Las televisiones han hecho un gran esfuerzo en la cobertura de la exhumación de Franco, especialmente TVE, que tenía en monopolio de la señal, que fue distribuida al resto de cadenas nacionales e internacionales.
TVE-1 dedicó seis horas a un programa especial y, luego, gran parte de la primera edición del Telediario. Era un día histórico y la televisión pública tenía que dar el do de pecho.
No sabemos si los españoles de 2019 están tan interesados en Franco como lo estaban los de 1975, pero el gobierno estuvo interesado en que reviviéramos unas imágenes que nos retrotraían constantemente a la negra dictadura. Hubo mucho esfuerzo explicativo en justificar la exhumación no como un acto de revancha, sino como un gesto de justifica histórica.
La imagen de una joven con una bandera republicana en el Telediario contradice el discurso del presidente de que la exhumación en un "paso más en la reconciliación"
El presidente del gobierno, siempre atento a hacer coincidir sus intervenciones con los informativos de televisión, apareció en pantalla en pleno telediario para hacer una declaración oficial. "La exhumación -dijo- pone fin a una afrenta moral: el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público". Argumentó que con el enterramiento de Franco en el panteón familiar de Mingorrubio "se da un paso más en la reconciliación de la sociedad española". Y sentenció: "Hoy rendimos un tributo a todas las generaciones pasadas... La España actual es fruto del perdón, pero no puede ser fruto del olvido".
La exhumación se ha vivido con absoluta normalidad en toda España. Apenas unas 400 personas acudieron a El Pardo a gritar vivas a Franco. Como dijo en el mencionado programa especial de TVE el historiador Enrique Moradiellos (autor de un libro que recomiendo: Franco, anatomía de un dictador), ese puñado de fans es lo que consigue reunir un grupillo de rock de tercera en las fiestas de cualquier pueblo.
Este detalle es importante porque, a pesar de la insistencia de algunos intelectuales y políticos en señalar que Franco sigue presente en nuestras vidas, el franquismo hoy es algo residual. Ni siquiera Vox -que ha criticado abiertamente la exhumación- convocó a sus seguidores para apoyar al dictador.
La maquinaria de propaganda de cierta izquierda y del independentismo (Torra exigió a Pedro Sánchez "desfranquistizar" a las instituciones españolas), los nostálgicos son, 44 años después de la muerte del general, una ínfima minoría. Y, a pesar de ello, algún periodista extranjero se ha permitido el lujo de afirmar ayer que por fin en España se daban las condiciones para exhumar a Franco, como si otros presidentes -Felipe González, pongamos por caso- no se hubieran atrevido a ello por miedo a la respuesta de los franquistas.
No cabe ninguna duda de que Sánchez ha conseguido con ello pasar a la historia, algo que buscan sin excepción todos los políticos
Lo que si hubo ayer fue consenso en la oposición -desde Pablo Casado a Pablo Iglesias- de que la exhumación de Franco ha sido una operación electoralista por parte del gobierno.
No sabemos que efectos puede tener la exhumación en la estimación de voto, pero está claro que desde el gobierno se va a intentar capitalizar el evento de aquí al 10-N. No cabe ninguna duda de que Sánchez ha conseguido con ello pasar a la historia, algo que buscan sin excepción todos los políticos.
Ahora bien, si el franquismo tiene menos seguidores que el Partido Humanista, si la mayoría de los grandes grupos reniega de la figura del dictador, ¿por qué el gobierno cree que le puede dar votos? o ¿por qué el centro derecha piensa que la exhumación puede reabrir viejas heridas?
Para el votante de izquierdas Franco fue el defensor de la derecha española, el militar que aplastó con su bota africana a la II República. Resucitar la fechorías del dictador les enardece, mientras que puede poner en un brete a los partidos de centro derecha, aunque sólo sea porque sus siglas no formaron parte de la punta de lanza contra la dictadura.
La Transición política española sólo pudo salir adelante por la generosidad de los que vivieron la guerra civil y la posguerra. En 1975 había todavía mucha gente en España que había estado en las trincheras y, desde luego, muchos más que habían luchado contra los 40 años de dictadura franquista. Hubiera sido muy fácil encender la mecha de un nuevo enfrentamiento civil, pero Santiago Carrillo tuvo la inteligente visión de que había que dar una oportunidad a España que representaba Adolfo Suárez, una España que, procediendo del franquismo, viró hacia la democracia.
Sánchez sólo miró ayer hacia un lado y se olvidó de la otra media España que, antes de la victoria del dictador, sufrió la violencia irracional del otro bando
El peligro, insisto, no viene tanto de que se saque a Franco del Valle de los Caídos, sino que de que esa decisión se enmarque en el sectarismo, en una victoria del bando que perdió la guerra civil. Peligro y tentación, a la vez. Ayer durante la emisión de la primera edición del Telediario se pudo ver, junto con las imágenes de la salida del féretro, el helicóptero despegando junto a la gigantesca cruz que hace sombra a Cuelgamuros, o la llegada de los restos del dictador a El Pardo, una fotografía que nada tenía que ver con los acontecimientos: una joven ondea con su mano derecha una bandera republicana con el Valle de los Caídos al fondo mientras que con la mano izquierda hace la uve de la victoria.
Es una gran fotografía de Jon Nazca (Reuters). Un montaje fotográfico que es todo un editorial. Los republicanos logran, por fin, el triunfo sobre el dictador expulsándolo del monumento más emblemático de su régimen.
Quizás en el Telediario nadie se dio cuenta de ello, pero esa imagen echaba por tierra el discurso del presidente del gobierno centrado en que la exhumación era una forma de honrar a "todas las víctimas del odio".
Sería ingenuo pensar que a alguien se le fue la mano. No. Porque hora y media después Pedro Sánchez colocó 13 rosas rojas en la tapia del cementerio de La Almudena, donde fueron fusiladas trece jóvenes socialistas en agosto de 1939. Por si a alguien no le había quedado claro su mensaje.
Sánchez sólo miró ayer hacia un lado y se olvidó de la otra media España que, antes de la victoria del dictador, sufrió la violencia irracional del otro bando. El espíritu de la reconciliación, si es que Sánchez pretendía que fuera un "paso más en la reconciliación de la sociedad española", le exigía recordar también a esas otras víctimas.
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