sánchez son la pareja perfecta, que puede culminar la venganza perfecta en el Madrid de los poetas y los políticos con espadín. El votante de izquierdas, y me refiero al de izquierdas de verdad, no al votante de Sánchez, que ya no sé lo que es, sólo tendrá que reflexionar sobre esto: si lo primero es el poder o la pureza de Margarita.
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