Pablo Casado ha debido de comprender las ventajas de la moderación en política en unos momentos en que la población está ya muy cansada de incertidumbres y de sobresaltos como, por ejemplo, los que nos pueden asestar los independentistas en el momento en que sea notificada la sentencia del Tribunal Supremo, para lo que falta muy pocos días. Pero hay más en la vida política española a día de hoy.
Las tornas se están volviendo de una manera clara desde el pasado mes de abril y lo que se presentaba como inexorable resulta ahora que no lo es tanto y que quien estaba seguro de asaltar los cielos se encuentra ahora en un equilibrio inestable, teniendo al costado a un rival inesperado salido de su propia costilla, lo mismo que Eva salió de la costilla de Adán, según cuenta la Biblia en una versión que ahora mismo sería derribada por machista. Pero vale bien como ejemplo de la vieja relación Iglesias-Errejón y de las acusaciones que se cruzan últimamente.
También a Pedro Sánchez se le pueden torcer los planes, que es algo que los sondeos apuntan una y otra vez, lo cual tampoco es garantía de que se vayan a cumplir esas previsiones. Pero lo que sí hacen de momento es inquietar a los socialistas que se ven de repente en el filo de la navaja cuando se las prometían muy felices y se soñaban haciendo un paseo por las flores camino de una clara y contundente victoria electoral. Ya no sueñan lo mismo.
De Ciudadanos ya ni hablemos porque los pronósticos sitúan a ese partido en los márgenes de la hecatombe electoral y aunque logre formar grupo parlamentario, una pérdida de 25 o 30 diputados pondría precio a la cabeza de su líder. La noche del 10 de noviembre se puede abrir el suelo bajo los pies de Albert Rivera.
Así que aquí el único al que los dioses de los institutos de opinión sonríen unánimemente es a Pablo Casado, sobre el que parece que se está obrando el milagro de hacerle resucitar desde el fondo de sus 66 escaños -una auténtica catástrofe- hasta acariciar la esperanza de los tres dígitos, es decir, de los 100 diputados e incluso unos pocos más.
El PP se ha convertido en estos seis meses desde las elecciones de abril en un partido refugio de quienes no quieren más agitación
El Partido Popular se ha convertido en estos apenas seis meses desde las elecciones de abril hasta el día de hoy en un partido refugio de quienes no quieren más agitación, ni más inseguridades, ni más movimientos pendulares, ni más incógnitas. En definitiva, en un partido que ofrezca certezas, solvencia en la gestión y posiciones moderadas. Son los electores quienes están conformando la nueva forma de proceder de Pablo Casado, que ha entendido bien el mensaje y ha tenido la inteligencia de subirse a ese carro para dirigir su marcha.
Y aquí entra la nueva composición de unas listas que den respuesta a la verdadera demanda ciudadana. Nada de golpes de efecto, nada de sorpresas absurdas, nada de notas de color. Honradez y limpieza fuera de toda duda, solvencia, buena gestión acreditada, moderación política y una trayectoria impecable de servicio al interés general, eso es lo que encarna Ana Pastor, la última presidenta del Congreso de los Diputados antes del brevísimo paso por el cargo de Meritxell Batet y recién designada para ocupar el número dos de la lista por Madrid.
Existe una opinión compartida según la cual la señora Pastor es de lo mejor que se ha despachado en años en el Partido Popular y, si en su momento no tuvo sentido alguno que Pablo Casado no la pusiera a su lado inmediato en las listas electorales del mes de abril, ahora lo tiene de una manera plena que haya rectificado y pase a ocupar el puesto más relevante después del líder en las listas del mes de noviembre.
Pastor es una mujer con vocación de servicio y con muy poquitas ambiciones de poder o de relumbrón
Pastor es una mujer con vocación de servicio y con muy poquitas ambiciones de poder o de relumbrón. Su meta es, lo ha demostrado en todos los muchos cargos que ha ocupado a lo largo de su vida profesional y política, hacer bien su trabajo, sea éste el que sea. Cumplir con excelencia la tarea que se le haya encomendado. Y eso, que necesariamente coloca al protagonista de esa actitud en el terreno de la discreción, acaba sin embargo por ser percibido por los demás de modo que termina conformando un perfil público de persona fiable. Éste es el caso.
Hace bien, por lo tanto, Pablo Casado en encargarle a Ana Pastor la defensa del programa y de las señas de identidad del PP en esta campaña electoral en la que ya estamos metidos. Probablemente, con este y otros nombramientos consiga además apaciguar a una parte de su partido que se consideraba injustificadamente expulsada de las primeras filas de la política. Son decisiones que no pueden considerarse sino un acierto.
El líder del PP sale personalmente reforzado también de este giro interno porque es más que probable que ello le suponga un beneficio añadido a la hora de las urnas.
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