Albert Rivera decía lo de la banda de Sánchez en un Congreso de los Diputados en el que los ujieres, como criadas, empezaban ya a echar las cortinas y a entornar los portones igual que pianos. La investidura iba a fracasar, la casa se iba a cerrar, los leones se iban a cubrir con sábanas, el Congreso se iba a quedar tintineando en la oscuridad como las vajillas guardadas, precisamente porque no había tal banda. Podemitas con guillotina, indepes con teas, rufianes de la sangre o la pela, nacionalistas de pote, bilduetarras con pico ganchudo, no eran ya la banda de Sánchez, que prefería irse a Doñana a pasar el verano embolado como un jilguero, esperando la investidura gratis o la repetición de elecciones. No podían ser verdad a la vez la banda de Sánchez y el no a Podemos.
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