Mucha gente no se explica por qué los Mossos d'Escuadra, que se pusieron de perfil durante el 1-O, se comportan ahora como una policía profesional enfrentándose a los violentos en las manifestaciones convocadas en Cataluña contra la sentencia del Supremo.
La coordinación, que en la lamentable jornada del referéndum ilegal no funcionó, "ahora es impecable", dicen fuentes de Policía y Guardia Civil. Los Mossos están en primera línea, dando la cara en la defensa del orden público y de la seguridad ciudadana.
¿A qué se debe este giro coopernicano? Los cuadros de mando de los Mossos, los que están debajo del escalón político, han aprendido la dura lección de la etapa del mayor Trapero. La policía autonómica se convirtió durante unos meses en 2017 en una policía política, a las órdenes de un presidente enloquecido que pretendió proclamar la República catalana.
Los cuadros de mando de los Mossos aprendieron entonces una dura lección. Su jefe máximo acabó procesado y los políticos que le animaron a incumplir las leyes encarcelados.
"La República no existe, idiota", le gritó un agente a un manifestante durante una manifestación independentista en diciembre de 2018. El grito de aquel mosso -que, por cierto, fue expedientado- reflejaba el hartazgo de muchos de sus compañeros, que no estaban dispuestos a seguir jugando el papel de fuerza de choque del separatismo que le quería hacer jugar la Generalitat.
Los mandos no políticos de los Mossos están hartos de ser utilizados por el independentismo. Ahora la coordinación con Policía y Guardia Civil funciona
Han sido muchos meses en los que el cuerpo ha sido criticado por una parte importante de la sociedad catalana, que no comparte el ideario independentista. Muchos meses en los que incluso se ha cuestionado su capacidad profesional.
Hartazgo también con la manera en la que el propio presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha agitado a los violentos, llamando a los CDR a "apretar" hasta "hacer realidad la República catalana". Hastío al ver no sólo a Torra, sino a los miembros de su gobierno cuestionar las detenciones llevadas a cabo por la Guardia Civil de un grupo perteneciente a esa organización por estar en posesión de material explosivo y planes para utilizarlo tras la sentencia, por ejemplo, en la delegación del gobierno en Barcelona, lugar donde este martes se produjeron graves incidentes.
Estamos hablando de cuadros que tienen mando efectivo sobre los agentes y que, por primera vez, tras la dimisión de su director, Andreu Martínez, en vísperas del segundo aniversario del 1-O, hicieron pública su posición y denunciaron sentirse "instrumentalizados" políticamente. Hablaron del "menosprecio" del Departamento de Interior. Clamaron por "ajustarse a criterios operativos y no a directrices políticas".
Lo que hemos visto esta semana es justamente la consecuencia de ese hartazgo. Los Mossos saben que la única forma de recuperar el respeto de los ciudadanos y también de la Policía y la Guardia Civil era comportarse como lo están haciendo: haciendo frente a grupos violentos que lo que pretenden es provocar el caos y el desorden generalizado en Cataluña.
Haga lo que haga Torra -por ejemplo, abandonar una reunión del gabinete de crisis para irse a una marcha de la ANC-, los Mossos no van a cambiar de actitud. El consejero Miquel Buch lo sabe y por ello tuvo que navegar este miércoles en la ambigüedad en una rueda de prensa que se aplazó siete horas, defendiendo a los manifestantes y, al mismo tiempo, valorando la actuación de la Policía autonómica.
Los Mossos se están ganando el respeto de todos... excepto de los que creen que pueden utilizar sin límites el aparato del Estado como un medio para hacer posibles su ensoñación política.
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