A Pilar, en las cenas familiares, le cantamos: "Pilar, coqueta, enséñanos la teta". Así, en singular, porque solo tiene una. La otra la perdió junto al pelo, el peso y el sueño hace más de una década. Se la llevó un tumor que descubrieron ya grande y que ella pensó que tan solo era un bulto.
No fue fácil ni corto. Muchos meses de vómitos, de tantas horas en el hospital, de volverse adicta a los helados para que le dejaran de doler las llagas de la boca. De incertidumbre y de miedo. De su marido ansioso, de su hijos nerviosos, de revisiones con un público expectante y deseando que se acabara el show. De una mastectomía que te afecta al cuerpo pero quizás más a la cabeza.
Lo superó. Todo. El pelo volvió a crecer, las noches encontrándose mal pasaron, el sabor a hierro de la boca se esfumó y el miedo, año tras año, se fue apagando. La risa no desapareció porque fue la primera en hacer chistes sobre todo. De asegurar que una tira tanto como dos y de pasar de la peluca rubia a la morena, del turbante con pajaritos al de los muñecos, según el nieto que fuera a visitarla.
A Pilar le dio por reírse de ella misma. Su marido empezaba con una carcajada y remataba llorando
El pánico funciona de manera distinta en cada individuo. Algunos se paralizan, a otros les entra la risa. A Pilar le dio por reírse de ella misma. Su marido empezaba con una carcajada y remataba llorando. Todo aquello les había pasado cuando querían empezar a viajar. Acababan de jubilarse y qué mejor que marchar a la aventura a cualquier lugar del mundo durante el tiempo que quisieran. Pasaron los primeros años cargando las tarjetas del parking del hospital, leyendo "novelas divertidas" y reconciliándose con una iglesia que habían abandonado hace muchos años.
La historia acaba bien. Acaba con esa canción que nos acompaña cada vez que ella se acuerda de lo suyo y que hace que se ría muy fuerte. Acaba con toda la familia huyendo de Julio Medem y el triste final de su película ma ma, porque para qué, porque ya no pensamos qué podría haber pasado. Porque con Pilar sucede como con la protagonista de La historia de mis tetas, el cómic de Jennifer Hayden: saben sentirse tan mujer como antes con la mitad de los atributos femeninos.
Porque a ella, cuando le afean que diga "luchar contra el cáncer", responde: "¿Y entonces contra qué podemos decir que luchamos hoy en día?".
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